Transformación política en Ecuador
En contra de todas las predicciones, Guillermo Lasso ganó la segunda vuelta electoral y se convirtió en el nuevo presidente del Ecuador. Desde que se iniciaron estas elecciones, los analistas creyeron que lo que estaba en discusión era el retorno de Rafael Correa, líder que ganó personalmente las elecciones de 2006, 2009, 2013, y a través de un candidato designado, las de 2017. Si esta vez ganaba Andres Arauz, habría sido su quinto triunfo consecutivo.
Correa ha sido el dirigente más preparado y con mayor protagonismo de quienes encabezaron el “socialismo del siglo XXI” en el continente y también el mandatario que más tiempo ha permanecido de forma continua en el Ecuador.
En 2017 el candidato correísta estuvo a punto de consagrarse en una sola vuelta cuando obtuvo 39,4% de los votos, a pocas décimas del decisivo 40%. Guillermo Lasso sacó 28%, sus actuales aliados socialcristianos el 16%. Sumados, habrían ganado la presidencia con el 44%.
La primera vuelta del 2021 trajo una sorpresa de fondo que no registró la mayoría de los analistas. Lasso se desplomó al 19% y Andrés Arauz obtuvo un 31%. Aunque su triunfo fue contundente, obtuvo un 8% menos que su antecesor. La mayoría de votantes había salido de la lógica correísmo-anti correísmo, respaldaba opciones distintas o simplemente no quería votar.
Las élites, preocupadas obsesivamente con Correa y los correístas no registraron el tema. Bastantes empresarios y políticos que respaldaron a Lasso en la primera vuelta se convencieron de que no había ninguna posibilidad de que gane en la segunda vuelta. Formaron dos grupos: los que querían que dé un paso a un lado para que pase a la segunda vuelta Yaku Perez, que había quedado tercero por 30.000 votos, y otros, más temerosos, que auspiciaban un golpe de estado a la boliviana que habría sido desastroso para la democracia.
Las primeras encuestas ratificaron esa sensación: Arauz se encontraba 20% por encima de Guillermo. La sorpresa cuando ganó por 5%, como lo habíamos predicho en esta columna, fue mayúscula. En pocas semanas habían cambiado de preferencia el 25% de electores, hecho único en la historia electoral del mundo.
El autor. En América Latina han aparecido en los últimos años consultores y marketólogos que se ufanan de “poner” presidentes y se atribuyen la autoría de los triunfos. Mienten. El único responsable de éxito o del fracaso de las elecciones es el candidato. El triunfo es imposible si el líder no tiene tesón, capacidad para interpretar la situación y para organizar y conducir al equipo que le respalda. En esta situación crítica era difícil que alguien tuviera esas capacidades.
Guillermo reaccionó rápidamente después del desastre de la primera vuelta. En vez de darse por vencido, redobló sus esfuerzos, dio un giro radical a la campaña, tratando de conquistar el voto de esa mayoría que buscaba algo nuevo. Protagonizó una campaña juvenil, disruptiva, incluyente, plena de sentido del humor, que era en sí misma una ruptura con la política del pasado.
La juventud del líder no tiene que ver solamente con su edad: Bernie Sanders fue el candidato más innovador de las elecciones norteamericanas de los últimos años, la campaña de Lasso fue más moderna y fresca que la de Arauz.
Una misma persona puede ser un mal candidato si tiene una mala estrategia, o un candidato exitoso si sabe reformular su campaña. En la segunda vuelta de pronto los ecuatorianos conocieron a un candidato que tenía empatía con electores de todo orden, que escuchaba a indígenas, afroecuatorianos, campesinos, jóvenes de las ciudades, se abría a la comunidad GLBH, a tesis ecologistas, planteaba tesis de vanguardia propias de los candidatos progresistas del mundo.
En un país dividido desde hace años por el odio y la persecución, repitió una y otra vez que no iba a perseguir a nadie, que pretendía construir un país en base al encuentro de todos lo ecuatorianos.
Lo interesante es que este estilo de la campaña respondió a la verdadera forma de ser del candidato, que había estado oculta durante más de una década en que siempre pareció un candidato frío, que hablaba de economía, un banquero conservador con actitudes solemnes, rotas esporádicamente con expresiones que parecían desatinos.
Guillermo es en realidad es una persona agradable, sencilla, con intensos vínculos familiares, buen sentido del humor. Le gusta vestirse con colores llamativos, que estaban escondidos detrás de su máscara de “estadista”. Es un ser humano estimable, cosa rara en un tiempo en que la política está llena de energúmenos. Nunca nos divertimos tanto en una campaña como en esta.
Su equipo era excelente. Tenía un buen Jefe de Campaña capaz de lograr que se concrete lo que se resolvía en la mesa estratégica, un equipo de publicidad para competir con los mejores del continente, grupos de artistas que produjeron una música contagiosa, equipos que manejaban con pericia las redes sociales, un entorno eficiente.
