Lo que se viene
En el mundo hay un ambiente de insubordinación que crece todos los días. Como anticipamos hace meses, vamos a vivir una etapa de crisis de autoridad a todos los niveles, porque la gente cambió con la tercera revolución industrial. Hay una tendencia creciente a la desobediencia, a la insubordinación, a pensar por sí mismo, en todos los niveles.
La gente pobre, que hasta hace poco se conformaba con recibir un subsidio eterno a cambio de salir a tirar piedras de rato en rato, quiere vivir mejor. Sueña con que su hijo no viva de planes, sea un profesional competente, o tal vez astronauta.
Es poco probable que los regalos de electrodomésticos envueltos en fotos de Alberto y Cristina compren sus votos. La mayoría de la gente es cada vez menos servil. Siente que tiene derechos, no quiere dádivas de algunos que vivían en su barrio y son ahora millonarios porque intermedian con los políticos. Legítimamente, muchos jóvenes aspiran a ser algo mejor que piqueteros a sueldo.
En los sindicatos muchos trabajadores se enojan cuando ven que algunos dirigentes tienen decenas de coches, yates, aviones privados. Es inevitable que ese orden oligárquico de administración de la protesta y la pobreza entre en crisis.
También la reacción de las personas con la riqueza evoluciona. Si un profesor de la universidad en la que escribo esta nota apareciera con las propiedades del chofer, el jardinero, los secretarios y otros miembros del poder kirchnerista, sería discretamente separado. No se admira la ostentación de los nuevos ricos que aparecen vinculados con la política tercermundista. Casi todos la desprecian.
La belicosidad se ha desatado a todo nivel. La violencia familiar, los asaltos, la agresividad con los otros en la calle, en las autipistas, ha vuelto más desagradable la convivencia cotidiana. Cada persona ejerce su micro poder en lo que puede, para agredir a los demás, sobre todo si son más ricos y famosos que él.
Fanatismo. Todos tendemos a perder contacto con la realidad objetiva y vivir del fanatismo. En la mayoría de los grupos cunde la superstición de que ellos son los buenos y los otros los malos. La ideología justifica atropellos en nombre de valores que muchas veces son falsos. Algunas personas, incluso con educación universitaria, apoyan a las estrafalarias dictaduras militares del Caribe que han sido acusadas por los países europeos, en los tribunales internacionales, por crímenes en contra de la humanidad.
El pensamiento de grupo aisla a las sectas políticas y las aleja de la realidad. Son héroes que luchan por causas nobles, aunque normalmente no hacen nada. Denunciar por redes cualquier cosa, demoler la reputación de otros, es un cobarde acto heroico al que se dedica una pequeña burguesía despistada.
El debate y el intercambio de ideas se ha vuelto malo. Los algoritmos conectan a gente semejante y lleva a cada grupo a aceptar verdades que para otros son la encarnación del mal. A pocos meses del triunfo de Biden, los demócratas sufrieron una colosal derrota electoral. Trump es recibido en los estadios en medio de manifestaciones de entusiasmo, no sería raro que vuelva a la Casa Blanca.
En medio de todo esto, el tema internacional nunca fue tan importante. Estamos en un mundo interconectado en el que hay un banco, el FMI, que pertenece a los países más importantes del mundo, que es determinante para lo que pase con los que se encuentran en problemas económicos.
Existen países mágicos que han decidido no tener relaciones con el FMI y con el mundo. Venezuela y Nicaragua se hunden cada día más en la pobreza y la corrupción. Decidieron alejarse del mundo moderno y lo lograron. Sus militares se enriquecen a manos llenas, mientras lo pobres huyen masivamente del país y los enfermos no consiguen medicinas para sus dolencias. Esa opción funciona en la medida en que, como en los tiempos de los Somoza, las fuerzas armadas están totalmente corrompidas con esos gobiernos y participan del saqueo.
Argentina. No es el caso de la Argentina, en la que la institución militar tuvo amargas experiencias y se encuadra en la democracia. Tampoco parecería que es la opción de parte de este gobierno que entiende que un default nos pondría en un tobogán final. La mayoría no son científicos que dictan seminarios o cursos en las universidades más importantes del mundo, ni publican sus trabajos en las revistas reconocidas por la comunidad internacional, pero su formación les alcanza para entender que el aislamientos sería un desastre.
Tampoco es la opción de uno de los Albertos, que viaja al G20 para hablar con Kristalina Georgieva, Angela Merkel, Emanuel Macron y otros líderes mundiales a los que da palmaditas afectuosas. Trata de levarse bin con ellos, pero desgraciadamente sus buenas intenciones se frustran por un detalle: ni él ni su canciller hablan inglés. Es posible pensar que eso no tiene porqué ser un problema, que debemos lograr que los líderes mundiales hablen mapudungún, pero eso es poco realista.
