(ARGENTINA) Francisco abrió las puertas para las reformas
Entre los muchos conflictos que al papa Francisco lo aguardaban en el Vaticano, el más importante es, sin duda, el de los niños abusados sexualmente por sacerdotes de la Iglesia Católica. Seis años después de haber sido elegido pontífice, Francisco sigue batallando con problemas que, en la mayoría de los casos, sucedieron hace varias décadas. Los escándalos comenzaron por implicar a simples sacerdotes, pero terminaron involucrando a arzobispos y cardenales, algunos de estos con cargos muy empinados en la estructura de la Iglesia.
La política de Francisco fue la de terminar con el silencio de las denuncias, al revés de lo que había sucedido hasta la llegada de Benedicto XVI; este fue el papa que tímidamente comenzó a enfrentar el problema. Francisco fue mucho más allá. En febrero pasado convocó al Vaticano a todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo para tratar exclusivamente el caso de los abusos sexuales de niños por parte de religiosos. Sabía que esa convocatoria pondría los casos de pedofilia en el primer plano de la información.
«Esconder significa ser cómplices y no seremos eso», suele decir el Papa. Antes, había designado al austero cardenal de Boston, el capuchino Sean O’Malley, presidente de una comisión especial del Vaticano para atender el conflicto de los abusos sexuales. O’Malley sucedió en Boston al polémico cardenal Bernard Law, cuya historia de encubrimientos de abusos sexuales en su diócesis es el argumento de la película Spotlight. O’Malley barrió con esa política y se convirtió en uno de los principales referentes de la Iglesia en la lucha contra los abusos sexuales.
En Chile, es cierto, el Papa se equivocó cuando reclamó pruebas de los abusos, pero luego pidió expresa y públicamente perdón por ese error, convocó al Vaticano a las víctimas chilenas de abusos sexuales y decapitó a buena parte de los obispos de ese país que lo habían desinformado o que eran cómplices.
A los líderes católicos de todo el mundo les pidió en febrero «mediadas efectivas y concretas» para terminar con el problema y no «solo simples y obvias condenas». Su decisión de encarar definitivamente el conflicto de la pedofilia por parte de sacerdotes lo enfrentó de nuevo con los sectores católicos ultraconservadores, que preferían la antigua política de ocultar el conflicto para no perjudicar el prestigio de la Iglesia.
Ponerle el cuerpo a ese «delito imperdonable» es una de sus más importantes reformas. Cuando se mire el papado de Francisco en perspectiva histórica, se verá -y lo verán los argentinos también- que abrió las puertas a las reformas imprescindibles para reconciliar a la Iglesia con su pueblo.
Crédito: La Nación
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