Paz de retaliaciones
Advertido con suficiente y muy expresa antelación, el llamado al diálogo fue un ardid; y el llamado diálogo, un sainete. La sentencia es demasiado benévola por las dramáticas consecuencias que ha generado, pues, además de atizar el hambre de la población, aparentemente la deja sin una orientación o conducción política.
Ahora, reiterando los deberes de una nueva cita en República Dominicana, el sector de la oposición que unilateralmente se comprometió a ella, no le queda otra opción que de renegociar sobre los hechos ya cumplidos. Y es que, para sentarse en la mesa, algún mínimo compromiso contrajeron las partes, aunque no fuese publicitado, quedase sobreentendido, o lo supusiera el mandatario dominicano y los cancilleres que extendieron la fianza.
Muy mal estamos de contar con sendos negociadores por la oposición que, además de malbaratar el respaldo de ciertas individualidades integradas a un denominado equipo técnico, se dejan entrampar con facilidad, pues, por ridícula que parezca la escena, acudir a la isla en representación de sus partidos y, al volver, no tenerlos por una invalidación de la que quizá nunca hablaron, ya forma parte de una triste antología del absurdo. Valga acotar, adelantándose a los resultados visibles y concretos que esperaban, voceros de los partidos concurrentes de la oposición ya habían planteado unos comicios presidenciales a corto plazo, ambientando esa generosa abstracción de “nuestra mejor arma es el voto”. No obstante, evidenciando el preacuerdo, burlados los actores, la dictadura decidió convocarlos por cuenta propia, ya que – dinamitada la unidad – simplemente no les hizo falta ni siquiera el comentario para los que ya corren a concursar.
De emboscada en emboscada, ha avanzado el régimen que, demostrado, no aspira a la paz de un consenso que ontológicamente le es y le será siempre ajeno, sino a la de las retaliaciones. La factura la pasa y seguirá pasándola a aquellos que real, abierta e inequívocamente se le oponen; vale decir, a todo el país.
Otra vez, diligenciarán la importación y distribución de insumos básicos, abonarán a la cuenta bancaria de los más ingenuos, radicalizarán una campaña electoral que diga del paraíso – ahora, sí – a la vuelta de la esquina, quemando gigantescas cantidades de divisas. Otra vez, los ocupantes de Miraflores tomarán venganza, afectando a propios y a extraños, pues, al fin y al cabo, les estorba el hambre y la miseria que generaron: una paz de retaliaciones que, por supuesto, no es paz.
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