La gemela atormentada
Encontré a la gemela en el lavadero de la casa. Estaba muy acongojada y a punto de soltar el llanto. Me dijo, apenada que, no tenía mejor lugar para guarecerse, lo que no me enterneció. Estaba demasiado brava como para discernir sobre sus problemas, aunque debo reconocer que eso no justificaba mi entrada brusca. Les advierto que estoy contando algo que es inusual, pero al mismo tiempo común en buena parte de los hogares, aunque pocos lo reconozcan. Nadie puede negar que a veces ocurren cosas que pasan ligeramente desapercibidas. Este era uno de esos casos.
Con frecuencia las gemelas jugaban sucio, se escondían, lo que me llevaba a dar trastazos por toda la casa, buscándolas. La mire con desprecio, no podía ocultar el desagrado que me producían. Gracias a una de ellas me veía envuelta en un juego malvado que habían desarrollado para martirizar a los demás. Sin embargo, trate de calmarme. Mientras la sostenía en mis manos, le dije que no se preocupara tanto, aunque con disimuló aproveche el momento para mirarla bien, con el firme propósito de identificarla. A manera de disculpas, Me contó que con frecuencia las secuestraba un ser del más allá que, se aprovechaba de la angustia que ellas compartían. siempre se llevaban a una de las dos, dejando a la otra indefensa.
Alegó que todo era culpa de la familia que les exigía unión, bajo la amenaza de llevarlas al trasto de la basura.Era una cuestión de supervivencia, dijo, al tiempo que me suplicó apoyo, con lo que parecían unos ojos agotados. Según ella, todos en casa, las acusaban de ese comportam.iento díscolo. Era obvio que se afanaba por presentarse como una víctima..Como habían nacido juntas, lo que no se puede obviar, se acompañaban para mantener las apariencias, aunque buscaban la forma de romper con eso, al desaparecer bruscamente, una de las dos. Me deje llevar por estos argumentos. Ellas, en realidad, no tenían que, dejarse apabullar, deberían a cambio, poder decidir esa unión, sin sentir la angustia de ver sus vidas en peligro. Tenían razón, Si querían dejar el puesto libre para ser ocupado por otra, era asunto de ellas, de nadie más. No podía creer que, estaba de su parte, que las aceptara después de haberme producido tanta desazón.
Me dirigí a ambas, porque sospechaba que la otra, con seguridad, estaba escuchando, escondida en algún lugar. Les mostré que validaba el criterio que defendían, eso era su decisión, al punto que levante a todas las gemelas que estaban a mi alcance y las mezcle para darles independencia, pero eso no les gusto. Tenían una relación de amor y odio de la que no podían escapar. Era una dicotomía insólita lo que martirizaba a esas pobres cosas. No perdería mas mi tiempo discerniendo con algo que no tenía ni pies ni cabeza, aunque para ser sincera, tenían pies, más no cabeza. Se unieron nuevamente, mirándome con asombro, casi ofendidas. Me sentí tan molesta, tan burlada y humillada que, las agarré y las tiré en un cajón, convencida que jamás iba a preocuparme. Total, ellas casi siempre iban a estar escondidas en los zapatos, casi siempre mostraban una parte de sus formas, de sus colores. No me importaría si eran o no similares. Al fin y al cabo eran lo que siempre han sido. Aquí, entre nos, el mejor sitio que escogen para esconderse es la misma lavadora.
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