La erosión de la libertad de prensa en Estados Unidos
Cadena nacional a la americana
“Estamos preocupados por la perturbadora tendencia de artículos de prensa irresponsables y parciales que azota a nuestro país. La divulgación de noticias sesgadas y falsas se ha hecho demasiado común en las redes sociales. De manera más alarmante, algunos medios publican estas mismas noticias falsas (fake news, en el original), sin antes verificar los hechos. Desafortunadamente, algunos miembros de dichos medios usan estas plataformas para propagar sus propias agendas y controlar lo que la gente piensa. Esto es extremadamente peligroso para nuestra democracia”.
Traducción mediante, el párrafo anterior fue escuchado por la audiencia de cerca de 200 estaciones locales de televisión en Estados Unidos. Dichas estaciones son propiedad de la empresa Sinclair Broadcasting. El texto—una directiva de los ejecutivos de la compañía que los presentadores de noticias debieron leer—no identifica a medio ni periodista alguno.
El script fue leído de manera extemporánea. Podría haber resultado confuso, por ende, pero bajo la presidencia de Donald Trump la expresión fake news tiene un significado preciso y conlleva un mensaje inequívoco: denostar a los medios críticos de su gestión. El habitual tweet del presidente no se hizo esperar, elogiando a Sinclair y reprobando a CNN y NBC.
Sinclair siempre ha tenido una línea editorial conservadora, pero en la elección de 2016 formalizó un acuerdo con la campaña de Trump para proveerle cobertura favorable, según admitió en diciembre pasado el yerno del presidente. Tan favorable que un segmento habitual en sus teledifusoras es el comentario de Boris Ephsteyn, ex asesor de Trump convertido en el principal analista político de Sinclair.
En la actualidad, la compañía está a la espera de la resolución de la autoridad regulatoria sobre su propuesta de compra del grupo Tribune Media, propietario de 42 estaciones de televisión. La cercanía de la empresa con la Casa Blanca sugiere un comportamiento rentístico, conducta por la cual el lucro de las firmas es función de su capacidad de acceso al poder. De ser aprobada la transacción, Sinclair tendrá llegada al 70% de los hogares del país.
No es infrecuente que las empresas persigan rentas. Sí es infrecuente, en Estados Unidos, tal grado de cercanía entre un presidente y un medio periodístico, y la utilización explícitamente política de esa relación. El hecho en realidad no tiene precedentes. Lo ocurrido es lo más cercano a una cadena nacional de televisión que jamás se haya visto en el país, lo cual se confirma con el mapa de cobertura geográfica de Sinclair según se aprecia en la página web de la empresa.
El episodio quizás señale un cambio en la compleja relación del presidente con los medios. Hasta ahora todo se limitaba a las acostumbradas reprimendas hacia sus críticos, algo inocuas bajo la protección constitucional a la libertad de expresión. Ahora, un grupo periodístico afín hace propios la narrativa y el lenguaje del presidente, distribuyendo un texto entre cientos de estaciones y obligando a los presentadores de noticias a recitar un script, uniformándolos y restringiendo así su libertad de prensa.
Es normal que los medios tengan una línea editorial definida, sin duda, lo cual no es lo mismo que reducir a sus periodistas a repetidores de consignas. Tal vez esta sea la consolidación de una tendencia en la cual América Latina posee una larga experiencia: la transformación de medios de información en órganos de difusión de la visión oficialista, y la utilización de una suerte de cadena nacional como instrumento.
En consecuencia, la noción de cuarta rama del Estado, medular en la tradición constitucional americana, se diluye si la prensa se fusiona con el Ejecutivo. De esta manera se debilita el papel fiscalizador de la prensa independiente, y se altera el tan fundamental principio de separación y equilibrio de poderes. Por cierto, esto sí que es “extremadamente peligroso para la democracia”.
El hecho no podría haber sido más oportuno. Dos semanas atrás fui parte del inicio de actividades de FundamediosUSA, organización originaria de Ecuador y creada con el objetivo de monitorear, investigar y proteger la libertad de expresión. Ello a raíz de la persecución y las sanciones sistemáticas sufridas por los periodistas de ese país, y para contrarrestar la censura y el acoso del anterior presidente, Rafael Correa.
La filial de la organización en Estados Unidos, por su parte, busca unir al periodismo del continente, compartir experiencias sobre los avances y retrocesos en el acceso a la información, examinando los retos para la libertad de expresión y el rol de los medios en la construcción de la democracia y la lucha contra la corrupción. Y todo esto en “las Américas”, o sea, en el norte tanto como en el sur.
Una lúcida idea. En Estados Unidos no hay Ley Orgánica de Comunicación, ni Superintendencia de la Información y Comunicación, ni sabatinas, la institucionalidad creada por Correa, pero el clima de acoso a la prensa independiente crece. Y además ya se ensaya con la cadena nacional. La experiencia en el sur del continente será más que valiosa en el norte.
Crédito: El País
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