Vizquel y el derecho al optimismo
Ya ni siquiera teledeportistas, hemos perdido la capacidad de afición sobre el juego. En los momentos preliminares de una jornada de trabajo, los compañeros de mesa intercambiaron opiniones en torno al desarrollo del Mundial de Fútbol y el posible equipo ganador, percatándonos nuevamente del desinterés personal en una materia que apunta a un derecho humano: el de la distracción o recreación.
Rectificación aparte, la que nos debemos a nosotros mismos, días atrás circuló en las redes el breve video de la incorporación de Omar Vizquel al Salón de la Fama de los Indios de Cleveland. Justo reconocimiento que nos llena de orgullo, nos llevó al país que hizo posible una figura tan estelar del béisbol, imposible de perder a pesar de las duras y prolongadas circunstancias impuestas por el socialismo de las demoliciones.
Por lo pronto, versamos sobre un referente ético de la venezolanidad. Al exceso de cizaña, por encima del trigo, en otros ámbitos, se contrapone la virtud de los deportistas profesionales que, muy escasamente, protagonizan noticias lamentables en la vida pública y personal. Expresando un mínimo deseable de parámetros, desenvolviéndose con la espontaneidad necesaria, llevan – precisamente – una vida ordenada, respetuosa y respetable, intactas sus querencias por el país que los vio nacer, incurriendo en actos de desprendimiento o altruismo de los que, poco o mucho, se sabe.
Resentimiento alguno generan sus exitosas carreras deportivas, por elevadas que fuesen las cifras de una fortuna que no ocultan, ni pueden ocultar a la opinión pública, más allá de las entidades tributarias oficiales. Al contrario, se les reconoce como un legítimo premio al talento natural, al esfuerzo, la disciplina, el aprendizaje, la humildad y la persistencia, siendo limpios competidores en una limpia competencia atestiguada por centenares de miles de personas.
La trayectoria de Vizquel, acreedor de récords en diferentes departamentos de un área de fildeo que tiene a tan insignes predecesores venezolanos, es motivo de una enorme satisfacción para sus coterráneos, ajenos o no al béisbol. Nos levantó la moral el acto de reconocimiento en un estadio que lo aplaudió y lo celebró, recobrando el derecho al optimismo que no demuelen ni demolerán los inútilmente ociosos que dicen gobernarnos.
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