Economía para la gente
¡Qué broma con el interés propio! (II)
El intercambio es algo natural, y es la manera más eficiente como la sociedad ha podido lidiar con los problemas de escasez. Dado que los recursos no son infinitos, hay que administrarlos eficientemente, porque si no se agotan y no queda para nadie. Y la manera más eficiente, teórica y prácticamente conocida, es mediante una distribución basada en decisiones libres y voluntarias entre las personas; es con intercambios libres y voluntarios. Cuando por cualquier motivo, se entorpecen los intercambios libres y voluntarios, esa administración de recursos escasos se torna ineficiente.
Por lo tanto, a todos en la sociedad, incluido el gobierno, nos conviene que los intercambios sean lo más libres y voluntarios posibles, para que la distribución de los recursos sea la mejor posible. Por cierto, más eficiente y mejor no quiere decir perfecta. Pero es que en economía no hay cosas perfectas. Pero ese arreglo, el que garantice que los intercambios sean libres y voluntarios, es el mejor posible, pues es el que maximiza el bienestar económico de la sociedad como un todo. No iguala a todos en bienestar económico, porque eso es naturalmente imposible, pero es el que maximiza el resultado para la sociedad en su conjunto. En cambio, cuando se trata de entorpecer los intercambios, o se pretende forzar una distribución distinta, los resultados que se alcanzan son inferiores, y se tiende a igualar a toda la sociedad pero “hacia abajo”.
Debido a lo anterior, un gobierno tiene un rol clave en garantizar las condiciones básicas necesarias para que esto se logre. Y precisamente no se trata de mayor intervención. Se trata de propiciar los intercambios libres y voluntarios. ¿Y qué rol tendría un gobierno que quiera cooperar con que la sociedad logre la mejor distribución posible? Las tareas del gobierno serían: respetar y garantizar que se respete el derecho a la vida, a la propiedad y a la libertad, garantizar el Estado de Derecho, brindar seguridad jurídica, hacer cumplir los derechos de propiedad y los contratos, asegurar que haya tanta competencia como sea posible (nada de concesiones monopólicas ni prebendas, ni controles), y garantizar que haya una moneda sana. Este arreglo haría que el gobierno necesitara pocos recursos para financiar su gasto, y por lo tanto no necesitaría castigar a la sociedad con impuestos elevados y confiscatorios. El resto del trabajo le quedaría a la sociedad civil: emprender, asumir riesgos, invertir, generar empleos, producir bienes y servicios.
Retornando a la frase de Smith citada, para que el pan llegue a la mesa, debe darse el intercambio libre y voluntariamente; y para que éste se dé, ambas partes deben sentir que ganan: panaderos y compradores de pan. ¿Y cómo puede un gobierno cooperar con eso? A ambas partes ayuda cumpliendo las tareas anteriormente mencionadas; pero específicamente que haya mucha competencia, ayuda principalmente al comprador. Ayuda al comprador propiciando que este tenga muchas opciones de donde escoger y tenga libertad para escogerlas. Por otra parte, principalmente ayuda al vendedor respetando el derecho a la propiedad que éste tiene, brindándole seguridad jurídica, sin imponerle controles ni impuestos elevados; y esto necesariamente implica que le respete sus ganancias, pues el emprendedor, por ser quien asumiría riesgos, sería tan dueño de sus ganancias como de sus pérdidas.
Si un gobierno falla en hacer estas tareas, y se extralimita en sus funciones, entorpecerá los intercambios, dejando de ser libres y voluntarios, lo que necesariamente afectará reduciendo el bienestar económico de toda la sociedad: generará escasez, mercados paralelos, encarecimiento de la vida y afectará la calidad de los productos, por sólo listar algunas calamidades.
Por ejemplo, si el panadero está haciendo muchas ganancias, esta es una señal de que lo está haciendo bien, y debe permitirse que siga siendo premiado por la voluntad y preferencia del consumidor. Pero si creemos que esas ganancias son porque especula con los precios, guarda materia prima o la desvía a productos de mayor valor agregado, o porque disfruta de una posición monopólica en el mercado, por ser el único panadero, por ejemplo, y si esa posición privilegiada no la ha obtenido por concesión del gobierno, entonces la labor del regulador no es atacar e ir contra la ganancia del panadero; su labor, la que beneficiaría a toda la sociedad, y en especial al comprador, es propiciar un entorno de competencia para que aparezcan miles de panaderos más. Si el gobierno va contra la ganancia, generará escasez y mayor penuria. Si el gobierno toma la otra ruta señalada, la de la competencia, generará bienestar y reducirá la escasez.
Con la intervención y regulación excesivas, las personas esperan haciendo cola para obtener pan. En un entorno respetuoso y que propicie la libre iniciativa, el pan espera en los anaqueles y vitrinas por las personas para ser comprado.
Bueno amigos, lo dejamos hasta aquí por los momentos. Continuamos desarrollando este tema en el próximo artículo.
Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.
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