Economía para la gente
¡Qué broma con el interés propio! (VI)

Como pudo verse, la opinión del Aquinate es que el comercio será virtuoso o no, dependiendo del fin por el que se haga. No es necesariamente bueno ni malo. A fin de cuentas los que podemos ser buenos o malos somos las personas. Entonces la licitud del comercio dependerá de las intenciones del comerciante. Si el comerciante lo hace por codicia, por dinero, será una actividad pecaminosa; si persigue la ganancia como un medio para un fin bueno, el comercio será una actividad virtuosa. Pero en el mismo extracto el Doctor Angélico aclara que la ganancia es el fin del comercio.

Para ilustrar el punto se ayuda el Aquinate con unos sencillos ejemplos:

“…Así, por ejemplo, un hombre puede pretender la ganancia moderada que intenta lograr comerciando, por el mantenimiento de su hogar, o por ayudar a los necesitados: o de nuevo, un hombre podría comerciar por una ventaja pública, por ejemplo, para que su país carezca de las necesidades de la vida, y busque la ganancia, no como un fin, sino como pago por su trabajo…”

La ganancia puede verse como el pago por el trabajo, como la recompensa por agregar valor a la sociedad. De allí lo importante que esa ganancia sea lograda en justa lid. El vendedor es tan legítimo dueño de sus ganancias como de sus pérdidas. Y la ganancia será justa en la medida en que el fin sea bueno. Una empresa que rinda ganancias es la señal de que ella está agregando valor a la sociedad y esta (si no está obligada a hacerlo, como en el caso del monopolio) la recompensa. De allí de nuevo la importancia de la competencia y de los intercambios libres y voluntarios. Además, para que la empresa que agrega valor a la sociedad siga haciendo esa buena labor que hace, debe ser sostenible financieramente, deben permitírsele y reconocérsele sus ganancias.

Continúa el Doctor Angélico respondiendo a la objeción de que no pareciera ser lícito, en el comercio, vender una cosa a un precio superior al pagado por ella:

“…Porque si vende a un precio más elevado algo que ha cambiado para mejor, pareciera recibir la recompensa por su trabajo. Sin embargo, la ganancia misma puede ser lícitamente intencionada, no como un fin último, sino por el bien de algún otro fin que sea necesario o virtuoso, como se ha dicho anteriormente…”

Y continúa desarrollando el mismo tema, en su respuesta a la Objeción No. 2:

“No todo el que vende a un precio más alto del que compró es un comerciante, pero sólo el que compra puede vender con un beneficio. Si, por el contrario, él compra no para la venta sino para la posesión, y después, por alguna razón desea vender, no es una transacción comercial, incluso si vende con un beneficio. Porque él puede hacer esto lícitamente, bien porque ha mejorado la cosa, o porque el valor de la cosa ha cambiado con el cambio de lugar o tiempo, o debido al peligro que incurre en transferir la cosa de un lugar a otro, o de nuevo por haberlo transportado por otro. En este sentido, ni la compra ni la venta son injustas.”

Como señala Tomás de Aquino, la ganancia es justa por haber agregado valor a la cosa, o por haberla llevado de un sitio a otro (distribución), o por asumir riesgos, o por prestar un servicio de transporte a nombre de otra persona. Como se ve, economía y finanzas puras en una obra fundamental de Teología. Esto no es cualquier cosa.

Bueno amigos, con esto concluimos esta serie de artículos sobre el interés propio, en la que hemos tratado de mostrar la moralidad de las ganancias y de los intercambios, en la libre interacción entre vendedores y compradores.

Entender de economía política, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué no cambia y por qué es difícil cambiar el statu quo.

Rafael Avila
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