El inglés es la lengua franca contemporánea, el idioma de la Internet, Macri se desempañaba fluídamente al más alto nivel porque podía comunicarse con sus pares en el idioma que casi todos entienden.
Cuando un presidente tiene conciencia de la importancia de su investidura y también de sus limitaciones, se comporta como el presidente de México. El titular de la Silla del Aguila jamás iría a tomarse selfies con personajes importantes en los pasillos de una convención internacional. No habla inglés y simplemente no va, pero envía en su lugar a un canciller políglota como Marcelo Ebrard, que ha sido profesor de la Escuela Práctica de Altos Estudios de París y tiene el mundo necesario para tratarse de igual a igual con los grandes estadistas.
Mientras Alberto logró tres minutos de saludo casual con Biden abordándolo en un corredor, en el gobierno de Macri visitaron Argentina dos presidentes norteamericanos, Obama y Trump. Lo hizo también una larga lista de presidentes y personalidades de todos lados. Les interesaba lo que decía Macri, lo que hacia, lo que ocurría en nuestro país.
Cuando un mandatario dedica su intervención ante el G20 a haber mal de su predecesor y a insultar al banco de esos países, logra que nadie vaya a escucharle cuando habla en Glasgow. Ni siquiera concurrió su nutrida comitiva. A ese nivel, los estadistas no dedican sus intervenciones a hablar mal de su antecesor que, en este caso, goza del respeto de casi todos los que escuchan los improperios de este desconocido.
Diplomacia. Desgraciadamente la política internacional kirchnerista siempre fue un desastre. En el 2012 Cristina Fernandez viajó a Angola con una enorme comitiva para iniciar el desembarco de Argentina en Africa. En general estos científicos no tienen idea de lo que es Africa, creyeron que podían ir para sacarles a los africanos su petróleo, cambiándolo con espejitos. Llevaron un grupo de empresarios de la Salada para que enseñen sus técnicas comerciales a los africanos, una vaca falsificada, una máquina agrícola que no se movía. El discurso de Cristina del 18 de mayo es una pieza de antología para la historia del ridículo político.
Angola tenía como presidente a José Eduardo Dos Santos, dictador famoso que obtuvo el poder gracias al apoyo de la izquierda pro soviética y la intervención cubana. Su hija Isabel, la mujer más rica de Africa, era una experta en comercio de petróleo del más alto nivel, a la que no le iban a sacar el petróleo con los trucos propios de la Salada.
Otro tanto pasó con el acuerdo con Irán. Más allá de las otras implicaciones de complicidad con el gobierno militar venezolano, y la teocracia iraní, no hicieron algo sencillo: leer la prensa persa de esos días.
Mahmud Ahmadineyad, el presidente de Irán, hizo firmar ese convenio a la Argentina, como parte de un juego político interno, al que nadie dio importancia en Teheran. Ahmadineyad era un fanático que negaba la existencia de la Shoa, decía que era un invento de los judíos. La diplomacia de países como el suyo, con una historia milenaria, es muy sutil, no deja de lado ningún detalle.
Ahmadineyad, un antisemita enfermo, logró que Héctor Timerman, un argentino judío, firme ese convenio el 27 de enero, día en el que el mundo recuerda el horror del genocidio nazi. Ese solo dato servía para saber que se estaba burlando de Argentina, país en el que el congreso se apresuró a ratificar un papel, que los iraníes simplemente botaron a la basura. El texto era absurdo para alguien que conozca la cultura autocéntrica de ese país. Nunca sus principales dirigentes, incluido uno que estaba nominado para reemplazar al Iman Khamenei, iban a presentarse a declarar antes jueces de un país al que consideran inferior.
Alberto hizo un papelón tratando de comunicarse en el G20 con un lenguaje corporal que es usual en la vida cotidiana de nuestros países, pero inaceptable entre diplomáticos y mandatarios del mundo. Fue manifiesta la incomodidad de varios de los más importantes dirigentes con su toqueteo.
En esto, como en todo, simplemente hay que prepararse, no improvisar como le gusta al presidente.
En Argentina hay algunos políticos trasnochados que creen que prepararse es malo, que lo saben todo. La frase, repetida varias veces, de que “no veo encuestas porque San Martin no lo hizo cuano cruzó los Andes”, podría complementarse con la iniciativa de algún vecino que intente cambiarle un caballo por su coche, peo es probable que la mentalidad arcaica no llegue tan lejos.
En el servicio exterior argentino hay gente muy preparada. Los ex cancilleres Jorge Faurie y Susana Malcorra siguen siendo invitados a los foros internacionales, cosa que no ocurrirá con los cancilleres de este gobierno.
En aviones privados elegantes, como corresponde a los líderes proletarios, llegaron de urgencia a Buenos Aires varios líderes revolucionarios para mantener reuniones urgentes.
¿Será que quieren ayudar a Alberto en la negociación con el FMI o tendrán que ver con las revelaciones que haría próximamente Saab, como se rumorea en Washington DC?
Fuente: Perfil
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