Las prisiones en tiempos del coronavirus

Hay unos lugares del mundo donde la gente no tiene acceso libre al agua y jabón, ni a geles antibacteriales y, ni mucho menos, a practicar el «distanciamiento social», concepto que se ha puesto de moda en tiempos del COVID-19. Esas son las prisiones y centros de detención, las cuales amenazan con ser el mayor caldo de cultivo del virus. De esta manera, todos los gobiernos del mundo, en particular de América Latina, deben considerar una opción que no agradará a muchos: liberar a los presos.

Al principio de esta pandemia se aprendió que, en los espacios cerrados, como cruceros y ancianatos, el virus se propaga rápidamente, lo cual incluye a las prisiones. Josiah Rich, profesor de medicina y epidemiología de la Universidad de Brown (EE.UU), y Mavis Nimoh, Director Ejecutivo del Centro para la Salud y Derechos Humanos de los Prisioneros, señalan que las prisiones no son lugares aislados de la sociedad: la gente continuamente entra y sale. Y ello no sólo implica a las familias de los privados de libertad, sino también del personal administrativo y de custodia, así como los abogados. Inclusive si este flujo de personas fuese limitado, la alta densidad de población y el diseño de las prisiones hacen inevitable que se disperse el virus(1).

«Sólo es cuestión de tiempo antes de que una persona infectada, que no muestre ningún síntoma, entre en una de estas instituciones. Y una vez que el virus entra en un espacio tan confinado, se esparcirá«, señala un editorial de Los Angeles Times(2).

Uno de los riesgos de esta situación es la posible generación de motines en las prisiones, ante el pánico que pudiera suscitar este virus, como ya ha sucedido en Italia(3) y Brasil(4), cosa que puede llevar a otros problemas: masacres ante las fugas y posible diseminación del virus. En Venezuela ya ocurrió una fuga masiva en un centro de detención, luego de la restricción de las visitas ante la posibilidad del virus(5), siendo que sin las visitas los privados de libertad no tienen acceso a agua y alimentación, lo que de por sí genera pánico frente a un Estado que ni siquiera puede garantizar su alimentación. Esta escena se repite en muchas partes del mundo, lo que incrementa la posibilidad de saturar el sistema sanitario de los países y, en consecuencia, del gasto público en general; así que si crees que poco te afecta el destino de las personas detrás de las rejas, lamento decir que no es cierto, y te afectará tanto el bolsillo como tu salud. Así las cosas, muchos expertos en materia de salud y en derecho, se han puesto de acuerdo en algo: la liberación de personas privadas de libertad, como medida para luchar contra la expansión del virus.

En ese sentido, Human Rights Watch ha recomendado al gobierno de EE.UU, el país con mayor números de presos, que «las prisiones, cárceles y centro de detención de migrantes deben considerar la reducción de su población a través de medidas supervisadas de liberación y otras medidas individuales, ante el riesgo de que sufran efectos severos por el virus, en particular los adultos mayores con problemas de salud. Muchas personas en las cárceles de EE.UU. no han sido condenadas, y están encerradas simplemente porque no pueden pagar la fianza. Las personas mayores son el grupo de mayor crecimiento en las prisiones, debido a sus largas sentencias, y el personal carcelario ya tiene dificultades para proporcionarles cuidados médicos»(6).

Irán, uno de los países más afectados por el COVID-19, ya respondió a esta situación mediante la liberación temporal de 85.000 personas privadas de libertad. Esto, a raíz de la petición del Relator especial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos en Irán, Javaid Rehman, de liberar a todos los presos políticos de sus cárceles, superpobladas y plagadas de enfermedades, para ayudar a frenar la propagación del coronavirus. El mismo Rehman afirmó que solo fueron liberados los que están cumpliendo sentencias de menos de cinco años, mientras que los condenados con sentencias más duras y los relacionados con protestas antigubernamentales se quedaron tras las rejas(7). En EE.UU, también algunas de sus prisiones han respondido con la liberación de algunos de sus presos, en especial de los más vulnerables(8).

Y es que no es para menos, puesto que ya se han presentado casos de privados de libertad infectados con el virus en Italia(9), Reino Unido(10) y los propios EE.UU(11). Si estos países desarrollados, que disponen de mejores sistemas penitenciarios que América Latina, ya llegó el virus a sus prisiones, está prácticamente cantada una tragedia en nuestros sistemas penitenciarios que poseen muchas debilidades.

De esta manera, los gobiernos deben considerar la reducción de las encarcelaciones, especialmente de aquellas personas que no representan un riesgo para la seguridad pública. Dentro de esa definición, se puede considerar la excarcelación de aquellas personas condenadas por delitos menores, aquellas que esperan condena, aquellos que sufren de enfermedades crónicas, aquellas mayores de 60 años y aquellos que estén procesados por delitos políticos. Inclusive, se puede considerar la liberación de aquellos que ya hayan cumplido la mayor parte de la pena.

Existen inconvenientes para llevar esto a cabo, el primero es el evidente rechazo que podría tener el resto de la población la liberación de privados de libertad; un segundo problema sería toda la burocracia que los procedimientos de liberación implican, según el método que se prefiera, ya sea como medida alternativa al cumplimiento de pena, los indultos o las amnistías; y, en tercer lugar, la corrupción y/o intereses económicos que ha convertido a las prisiones en negocios, y que se pueden oponer a este tipo de medidas.

A pesar de esto, todos los gobiernos deben considerar opción de la liberación de presos para promover la salud pública, y ello no tiene porqué ser contrario a la aplicación de justicia, ya que todos los países disponen de medidas alternativas a la privación de libertad, como la casa por cárcel, régimen de presentación, libertad condicional, y entre otras modalidades de alcanzar justicia sin que ello implique una persona ociosa encerrada en cuatro paredes. Es tiempo de que estas medidas sean aplicadas.

Finalmente, es importante recordar las palabras de Nelson Mandela: «el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos».

Notas:

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