El rol de la diáspora venezolana
No es una ola de migraciones, no son números de exiliados, es una diáspora. Al buscar en
libros o en internet encontrarán que esta palabra es poco usada pues pocas han sido realmente
las diásporas que se han dado en los últimos 150 años; siendo las más relevantes la de los
judíos – que inició muchos años antes de las Guerras Mundiales –; la de los armenios
intensificada tras el genocidio de 1915; la de gallegos, canarios y otros españoles tras la
Guerra Civil de 1936 y más recientemente la diáspora palestina producto a las controversias
en su territorio y la serie de guerras árabes-israelíes disputadas.
Profesionales en estudios de migraciones y diásporas ya consideran el caso de los
venezolanos como tal, una diáspora, y quizás la más relevante del siglo XXI al inclusive
superar las olas de migrantes africanos y árabes tras la primavera árabe iniciada en 2011.
Opinión que no va aislada de la realidad que las cifras reflejan como las publicadas por
Consultores 21 hace unas semanas, que indican que el número de venezolanos fuera de su
nación supera los cuatro millones de personas.
Sobran motivos para emigrar hoy de Venezuela, pero, también es cierto que el número
aumentó exponencialmente tras el agravamiento de la situación económica de una nación
dominada por una narco-dictadura y un sistema económico completamente planificado, que,
como todos desemboca en corrupción, escasez, desabastecimiento y pérdida de poder
adquisitivo ante una hiperinflación que actúa tan veloz como un virus en los bolsillos de los
venezolanos.
Ahora bien, los que entendemos de la perversa naturaleza de esta narco-tiranía y nos
atrevemos a llamarla como tal, sabemos que a estos resulta beneficioso el hecho que millones
de venezolanos escapen y abandonen su país, para permitirles – a los tiranos – aferrarse
mucho más al poder y tener un control aún mayor del que ya poseen sobre la nación.
Sin duda esto traería muchos beneficios a la dictadura: menos personas que atender o
mantener, mayor control de las instituciones y por supuesto, menor cantidad de venezolanos
dispuestos a alzar su voz en su contra y provocar tensiones a lo interno del país. Sin embargo,
no todo es tan beneficioso; los venezolanos en el extranjero pueden representar quizás la
amenaza más creíble e incómoda para la narco-dictadura.
Son cuatro millones de voces que hablan abiertamente sobre el sufrimiento que viven sus
connacionales en su país; que exponen las mafias, la corrupción, el narcotráfico y la pesadilla
para poder comer un trozo de pan o tomar un ibuprofeno, si es que llegas a tener el dinero o
si no se han acabado los productos al momento en que logres arribar al comercio. Son cuatro
millones de venezolanos que representan la mejor materia prima que la libertad de Venezuela
pueda tener.
La labor del “boca a boca” es fundamental, más si llega al ciudadano del país en donde te
encuentras; pero lo que en verdad provocará una gran presión a la Comunidad Internacional
y una gran amenaza temible a los tiranos, será en el momento en que asistamos como
comunidad venezolana radicada en cualquier ciudad – capital o no – para elevar nuestra voz
ante los gobiernos de los países en los que residimos y solicitarles no ser cómplices del
genocidio venezolano y aumentar – o promover – sanciones a los culpables de este hecho
que pone en riesgo la propia soberanía del país al cual sirven.
No basta con uno, dos o tres amigos venezolanos que se juntan en Boston, Sydney, Madrid,
Miami o inclusive Hong Kong para realizar esta solicitud; debemos organizar a nuestras
comunidades en cada ciudad para asistir a las cancillerías y embajadas de los países
democráticos aliados de nuestra causa para postular no solo nuestra preocupación, sino el
riesgo que sus países y el mundo corren a medida que la dictadura en Venezuela se aferra
más y más al poder. A solicitarles más sanciones y más presión.
Debemos solidarizarlos desde las perspectiva de lo que les afecta como mandatarios o
funcionarios, como ciudadanos canadienses o franceses, como embajadores o diputados;
hacerles ver que hoy la narco-dictadura en Venezuela les supone: droga en sus países,
financiamiento a grupos terroristas que comenten atentados en sus países; un genocidio
desencadenado y sistemático que burla cualquier Convención, Protocolo o Tratado
Internacional; y una diáspora incontrolada que aumentará y representará un gran problema
para los países que los reciben.
Es momento de que asumamos la lucha que todos hemos venido dando en Venezuela – o
fuera de ella – para canalizar una mayor presión que logre que la Comunidad Internacional
siga avanzando y asimilando que el caso venezolano no tiene precedentes y que el mundo
sufriría un graso error de cálculo al permitir que la dictadura siga en Venezuela mientras
Rusia y China toman el control de su nueva colonia en la región.
Ha llegado el momento de hacerles ver y entender que los venezolanos rechazamos cualquier
invasión, pero que eso no supone estar en contra de una necesaria intervención humanitaria
que junto a una presión interna pongan fin al despotismo cubano en nuestro país y a las redes
de narcotráfico que financian dicho sistema.
Nuestro esfuerzo representará una gran recompensa mientras que nuestra neutralidad un
grado irresponsable de complicidad. Es hora de organizarnos y presionar al gobierno del país
en donde nos encontramos; es hora de ser embajadores de la República libre de Venezuela
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