(ARGENTINA) El no de Cristina Kirchner, el único cisne negro de Macri
María Eugenia Vidal imaginó el día improbable en que sería gobernadora de Buenos Aires con Cristina Kirchner como presidenta. Suficiente. Punto final para el debate sobre el desdoblamiento o no de las elecciones provinciales con las nacionales, que había promovido el peronismo -a favor y en contra- más que el oficialismo.
El macrismo debe admitir, de todos modos, que hace solo un año no hubiera existido ni siquiera un esbozo de discusión sobre el tema. Lo que sucedió en los últimos meses fue una caída de la imagen del Presidente, un crecimiento de Cristina Kirchner y una recesión que aún perdura. Pero ¿ha mejorado tanto la expresidenta? ¿Está en condiciones de ganar las elecciones presidenciales de la próxima primavera?
Al revés del Gobierno, que se equivoca más de lo que acierta en el manejo de la comunicación, el cristinismo conserva intactos los reflejos para crear en el imaginario social escenarios que no existen.
No hay ninguna encuesta seria que coloque a Cristina en el lugar de ganadora de las elecciones presidenciales, ni en la primera vuelta ni mucho menos en el eventual ballottage. Pero es, al mismo tiempo, la expresión opositora que más votos convoca; quien la sigue, Sergio Massa, está quince puntos por debajo de ella. Por eso, Cristina Kirchner es un factor imprescindible en la estrategia electoral de Mauricio Macri.
Cualquier otro candidato del peronismo, sin los achaques políticos de la exmandataria, podría convertirse en un rival con posibilidades de ganarle al Presidente. Ese candidato no está todavía. De hecho, no hay después de Cristina ningún político opositor en condiciones de desequilibrar las elecciones. Ni Massa ni Roberto Lavagna ni Juan Manuel Urtubey podrían modificar el paisaje electoral con solo decir presente. Pero serían competidores mucho más peligrosos para Macri si Cristina no estuviera. Mientras sobrevivan Macri y Cristina, el escenario que predominará será el de la extrema polarización entre ellos dos.
Un ejemplo. La inexplicable novedad de la política argentina no es que Cristina esté rondando el 30 por ciento de los votos. Lo verdaderamente increíble es que Macri ganaría el ballottage frente a ella con un porcentaje que oscila entre el 52 y el 54 por ciento de los votos. Es decir, la expresidenta sacaría en la eventual segunda vuelta entre el 46 y el 48 por ciento. Es un porcentaje enorme. Pero cualquier otro peronista podría hacer una elección mejor. El verdadero cisne negro de Macri, ese fenómeno impredecible que de suceder puede cambiar todo lo preexistente, sería una renuncia de Cristina Kirchner a su candidatura. Ella retiene todavía la condición desequilibrante que no tiene ningún otro peronista.
¿Existe la posibilidad de que Cristina no sea candidata? La alternativa es altamente improbable. La pregunta que debe hacerse es otra: ¿por qué no sería candidata? Tiene, como se ha dicho, más votos que cualquier otro opositor. Ese es el dato objetivo de ahora. Todo lo demás son pronósticos e inferencias que no sirven para nada. Su ambición de poder es innegable; ahora también lo necesita. A partir de fin de mes, estará saliendo y entrando en salas de juicios orales y públicos por hechos de corrupción, en la mayoría de los cuales será declarada culpable. En su visión conspirativa de la política, quien tiene el poder está en condiciones de controlar a los jueces. O, al menos, los jueces se frenarán en seco, supone, ante una persona que está sentada en el sillón de los presidentes. Cristina cree que la política de Macri anda mal y terminará peor. Muchos argentinos son más optimistas o, al menos, dudan. ¿Por qué no deduciría ella también que mejorarán sus chances electorales en la medida en que la situación del país empeore? El jueves pasado, una vieja aliada suya, la gobernadora de Catamarca, Lucía Corpacci, decidió unificar las elecciones provinciales con las nacionales. Corpacci, que había deslizado que las desdoblaría, dio un paso atrás, seguramente inducida por Cristina. Las otras provincias peronistas que votarán el mismo día los candidatos locales con los nacionales tienen profundas raíces en el cristinismo: Santa Cruz y Formosa. Es una señal seria de que Cristina ya se está probando el traje de candidata.
