Irán y Venezuela, escenario de fricciones entre Europa y Estados Unidos
Dilemas europeos
Tuvo lugar esta semana en Varsovia la conferencia sobre seguridad en el Medio Oriente. Co-auspiciada por los gobiernos de Polonia y Estados Unidos, participaron en dicha reunión más de 60 países. Fue una ocasión pensada por la administración Trump para intensificar la presión sobre Irán.
Allí estuvieron Pompeo, Giuliani, Kushner y el vicepresidente Pence, quien fustigó con dureza a los europeos por no abandonar el acuerdo nuclear con Irán. Pence identificó a Irán como la principal causa de inestabilidad en el Medio Oriente. Y tuvo palabras duras con el Reino Unido, Francia y Alemania por el “Instex”, instrumento financiero concebido para burlar las sanciones impuestas por Estados Unidos.
En principio, el mecanismo fue diseñado para mantener el flujo de comercio en medicinas, alimentos y otros rubros que no deberían estar sujetos a sanciones. Sin embargo, la jefa de la diplomacia europea Mogherini afirmó que el plan es expandir el alcance del Instex para comerciar en un rango más amplio de productos, incluso los que son materia de sanciones estadounidenses.
En el contexto de sus fricciones con Estados Unidos, los europeos no parecen haberse dado cuenta que una coalición ad-hoc comienza a formarse en relación a Irán bajo el paraguas americano. Dicha coalición tal vez sea inesperada pero no es ilógica. Incluye a Israel junto a varios países sunitas, Bahréin, los Emiratos y los Saudíes entre ellos. Todos ven la mano del régimen iraní detrás de una buena parte de sus conflictos internos y sus crisis regionales.
Europa no debería pensar muy diferente y, sin embargo, Francia y Alemania enviaron diplomáticos de segundo nivel a la conferencia de Varsovia. Ello resulta especialmente inexplicable cuando, en enero pasado, los Países Bajos, Francia y Dinamarca acusaron a Teherán de planear el asesinato de disidentes iraníes en Europa. Pero en una repetición ad nauseam, el desacuerdo con Estados Unidos termina siendo la identidad del ser europeo, aún en aquellos temas en los cuales sería racional coincidir.
Esta historia puede ayudar a entender, entonces, el tour de la diplomacia europea por Montevideo con el objetivo de meterse de lleno en la crisis de Venezuela y disputarle el terreno a Estados Unidos en su zona de influencia, un intento tardío, mal ejecutado y de naturaleza contradictoria.
Ello según el propio canciller de Tabaré Vázquez, quien aseguró que el gobierno uruguayo vetó a los europeos la inclusión de la liberación de los presos políticos, la observación internacional independiente y la eliminación de los obstáculos para la participación libre e igualitaria de todos los partidos como condiciones en el borrador inicial de la declaración del llamado Mecanismo de Montevideo.
Parecería que la política exterior europea no es solo víctima de la diplomacia americana sino también de la uruguaya.
No es casual entonces que el viaje de los europeos por el hemisferio sur fuera respondido por el Secretario de Estado Pompeo en clave iraní. Simultáneamente con la presencia de Mogherini en Montevideo, Pompeo afirmó que Hezbollah tiene células activas en Venezuela, que los iraníes representan un riesgo para toda Sudamérica y que su obligación es eliminar dicha amenaza. Más claro imposible, mensaje para la conferencia de Varsovia y para América Latina.
Pues si, después de todo, la cuestión es identitaria, ocurre que la diplomacia europea no sabe bien quién es ni qué lugar ocupa. Es muy simple: Europa está obligada a negociar con Estados Unidos cada milímetro de su política hacia el Medio Oriente. Estados Unidos no tiene necesidad de negociar demasiado con Europa acerca de Venezuela o cualquier otro escenario de conflicto en el Caribe. Es cuestión de cómo está distribuido el poder estructural. No hace falta gambito alguno en este tablero.
Es bueno notar, entonces, que Estados Unidos ha tomado una decisión respecto a Venezuela. Y es que Maduro debe partir, siendo los términos de su partida lo único que está dispuesto a negociar. No son necesarias demasiadas palabras para entenderlo, alcanza con leer los gestos y el lenguaje corporal de su política exterior.
Crédito: El País
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