Lo real vs. lo virtual
Recientemente, VTV transmitió un micro dónde una señora decía, acompañada con un fondo musical sentimental, “Yo antes era chavista pero ahora … ahora … (con voz entrecortada por la emoción) ahora soy madurista” el nivel de descaro en el micro solo fue superado con el mensaje final que decía “Venezuela de Verdad”. Hace un par de días pude ver una nota de prensa que compite con aquel micro en falsedad y descaro, el titular decía “Acosta Carlez puntea las preferencias electorales con un 85% respaldo según encuestas”, es decir, el viejo General está mejor en las encuestas hoy que cuando era gobernador en ejercicio. Estamos en presencia de la plena entronización de la mentira descarada como política comunicacional del Estado Venezolano. Por supuesto, ese contexto impedirá que alguien siquiera se atreva a mentar la soga en casa de ahorcado y diga las palabras “eructo” o “Makled”, hoy el General es un respetado dirigente antichavista. ¡Si Luis!
Toda esa virtualidad se cae por su propio peso frente a la realidad. Aunque los medios oficialistas y los medios independientes censurados y amenazados por la dictadura no quieran o puedan informarlo, la población muestra un profundo desdén frente al fraude electoral del 6D, personalmente, he efectuado recorridos y actividades de contacto directo con comunidades en el municipio Libertador en su zona rural, en la Arenosa, Piñalito, Barrerita, Las Naranjas, en las Manzanas de Campo Carabobo, en Barrera, en Fundación CAP, en Nueva Valencia, en la Pocaterra y en Los 300, aún no he visto a ninguna señora o señor con lágrimas en los ojos diciendo que “antes era chavista pero ahora”, con profunda emoción, “es madurista” y, menos que menos, dando brincos de euforia por el General y “dirigente opositor” Acosta Carlez.
Lo que si he visto son rostros que mezclan dolor y rabia ante un gobierno militar amarrado al poder, a la riqueza fácil y corrupta, al dólar y al “dame algo pa’los frescos”, a la arbitrariedad y a la indolencia frente al hambre y la penuria del pueblo. He visto gente que se siente abandonada a su suerte, cuyo patrimonio fue devorado por la bestia de dos cabezas, inflación y dolarización, que trajeron Chávez y Maduro. No he visto gente contenta porque se le fue la familia del país, ni gente contenta porque diciembre ahora sea un mes de lágrimas, he visto, por el contrario, gente hastiada de hacer colas por la gasolina o cocinar con leña en un ex país petrolero. He visto gente que sabe que hay sanciones internacionales porque esa es la forma en que el mundo democrático trata a los países que violan derechos humanos y tienen grupos de exterminio como el FAES.
He visto alcaldes y concejales que ni salen de sus casas u oficinas o que cuando se atreven a ir por la calle requieren camionetas blindadas o andar de incógnitos por el miedo a la reacción de la gente que los sabe cómplices, y con mucha razón, porque meterse la lengua en el bolsillo durante tanto tiempo ante el reclamo popular siendo alcaldes o concejales no tiene otro nombre que complicidad con el Golpe de Estado iniciado en 2015 contra la Asamblea Nacional elegida por el pueblo y desconocida por la dictadura.
La realidad es la realidad, está allí aunque quieran ocultarla o maquillarla. En Tocuyito se pintaron las paredes con lindos colores para que sus vecinos y transeúntes desesperados por el altísimo costo de la vida, entre el hambre y la muerte acechante, tengamos un escenario lindo dónde vernos morir por la arbitrariedad militar. Este humilde cronista, su servidor, no es adivino para saber si la dictadura logrará su meta, es decir, encadenarnos a cada uno por los siglos de los siglos, con la obligación de aplaudirle los chistes malos a Nicolás Maduro, pero lo que si puedo decir es que estamos en resistencia. Resistencia es aguantar unidos el acecho de la bestia de dos cabezas, denunciar el militarismo, la corrupción y la arbitrariedad. Esa resistencia tiene un primer paso que cumplir: participar masivamente en la Consulta Popular el próximo 12 de diciembre, exigir elecciones auténticas, libres y justas, cívica y pacíficamente. Mi esperanza es que lo real pueda vencer a lo virtual y no soy el único con esa esperanza.
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