El conflictivo tema de la participación de los familiares del candidato en la campaña jugó a favor en este caso. Su mujer, María de Lourdes, y sus hijos, ayudaron al éxito, trabajando de manera activa y discreta, proporcionando calidez a la campaña.
Algunos dirigentes indígenas violentos dijeron que el Ecuador necesitaba un presidente indígena para que los mestizos aprendan lo que les pueden hacer. Los indígenas son el 7,2% de la población. Después, seguro que de buena fe, apoyaron a Arauz. Obviamente le restaron votos. Lasso arrasó en las provincias con mayor presencia indígena. Todos quieren vivir mejor, pueden superar odios y mezquindades.
Andrés Arauz. Arauz fue una cara nueva en la política. Comparada con la de Lasso su campaña fue conservadora, se ajustó en a los parámetros de la vieja política.
Tuvo el mismo problema que los candidatos a las alcaldías del Ecuador en 2014 cuando Rafael Correa, en la cumbre de su popularidad, los apoyó tanto que terminó hundiendo a casi todos. Era peor en este caso. Normalmente la gente vota por presidentes que van a ser presidentes, no ayudantes de otra persona.
Los tiempos han cambiado. El discurso ideológico perdió vigencia. Correa felicitó a la dictadura venezolana por su triunfo en el plebiscito, cuando existen en el Ecuador cientos de miles de venezolanos pobres que huyeron de su país por el hambre. En los semáforos de las ciudades familias de venezolanos desesperados piden una moneda, porque literalmente no tienen qué comer. Cualquier teoría que intente explicar que la cuarta parte de venezolanos más pobres que tuvo que escapar de un país en el que todo está mal es feliz, no sirve para mitigar el dolor solidario que sentimos todos al verles en la calle.
Lo que más daño hacía a Arauz era el recuerdo de las persecuciones, burlas y violencia generalizada que caracterizó al gobierno de Correa. El ex presidente apareció en plena campaña con listas de personas e instituciones a las que iba a perseguir; insultó, calumnió y recordó a los electores los peores aspectos de lo que fue su gobierno. Esto impidió que crezca Arauz y se diferencie proponiendo algo que no sea la vuelta a un pasado violento.
La estrategia. La campaña de Arauz careció de estrategia. Por momentos parecía un candidato que quería empatizar con la población, a veces atacaba con virulencia con argumentos políticos que habían caducado de tanto repetirse.
En contraste, la campaña de Guillermo tuvo una estrategia definida, pensada desde los ojos de la gente. El candidato puso orden en su sector, hizo trabajar con disciplina no solo a los miembros de su campaña, sino a todos los líderes que lo apoyaron, que dejaron de lado sus egos e hicieron lo que debían para conseguir el triunfo.
Napolitan dijo que el éxito de la campaña depende ante todo del candidato y luego de una estrategia pensada profesionalmente. La estrategia es un plan definido, basado en investigaciones, que señala una ruta por la que debe transitar todo lo que se hace y se deja de hacer en la campaña.
Esta es la segunda vez que se aplica en America Latina una estrategia que parte de los últimos descubrimientos de las ciencias del comportamiento. Los electores no quieren ser objeto de la política, sino participar activamente en lo que ocurre. Con su campaña, Lasso logró que se integren decenas de miles de personas que producían memes, anuncios, y otros materiales mientras se divertían sirviendo a una causa que consideraban justa. Quien haya estudiado los textos y discusiones de Alex Pentland, Malcolm Gladwell, Clay Shirky, Jeremy Heimans y Henry Timms entenderán mejor la complejidad de lo sencillo, lo propio de las campañas durante la tercera revolución industrial.
Una nueva etapa. Cuando se confirmó el triunfo, ocurrió algo importante: Andres Arauz lo reconoció inmediatamente y deseó éxito al presidente electo. Rafael Correa envió también un mensaje expresando su deseo de que Lasso tenga éxito para bien del país.
En contraste con las elecciones peruanas que se celebraron el mismo día, en medio de un torbellino de descalificaciones y calumnias que provocaron el rechazo masivo de la población, pareció que Ecuador ingresaba a una nueva etapa de su historia.
Lasso cumplirá su promesa de no perseguir a nadie. Es seguro que nunca llamará imbéciles a sus opositores, ni tomará medidas para cumplir con caprichos, ni perseguirá a ninguna ciudad del país, como pasa con otros en el continente.
Ojalá tenga la apertura de dialogar e integrar también a los correístas en la tarea de sacar adelante al país. Los latinoamericanos estamos hartos de líderes que solo buscan cumplir con caprichos y lograr sus propios intereses descalificando a los demás. Ojalá una campaña tan positiva inaugure una nueva etapa de construcción en el país y esto se contagie a la región.
Fuente: Perfil.com
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