Año nuevo ¿Vida nueva?

Comienza el nuevo año y lo acompañan las promesas de mejora personal que siempre nos hacemos, producto de la reflexión -muchas veces inadvertida- que hemos realizado durante el asueto decembrino. Reflexión que llevamos a cabo en cualquier circunstancia, sea buena o mala nuestra situación económica, social o emocional; ya que tendemos por lo general, a comparar este año con el anterior; si fue mejor o peor y en función de eso, procuramos identificar oportunidades de mejora y de ajustes a nuestro plan de vida.

Esto es así porque la Navidad, con su profundo significado de vida y unión familiar -que ha sido la tradición en nuestro país- a pesar de todas las dificultades presentes y, el Año Nuevo, ese nuevo calendario que nos da la oportunidad para un comienzo fresco (fresh start), nos proporcionan el ambiente idóneo para repensar sobre nuestra existencia; nuestros objetivos de vida y nos dan una nueva oportunidad para replantearnos los fines que queremos alcanzar y, redefinir o ajustar los planes que nos permitirán avanzar hacia nuestro fin: llegar a ser y tener todo aquello que nos haga mejores y felices.

En esta reflexión es de mucha ayuda y relevancia: 1) realmente saber qué quiero hacer con mi vida, 2) identificar cómo puedo lograrlo y 3) saber expresarlo a los demás.

Las respuestas claras a estas preguntas marcarán la pauta de los planes de este nuevo año y de esas resoluciones, que nos ayudarán a lograr el éxito que esperamos obtener. Algunos dirán que son preguntas y respuestas obvias. No obstante, muchas personas las “evitan”; ya sea porque no tienen claras las respuestas,  “les falta” tiempo, les “parece” demasiado serio o simplemente hay que “vivir un día a la vez”, sin hacer muchos planes; o porque resulta incómodo, por no decir frustrante, procurar responder estos cuestionamientos.

En todo caso, ¿Por qué son relevantes estas preguntas? Porque si quiero ser exitoso, tengo que saber qué quiero. Más aún, si quiero ser exitoso en cooperación con otros, tengo que saber cómo comunicar e interactuar con los otros y, en este sentido, para que mi éxito sea de largo plazo, mis palabras y acciones deber ser tales que sean aceptadas o por lo menos comprendidas por los demás.

Este último punto, muchas veces lo obviamos, pero es fundamental, porque rara vez nuestra voluntad -considerada como las ganas, el deseo y la predisposición para procurar algo- por sí sola es suficiente. Para la ejecución de nuestro plan -que se supone debemos haber definido previamente- necesitamos implementar acciones que, por lo general, dependen de o necesitamos de la colaboración de otros: familiares, colegas, clientes, socios, etc. De ahí la importancia de la comunicación y a su vez la especificación clara de nuestra intención. De otra manera conseguiremos obstáculos que retrasarán, o por último impedirán, el avance hacia nuestros fines.

Ahora ¿Realmente sé qué quiero? ¿Por qué insistir en esta pregunta? Veamos.

Por poner un ejemplo, muchas personas se dan cuenta tardíamente que han elegido la carrera equivocada, o bien, que otros la “eligieron” por ellos. Pueden tener éxito, pero están insatisfechos. ¿Cómo saberlo? La palabra «éxito» muestra en sí misma porque esto es así, ya que el éxito es el resultado que una decisión, que una acción tiene. Si quiero algo, lo hago y se produce el resultado esperado, me siento feliz. El vínculo entre la voluntad, la acción y el éxito de la acción son cónsonos. Por el contrario, si la decisión y la acción no reflejan mi voluntad, cómo puede estar feliz, y entonces cabe la pregunta ¿qué se supone qué es el éxito?

Veamos. Aquel que siempre hizo lo que otros esperaban de él, probablemente no habrá experimentado satisfacción. Si el éxito no te trae la felicidad, pregúntate cuánto querías que sucediera lo que hiciste y asegúrate de que en el futuro quieras lo que haces. Si por mucho tiempo te falta alegría en tu éxito, aunque no haya aspectos negativos obvios, probablemente hayas dejado que otros decidan por ti. Y eso es amargo, ya que quien no decide por sí mismo -no en la acción específica, sino en el significado de esa acción para su vida-, está siendo conducido por los deseos de otro. Y es aquí donde volvernos a hacernos la pregunta: ¿qué quiero? Y donde tomar ventaja del año nuevo nos puede ser de mucha utilidad, para respondernos y posibilitar un nuevo comienzo, hacia una “vida nueva” y así retomar el verdadero camino hacia el éxito, hacia la felicidad.

En todo caso, más vale tarde que nunca, ya que a menudo sucumbimos «solo» a la vaga sensación de haber escapado a nuestra propia voluntad. Y en realidad, todo lo que hemos hecho hasta ahora es escapar con éxito de descubrir nuestra verdadera voluntad.  Si estamos sufriendo de inquietud, si estamos forcejeando sin razón, entonces es hora de cambiar de rumbo y reservar un tiempo específico para ponerse al día con las oportunidades perdidas. La sensación incómoda desaparecerá tan pronto como hayamos experimentado el contacto con nuestra voluntad «verdadera».

Por lo general todos experimentamos un pequeño temor de nosotros mismos, de auto-reconocimiento, que es innato. No debemos avergonzarnos de eso. Y si no podemos conocer nuestra voluntad por nosotros mismos, debemos buscar ayuda. ¡Demostremos valentía! En el peor de los casos, descubriremos que en el futuro querremos hacer las cosas un poco diferente que antes. Delante de nosotros yace uno de los sentimientos más elevados que un ser humano puede experimentar: el sentimiento de autoconocimiento. El auto reconocimiento es el camino, el autoconocimiento es el objetivo.

¿Has decidido conocer a fondo tu voluntad? ¿Todo por ti mismo? Respondido esto, tengamos presente que siempre tenemos la oportunidad de decidir algo diferente para nuestras vidas, que el pasado no nos hipoteca y que la acción humana, libre y responsable, es el mejor regalo que tenemos los seres humanos, sobre todo si la sabemos canalizarla de acuerdo a nuestros más profundos intereses, a nuestro plan de vida.

Hugo Bravo
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