Kaizen

Esta misma semana, pero de hace un año, compartí con ustedes mis deseos para el espíritu de la Navidad. En el artículo comentaba que la realidad nacional nos había obligado a rebajar nuestras expectativas personales a meros deseos de supervivencia o a fantasías utópicas, en el mejor de los casos. Deseos como los de tener paz, dinero suficiente, y un espacio para que nuestros hijos crezcan pueden parecer mucho en este momento, pero en verdad es lo menos que merecemos como ciudadanos y como seres pensantes.

Veo con tristeza que la realidad no ha cambiado mucho. Ciertamente, casi nada. Aunque estas fechas se suponen propicias para la celebración y la alegría, en este momento en Venezuela no hay muchas ganas de festejar. Opino sin sarcasmo que este desánimo generalizado es la puerta de una oportunidad, pero también soy consciente de que si no me explico bien, corro el riesgo de que se me malentienda. Veamos:

La actualidad venezolana es muy compleja. Eso es algo que se nos ha dicho hasta la desesperación. Pero he leído —y mi corta experiencia me lo enseñó— que para encontrar salidas lo mejor es ir avanzando un paso a la vez: identificar el problema (por ejemplo, “el dinero no rinde”) y enfocarse en las soluciones posibles sin abarcarlas todas al mismo tiempo. Entender BIEN el problema es el punto de partida en la ruta hacia la solución (“crear nuevas fuentes de ingresos”) y las metas del camino (“determinar en qué soy bueno”) para luego aplicarlas (“cómo sacar dinero de mi potencial”).

Es un proceso de mejora continua que respeto, pero no es sencillo porque implica unas profundas ganas de conocernos a nosotros mismos. Eso además requiere de tiempo para encontrar honestamente cuáles son nuestras habilidades especiales. Todos las tenemos, aunque no estemos seguros de cuáles son. Los japoneses tienen un nombre hermoso para eso: “kaizen”. En internet se dice que puede describirse mejor como un “autodesarrollo continuo”, esto es, mejorar cada día un aspecto, una virtud, un paso, que por sencillo que sea, al final determina un logro gigantesco. Kaizen.

El gran caos en el que estamos nos dificulta ver lo pequeño, lo simple. Pero resulta que son los detalles los que marcan la diferencia al final: un velocista que se estira de más a pocos centímetros de la meta, un karateca que golpea medio segundo más rápido, un vendedor que ofrece café a sus clientes, un escolar que mejora la redondez de su caligrafía, un trader que estudia un nuevo mercado… Siempre hay algo que mejorar, y ese entrenamiento nunca termina.

Opino que podemos aplicar la misma filosofía en la vida cotidiana, y más aún en Venezuela. Muchos nos preguntamos qué podemos hacer para salir de la crisis, y las respuestas que he recibido apuntan más a lo macro que a lo micro, es decir, el camino inverso a lo que les comento. Quizás sea un buen momento para intentar otras soluciones.

Estoy seguro de que muchos de ustedes tienen sus propias dificultades, por eso sostengo que la mejor manera de festejar estas fechas es ayudando con algo al más cercano. Todos tenemos algo que dar, y no solo es dinero lo que hace falta. En ocasiones, basta ofrecer apoyo en una tarea, algo de compañía… O una palabra amable. Algo pequeño, hacia alguien muy cercano a nosotros, que cueste casi nada y que marque una diferencia imperceptible, puede ser el punto de partida para una solución común. Lo digo porque aprendí que en ocasiones, cuando perdemos de vista de nuestros objetivos, un mínimo empujón es todo lo que se requiere para enrumbarnos de nuevo.

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