¿De qué estamos hechos?
Recientemente he visto con detenimiento la conducta de millones de venezolanos ante la crisis que vivimos. Un ambiente de desespero, angustia, depresión, hambre e impotencia, esas para no seguir la lista que nos atañen. Escribo con el característico ejemplo de la crisis eléctrica que nos dejó a oscuras por una semana, pero que aplica en cualquier momento y cualquier situación.
Desde años hemos sido testigos de cómo los árabes ayudan a árabes, chinos ayudan a chinos, pero que lamentable los venezolanos joden a los venezolanos. Si, a eso me refiero, al aprovechamiento de muchos en tiempos de dificultad. Una de las razones por las que califican o tildan a unos ciudadanos es precisamente por su comportamiento.
La crisis eléctrica fue ejemplo de ello, se veía en las calles a personas cobrando para cargar la batería del teléfono celular hasta por cinco minutos, en dólares. Mientras que otros lo hacían de manera solidaria y gratis. Algunos gozando de la crisis porque no había agua, y a la par vendían el hielo a precios que no podían pagarse.
¿A qué quiero llegar? Pues sencillamente a vernos en ese espejo que tanto rechazamos, criticamos y odiamos. El espejo de la miseria humana a la que nos han llevado. El apagón mostró dos versiones de los venezolanos: los que se aprovecharon como pudieron y los que ayudaron como pudieron. Pero también los que saquearon como delincuentes y los que, a pesar de las adversidades, trabajan y emprenden. ¿Cuál de los dos venezolanos eres tú?
Todo esto demuestra que debemos empezar a cambiar nosotros mismos. Ya lo he dicho, se trabaja por necesidad, no se roba. Por solidaridad se ofrece, no se aprovecha. Estamos en medio de una revolución que sembró antivalores. Cientos de personas se victimizan, pero es su decisión muy personal la que no los deja crecer. Se acostumbran a la limosna y envidian a los que han logrado superarse con mucho esfuerzo.
Todo esto lo ha creado un sistema que arruinó todo. Pero dicen por ahí que para que una persona sea feliz, no necesita abundancia de bienes materiales. Basta tener lo suficiente. Y aquí les traigo una reflexión bíblica que me ha gustado al leerla: “Señor que no me falte ni que me sobre: porque si me faltara me desespero y si me sobra me olvido de ti”.
¿Por qué nos desesperamos tanto por lo material y no nos preocupamos por nuestro crecimiento? La base de una sociedad es la educación y con ello los valores desde casa. Todos podemos ser mejores cada día, no repitiendo, no siguiendo redes, no, sino actuando de buena manera y grandes acciones. De esta manera es que ayudaremos a los nuestros.
Que Dios nos agarre confesados… ¡Qué país, qué ciudadanos!
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