El oficio del sabio

El 5 de diciembre se celebró el Día del Profesor Universitario, celebración que permite reconocer la valiosa labor que los profesores realizan todos los días, formando a personas que tienen en sus manos el futuro del país y, el desarrollo y fortalecimiento de la sociedad; contribuyendo a la solución de los problemas de interés general y, a la formación e integración de alumnos, que podrán continuar su labor como futuros profesores.

Al hablar del profesor universitario, no se puede dejar de hablar de la vida intelectual, que ha sido caracterizada como aquel tipo de vida en el que toda la actividad de la persona está conducida por el amor a la sabiduría, por la búsqueda de la verdad. A una indagación amorosa, que repercute en todos los ámbitos del pensar, del sentir y del vivir. Una búsqueda capaz de transformar el pensamiento, los sentimientos y la misma vida de quien la emprende con ilusión. Un tipo de vida que no significa la pacífica posesión de una tediosa erudición, sino que se asemeja más a una audaz aventura personal en pos de la sabiduría, en busca de la verdad.

Sirva la fecha, además, para recordar al patrono de los profesores -Profesor de profesores, un verdadero Maestro- santo Tomás de Aquino, que tanto ha influenciado a la cultura occidental, tal como lo manifiesta el doctor Tomás Straka, al dar su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia (21 de Julio 2016): “Pero no sólo la efigie de Santo Tomás de Aquino me inspira e interpelan […] Santo Tomás de Aquino, …. significaba muchas cosas, [una] tradición [que] se proyecta hasta hoy, y que justifican el hecho de que en 2016 sigamos hablando desde su cátedra. Significa, por ejemplo, la enseñanza, en torno a la cual estructuró su vida y su obra (de hecho, es el patrono de los profesores universitarios); y significa también en buena medida la ciudadanía, a cuya configuración moderna hizo aportes muy significativos desde sus ideas del Derecho Natural. Por Santo Tomás pasa un sendero que conduce a los iusnaturalistas, a Juan de Mariana, a Francisco Suárez, a Bartolomé de Las Casas, Juan Germán Roscio y muchos de nuestros repúblicos de 1811, y de allí a la democracia, al liberalismo y los Derechos Humanos. Por supuesto, fue un proceso mucho más complicado y en modo alguno lineal, pero me hace ilusión hablar bajo la imagen de un santo que ayudó a fundamentar la idea de una vida definida por la libertad.”

Y es que la intensa vida de Tomás de Aquino (apenas 49 años), legó a la humanidad una obra intelectual monumental: dos Sumas (Teológica y Filosófica, Contra Gentiles), un Compendio de Teología, las Cuestiones Disputadas que de por si representan una masa de material escrito, que pocos hombres lograron alguna vez. Si además se añaden sus comentarios a las obras de Aristóteles, de Boecio, de Dionisio; sus comentarios a la Sagrada Escritura; sus opúsculos filosóficos y teológicos; pero, sobre todo, se considera la alta calidad de su obra, tal como refiere el doctor Rafael Tomás Caldera (insigne Tomista, experto conocedor de su obra): “la admiración se hace asombro y el asombro, pasmo: ¿cómo pudo un hombre hacer tanto y de tanta significación, en tan poco tiempo?” (El oficio del sabio, p.3)

Sobre Santo Tomás se ha escrito mucho, pero vale la pena acotar que, de acuerdo a sus biógrafos, desde muy joven se hizo la pregunta sobre: ¿Quién es Dios? Pregunta que revela la presencia de un corazón ardiente de caridad en busca de la sabiduría que viene de lo alto.

Se había preguntado: ¿Quién es Dios? Y necesitaba responderse, reunir, los principios de la sabiduría en la unidad de una doctrina destinada a un incesante progreso; por lo que el estilo de vida de Santo Tomás, desde antes de su ingreso, pero sobre todo ya en la Orden de predicadores, es una vida marcada por la búsqueda incesante a la respuesta de esta pregunta; una vida abocada a lo que él mismo llamaría officium sapientis: la tarea del sabio.

En este sentido, la vida de Santo Tomás estuvo consagrada a la oración y al estudio, a la enseñanza y la predicación. En una armoniosa y articulada secuencia: legere (leer), disputare (disputar) y predicare (predicar). Claro está, fue sobre todo un Maestro, que dedicó su vida a develar y enseñar la verdad.

No es difícil ver que esta tarea exigió una gran entrega, al disponer su intimidad para que la verdad pudiese manifestarse en ella y a su vez servir a su tiempo. Los biógrafos han descrito las intensísimas jornadas del Maestro Tomás, que dormía escasas horas cada noche, trabajaba sin descanso, desplegando un poder intenso de intelección y una actividad tenaz y sosegada (los testigos narran que no sólo dictaba a tres y aún cuatro secretarios a la vez sobre tópicos distintos, sino que, aún más, le ocurrió seguir dictando dormido en medio del dictado, luego de haberse recostado para descansar).

Además, constan las etapas de su vida como scholar itinerante, desde sus inicios en París a los veintisiete años, profesor de teología a los treinta y uno; que desde 1259 va a Italia, donde estudiará, enseñará y escribirá en Nápoles, Orvieto y Roma durante nueve años; enviado a París en 1268 para hacer frente a la desorientación introducida por el averroísmo de la Facultad de Artes, y luego llamado nuevamente a Italia -al cabo de cuatro años- para fundar en Nápoles un studium generale. Para finalmente morir en 1274 cuando, obediente al llamado del Papa Gregorio X, se dirigía a Lyon para asistir al Concilio (El oficio del sabio, p.5).

De acuerdo a Jacques Maritain, Santo Tomás vivía aislado en su espíritu, progresando su labor intelectual constantemente en el silencio, rodeado tan sólo del murmullo de su plegaria y de su pensamiento. Durante el curso de sus estudios y sus años de preparación, puso toda su energía en un esfuerzo de concentración, almacenando en su prodigiosa memoria toda la ciencia de sus maestros y de sus libros, sin dejar nada de cuanto había penetrado y transformado su inteligencia. Y llegado el tiempo de hablar, poniendo todo su esfuerzo en mantenerse inconmoviblemente ligado a su único objeto: ver y demostrar la Verdad primera.

No realizó su obra según su querer, sino según los designios de la Providencia. Se colocó a merced de todos, que no cesaron de abrumarle con cuestiones y consultas (Reyes, Papas, miembros de la Orden, etc.). Sin duda Santo Tomás, quien no tuvo largos años de vida, vivió una vida intensa y fructífera dado el número e importancia de sus realizaciones, nos legó una amplia, profunda e importantísima obra, sobre la cual hablaremos en siguientes entregas.

Hugo Bravo
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