(ARGENTINA) Bolsonaro no es una mala noticia para Macri
La política exterior no es el lado fuerte de Jair Bolsonaro . Su larga trayectoria en el Congreso brasileño lo ató a la siempre agitada política interna, muy lejos de las relaciones internacionales. Lleva, además, solo 16 días en el gobierno; tuvo apenas tiempo para designar a los ministros y algunos otros funcionarios importantes de su administración. En ese módico contexto, debe señalarse como un buen principio que Mauricio Macri haya sido el primer presidente extranjero al que Bolsonaro recibió en Brasilia, incluido un cálido abrazo, gesto al que el mandatario argentino no está acostumbrado cuando se reúne con líderes extranjeros. La buena predisposición hacia los argentinos se replicó en cada una de las reuniones de los ministros locales con sus pares brasileños. Más allá de la gestualidad, lo cierto es que la delegación argentina consiguió su objetivo, que nunca consistió en traer bajo el brazo importantes acuerdos firmados. Se conformaba con empezar a trabajar con el gobierno de Bolsonaro en una amplia panoplia de temas. Ese fue el propósito explícito que se fijó el canciller Jorge Faurie . «Lo logramos», dijeron ayer altas fuentes del gobierno argentino.
La normalización institucional de Brasil es ya una buena novedad para la Argentina. El país de Bolsonaro es el socio comercial más importante de la Argentina y el principal destino de sus exportaciones industriales, que son, a su vez, las que promueven más trabajo aquí. Michel Temer fue un presidente muy cercano a las posiciones de Macri, pero aquel había entrado por la ventana al Palacio del Planalto, sede de la presidencia brasileña. Llegó a la jefatura del Ejecutivo brasileño cuando Dilma Rousseff fue destituida; Temer asumió entonces en su condición de vicepresidente. Temer nunca superó, como presidente, el 10% de la simpatía popular.
La relación comercial entre los dos países está a salvo de los cambios brasileños, porque Brasil tuvo casi siempre superávit en el intercambio comercial con la Argentina. Funcionarios de Macri esperan que en diciembre pasado haya habido un leve superávit argentino en el comercio con Brasil después de décadas de déficits. El dato final no se conoce aún. ¿Por qué Brasil renegaría de una relación que le fue históricamente beneficiosa? Los problemas de resolución más urgente son el Mercosur y la posición ante la crisis terminal que parece vivir Venezuela. Ayer hubo un progreso cuando ambos gobiernos coincidieron en una alianza comercial más abierta al mundo.
El Mercosur de Dilma Rousseff y Cristina Kirchner se había encerrado demasiado en sí mismo y solo se ocupaba de las coincidencias ideológicas. Bolsonaro detesta mirar solo a la izquierda; Macri abomina ideologizar las relaciones exteriores. Dicen lo mismo con palabras distintas. Macri viene proponiendo la firma cuanto antes de un acuerdo de libre comercio del Mercosur con la Unión Europea (la próxima oportunidad será en marzo) y un acercamiento con la Alianza del Pacífico, que agrupa a México, Colombia, Chile y Perú. El equipo económico de Bolsonaro parece tocar la misma melodía. De hecho, el ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, deslizó ayer ante los argentinos una elegante autocrítica cuando aludió a sus primeras declaraciones sobre el Mercosur. Una posición igualmente crítica había tenido ya Uruguay, que protestaba por el encierro al que sometían su comercio los gobiernos de Brasil y la Argentina. Sucede que los países del Mercosur tienen escaso margen para negociar por sí solos acuerdos comerciales con países no integrantes de la alianza del sur de América. Los más ambiciosos acuerdos de libre comercio deben ser acordados por el Mercosur en nombre de las naciones que lo integran.
