18 señales de que eres emprendedor (y no lo sabías)
Lo que en verdad te hace emprendedor no es mandar a diseñar el logo de tu empresa, ni imprimir tus propias tarjetas, ni registrar tu compañía, ni entender tu modelo de negocios. Tras años siendo emprendedor en el área de la comedia, entendí que realmente te haces emprendedor es cuando soportas trabajar todos los días dentro del siguiente ecosistema:
- Todas las mañanas despiertas a las 7:30 porque a las 7:31 ya puedes estar en tu oficina (la sala de la casa).
- A veces bebes tu primer café asomado a la ventana mientras tu cerebro se burla secretamente de todas las personas que ves varadas en el tráfico.
- Trabajas vistiendo short, camisa agujereada y crocs.
- Como no tienes un jefe a quien odiar, te auto-odias a ti mismo (porque quieres dormir y no te auto-dejas).
- Como ya no eres empleado de una empresa que te lo paga todo y ahora la empresa eres tú, descubres una versión de ti que desconocías: te vuelves ultra-tacaño.
- Todos los departamentos de tu empresa están dirigidos por la misma persona: tú. Y si no eres tú, es tu pareja o tu socio que viene a trabajar a la casa. Sin embargo, cuando llaman clientes, tratas de quedar bien por el teléfono diciéndoles: “Ya le comunico con el departamento de Finanzas” (y, acto seguido, le pasas el teléfono a tu socio).
- La sala de juntas de tu oficina jamás es tu casa. Es el café del centro comercial más cercano.
- Cuando te toca hacer una videoconferencia, te vistes de la cintura para arriba. Abajo sigues en shorts y crocs.
- Te aguantas las caras largas de tus vecinos. Como te ven en casa todo el día, piensan que cobraste una herencia millonaria, que vendes droga o que tienes un sugar daddy (o mommy).
- Te tocará atender llamadas de trabajo sentado en la poceta. En esos momentos siempre pones una mano en la bocina para que no se escuche el eco del baño (a la vez que aguantas toda urgencia fisiológica con el fin de evitar que se te escape algún delator sonido corporal).
- Una vez trancas la llamada, sabes que puedes ir al baño tranquilo y a tus anchas… sin andar prendiendo fósforos.
- A la hora del almuerzo, siempre debes seguir trabajando mientras cocinas (y si llama un cliente, toca salirte de la cocina para que no se escuchen de fondo las ollas y las fritangas).
- En ciertos momentos del día, deseas haber estudiado un máster en Recursos Humanos. No porque tengas una nómina enorme, sino porque toca administrar otros recursos humanos: tu hijo correteando por la sala, tu pareja pidiendo que arrimes la computadora de la mesa porque va a servir el almuerzo y hasta el perro pidiendo que lo saques.
- Sabes que eres la envidia del ejecutivo mejor pagado de la multinacional más grande porque eres el único trabajador que, tras almorzar, puede dormir una siesta en su propia cama.
- Así mismo, cuando te tocan las pausas activas, sabes que para ti éstas constan de un episodio de Netflix.
- Cuando tienes reuniones de estatus, éstas son rápidas y nadie te lleva la contraria, pues las haces con tus amigos imaginarios.
- Tu jornada laboral arranca en la mañana y termina a las… termina a las… bueno, nunca termina (y cuando logras terminarla no vives esa liberadora sensación de salir corriendo de la oficina, porque la oficina es tu casa).
- A final de año, no existe el amigo secreto. Y si lo hay, te auto-regalas (y terminan siendo unas medias porque como eres tu propio jefe, te auto-odias a ti mismo).
Si leíste lo anterior y eres emprendedor, sabes a lo que me refiero. Si estás en camino a serlo, te invito a pasar esta prueba de fuego que no parece de fuego (pero que no todos aguantan). Y si ya la pasaste, entonces bienvenido al mundo del emprendimiento. Ahora sí: manda a diseñar tu logo, imprime las tarjetas, registra tu compañía y entiende el modelo de tu negocio.
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