Cristina no creció desde el pedestal en el que ya estaba. Sucede que bajó mucho en las mediciones posteriores a las revelaciones de los cuadernos de las coimas. Luego, volvió a subir y ahora está como estaba antes del mayor escándalo sobre la corrupción de su gobierno. Macri sube y baja en una franja de entre 30 y 35 puntos de intención de voto. En enero perdió todo lo que había ganado en diciembre por la mala decisión de anunciar en medio de las fiestas de fin de año los aumentos de gas, luz y agua que habrá durante este año. La idea de que las Fiestas y las vacaciones esconden las malas noticias es propio de los que viven en los barrios elegantes. En los barrios de la clase media (y mucho más en los de los sectores bajos) un aumento es un aumento. Esa decisión demostró también un profundo desconocimiento de la función esencial de los medios periodísticos. Imaginaron que con esos anuncios se dejaría de hablar de aumentos durante este año. Se seguirá hablando, porque el periodismo recordará siempre el día en que comenzarán a regir las nuevas tarifas. Es su deber.
Macri necesita para asegurarse la reelección un dólar quieto, una inflación menos cruel y una economía con algunos signos de vida. Sería suficiente. La reciente crisis con las empresas petroleras en Vaca Muerta (que cambió impensadamente las reglas del juego en la era Macri) se explica sobre todo en la caída del consumo de electricidad, cuya generación necesita del gas. El gas sobra en verano. La caída del consumo de electricidad y gas se notó más que nada en las empresas y en la industria. Es el resultado de la pertinaz recesión.
Nunca veremos a Vidal discutiendo su lealtad a Macri. Es la aliada más sólida y permanente del Presidente. La discusión por el desdoblamiento la inició Massa cuando pidió que se separen las elecciones municipales de las provinciales y las nacionales. Le hubiera permitido a él conservar los pocos intendentes que tiene y darle libertad al resto de los alcaldes bonaerenses en las presidenciales. Era todo ganancia para Massa. Pero esa idea es inconstitucional. Solo se podía discutir el desdoblamiento de las elecciones provinciales de las nacionales. La sola enunciación de ese debate provocó el terror del kirchnerismo. Cristina se quedaría sola, sin intendentes, sin fiscales y sin financiación. La percepción del terror cristinista entusiasmó a algunos macristas a seguir con el debate. Valía la pena hablar de esa posibilidad si tanto le preocupaba al adversario.
El debate incipiente creció en los estamentos medios del gobierno, no entre Macri y Vidal. Hasta que la gobernadora llegó a la conclusión de que su vida sería una aventura imposible con Cristina como presidenta, que nadie del Gobierno debía permitir una imagen de debilidad del Presidente (que es lo que hubiera explotado el cristinismo en caso de desdoblamiento) y que la unificación les convenía a los bonaerenses y al dinero público. Es mejor que siga habiendo un presidente y una gobernadora del mismo signo político, concluyó, por lo menos hasta que la provincia de Buenos Aires cuente con autonomía económica. El dato personal más significativo es que Vidal nunca se imaginó tomando una decisión que no incluyera los intereses de Cambiemos y del propio Presidente. «Siempre seré leal al proyecto y a Macri», suele repetir. A Vidal le convenía el desdoblamiento porque ella no solo tiene buenas encuestas; tampoco tiene competencia. El peronismo, en cualquiera de sus versiones, carece de candidato a gobernador. Es muy distinta la situación de Rodríguez Larreta; a este le conviene la unificación porque la tendrá a Cristina en uno de los distritos más anticristinistas del país.
Faltan los radicales. Gerardo Morales, en Jujuy, y Alfredo Cornejo, en Mendoza, están molestos porque Macri y Vidal tomaron, dicen, una decisión sin consultarlos. Macri recibió a los dos en Villa La Angostura en pleno verano para pedirles que no desdoblen las elecciones provinciales de las nacionales. ¿Qué más consultas querían? Macri habló con ellos antes que con Vidal del eventual desdoblamiento. ¿Morales y Cornejo dejarán que se instale la imagen de un presidente cuyo liderazgo influye poco y nada en la coalición gobernante? La respuesta, que no existe, es clave.
Tal vez Macri nunca encuentre el único cisne negro posible, pero carece de márgenes para cometer nuevos errores y, además, necesita darle otro impulso a la economía. A Cristina no solo la esperan varios juicios por corrupción; también la aguarda la peripecia de Venezuela, de final incierto. El chavismo y Cristina están inscriptos en el mismo friso.
Crédito: La Nación
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