Las críticas de Macri y Bolsonaro a esa política de encierro podrían resolverse dentro del propio Mercosur si este se abriera a una dinámica menos rígida. Empezar a trabajar en esa nueva política fue uno de los acuerdos de ayer, que podría incluir una complementación de la industria nuclear con fines pacíficos de ambos países. En el caso de la Unión Europea, con la que el Mercosur negocia un acuerdo desde hace 18 años, Bolsonaro pidió ayer una firma «rápida» del eventual tratado de libre comercio. Como siempre, cuando el problema se resuelve aquí, el conflicto salta hacia Europa. El país europeo que más obstáculos puso siempre a la firma de un tratado con el Mercosur fue Francia, que pareció flexibilizarse con el arribo de Emmanuel Macronal Palacio del Elíseo. Sin embargo, en tiempos recientes el presidente francés se debilitó en su país. La pregunta, que nadie responde por ahora, es si Macron cumplirá con las promesas que le hizo a Macri o si, en cambio, preferirá no abrir nuevos conflictos dentro de su país, donde el sector agropecuario es muy influyente.
Una parte de la conversación entre los presidentes de la que se habló poco en público fue la oferta de Macri para contribuir a un acercamiento personal de Bolsonaro con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump . Desde ya, no estaba hablando de la relación institucional entre los dos países; Brasil tiene una diplomacia reconocida en todo el mundo por su eficacia. Pero es sabido que Trump prefiere la relación personal con los dirigentes del mundo antes que la institucional. Macri es, a su vez, el único presidente del mundo al que Trump conoce desde antes de ser presidente.
Un tema no menor de coincidencias fue Venezuela . Los dos países decidieron reconocer como presidente legítimo de Venezuela a Juan Guaidó , titular de la Asamblea Legislativa de Caracas. Una posición que ya había deslizado el Grupo de Lima, pero que debe hacer explícita cada uno de los países que lo integran. La posición argentina, que ya la había adelantado el canciller Faurie, es la de reconocer a Guaidó como presidente interino de Venezuela para que convoque a elecciones libres y con la garantía de observadores internacionales. El gobierno de Uruguay se descabalgó de esa posición y prefirió caminar con paso cansino en la toma de distancia del régimen, a todas luces dictatorial, de Nicolás Maduro . También el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador desentonó con el Grupo de Lima. Envió una delegación de bajo nivel a la asunción de Maduro, pero delegación al fin, y no ha reconocido hasta ahora la presidencia interina de Guaidó. Tanto el gobierno de Uruguay como el de México se consideran de izquierda. Y reflejan los problemas de la izquierda cuando se trata de denunciar violaciones de los derechos humanos en países gobernados por presuntas personas de izquierda. La violación de los derechos humanos es, para ellos, propiedad exclusiva de la derecha.
Un problema no menor que tienen los países latinoamericanos que no reconocen a Maduro, y también otros países (como los de la Unión Europea), es la reticencia del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, para asumir un papel clave en la creación de un corredor humanitario en Venezuela. Además de la crisis política y económica, en Venezuela hay una crisis humanitaria, que es la más urgente de resolver. La comida escasea, cuando directamente no falta. La gente se muere por falta de medicamentos. La única autoridad internacional en condiciones de imponer un corredor humanitario es Guterres, cuya creación se la pidió varias veces el Grupo de Lima. El jefe de las Naciones Unidas no ha hecho nada por ahora.
La primera conclusión de la reunión de ayer es que Bolsonaro no es una mala noticia para el gobierno de Macri. Al contrario. Si la política económica del presidente brasileño impulsara otra vez el crecimiento de su país, que viene de varios años de estancamiento, la economía argentina se beneficiaría. La Argentina crece cuando Brasil crece. Las posiciones de política interna de Bolsonaro (su adscripción a la religión evangélica o su confianza en los militares) son cuestiones ajenas al gobierno argentino. Por convicción o por default de las otras fuerzas políticas, lo cierto es que Bolsonaro es el resultado de la opinión mayoritaria de su sociedad. Después de todo, ¿acaso Macri no es también producto del colapso del viejo sistema de partidos políticos?
Crédito: La Nación
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