Del espesor de las estanterías

Apegados al formato convencional, hoy, el libro sabe de distintas versiones informáticas para recorrer las redes e interpelar al navegante que prefiere las aguas ligeras. El internauta promedio tiene, por lo general, una frágil embarcación y lo banal le es una carga más cómoda, con sus memes, humores de bajo cabotaje,  convertida la ridiculez en un visado hacia la popularidad.
Quizá sea la tendencia, el libro se dice desterrado del universo digital, aunque la lectura sea la inevitable herramienta empleada.  Paradójicamente, se lee, aunque es necesario llegar a mares anchos y profundos para descubrir que el libro es algo más que un fetiche.
Recientemente falleció Carlos Ruiz Zafón, autor de una saga extraordinaria en la que el protagonista es el libro. Incluso, puede decirse, sus textos  abonan a la feliz bibliosis que una ya remota vez descubrimos con Jorge Luis Borges y las vivencias de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, hasta llegar a Federico Vegas y una novela histórica que resultó la biografía del espesor de los estantes que conoció.
Cuando pocos conocían del autor, baños atrás, desde la península ibérica, Trinidad Navarro, nos envió un título aparentemente fúnebre de Ruiz Zafón.  El cementerio de libros se hizo la sombra de un viento que nos prendió inmediatamente, cuya fuerza llega hasta estos días.
En tiempos de pandemia, fallece un autor que exhibe un puerto importante y confiable donde fondear nuestras naves deseosas de aguas más profundas. Despleguemos las velas, rompamos cabos y dejémoslo que nos lleve a la rica intimidad de las estanterías adecuadamente compatibles con las redes digitales.
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