Escrito a 4 manos entre Luis Otero y Reuben Morales
La emigrañación

Ver la foto de una hamburguesa en una publicidad, siempre genera un orgasmo visual. Ahora, ver la hamburguesa real cuando ya te la sirven en el restaurante, siempre genera la sospecha de una posible gastroenteritis. Es más pequeña, el pan está aplastado y los tomates amenazan con salirse por un lado, mientras la salsa se desparrama por otro. Así mismo es la emigración. Pareciera ser la solución mágica para todo, pero cuando llegas al nuevo sitio, te das cuenta de algo: es cambiar unos problemas por otros.

La mejor forma de describir a un emigrante, es comparándolo con una mula; porque no se es burro, pero tampoco caballo. La primera evidencia de eso está en el acento. Cuando estás en otro país, siempre vas a ser el venezolano, pero cuando vas a Venezuela, todo el mundo te dice “¡Mariiiiico, se te está pegando el acento!”. Cuando estás en otro país, no puedes quejarte de la situación porque “si no te gusta, vete”. Aunque tampoco puedes quejarte de la situación de Venezuela porque “si te fuiste, no tienes derecho a quejarte”. Cuando estás en otro país, te critican porque te fuiste, pero luego nunca falta quien te diga “¿Si me voy, tú me recibes?”. Cuando estás en otro país, vives en un apartamento de 20 metros cuadrados donde cocinas desde tu cama y la decoración se compone de medias y ropa interior guindada por todos lados para secarse. Cuando vuelves a Venezuela, llegas a tu casa de 100 metros cuadrados, pero no tienes luz, agua, ni internet. Aunque esta lógica no siempre es así, pues estando en otro país no haces sino comer arepas todas las semanas, pero cuando llegas a Venezuela, es lo que más extrañas.

Donde mejor se explica este fenómeno del exilio, es viendo la cuenta de Instagram de un emigrante. Si la ves, mientras sigues en Venezuela, te hace sentir más fracasado que Chewbacca tratando de peinarse. Todas las fotos de esos amigos son así:

  • Aparecen con una sonrisa de millonario.
  • Ya no están flacos o gordos. Ahora están fitness.
  • Llevan ropa nueva y a la moda.
  • En una de sus manos, nunca falta un vaso de Starbucks.
  • Están sentados sobre un Toyota Corolla del año.
  • El escenario de fondo es un muelle con yates.
  • Todos los días suben una foto similar a ésta.

Sin embargo, cuando eres tú quien emigra, esa misma foto te despierta una cierta sonrisa maquiavélica. Ahora entiendes cuál es la verdadera realidad escondida tras ella.

  • La sonrisa de millonario: es el único día libre de esta persona desde hace muchas semanas. ¿No va a estar feliz?
  • La contextura fitness: no es producto de un gimnasio. Tampoco de que tiene alimentos sanos disponibles en el supermercado. Como el emigrante busca ahorrarse hasta en el transporte, entonces para cualquier diligencia, camina… y camina… y camina.
  • La ropa nueva y a la moda: es toda de un outlet o de una tienda de ropa usada.
  • El vaso de Starbucks: es de la única vez que fue a este café. Entonces aprovechó y lo recicló. Eso fue en su primera semana de llegado, donde su cuerpo ya había emigrado, pero su cerebro aún estaba en “modo turista”. No obstante, en esta foto de Instagram el vaso no contiene café, sino una cerveza encaletada. En este país sí multan por beber en la vía pública.
  • El Toyota Corolla del año: tras mucho ahorrar, finalmente se lo compró. No le alcanza para pagar la gasolina, pero qué importa. ¡Tiene Corolla nuevo!
  • Paisaje de muelle con yates: vive en Miami. Ninguno de esos yates son suyos.
  • Todos los días sube una foto similar a ésta: es fácil de explicar. El día de esa foto, aprovechó y se tomó 30 más. Ahora las rinde subiendo una por día hasta llegar a su próximo día libre.

Así es la emigración. Un engañoso juego de percepciones. Tan engañoso, que cuando regresas a tu apaleado país, se te quita esa “emigrañación”. Tanto extrañabas a Venezuela, que para ti nunca dejará de ser esa suculenta hamburguesa que siempre te mostraban en la publicidad.

Reuben Morales
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