¿Llega el Apocalipsis?
El Gobierno sufrirá hoy seguramente una gran derrota, que ha desatado especulaciones de todo tipo sobre lo que puede ocurrir el día de mañana. Algunos quisieran que Alberto renuncie, entregue oficialmente su sillón a Cristina, o que el Congreso nombre un sustituto o llame a elecciones anticipadas. Pensando en fortalecer la democracia, sería una alternativa funesta que provocaría un grave daño institucional. No es sano jugar con las instituciones. Alberto es un presidente elegido en las urnas que debe completar su período como lo manda la Constitución.
Para ciertos políticos argentinos, la política se reduce a ganar elecciones utilizando cualquier medio. Lo curioso es que no tienen un plan, una ideología, son un amontonamiento variopinto de personajes, entre los que destacan falangistas que compraron remeras con la cara del Che Guevara cuando había terminado la Guerra Fría.
Les une una concepción original de la movilidad social centrada en su entorno: sus secretarios, el chofer, el jardinero, su ejecutivo de cuentas del banco, sus amigos, acumulan enormes fortunas mientras dura el gobierno. Cuando la Justicia allana su domicilio, se encuentra con que son dueños de decenas o cientos de coches de alta gama, inmuebles lujosos, zoológicos privados, cientos de miles de hectáreas, y que en algún caso, la esposa de un dirigente proletario tenía diamantes incrustados en los dientes.
Opulencia. Esto no pasa con dirigentes de organizaciones democráticas. Casi todos los nuevos ricos militan en la misma fuerza política: son funcionarios o líderes de movimientos populares, que predican las bondades de la pobreza desde una vida opulenta.
No son democráticos. Mantienen que cuando un presidente no es de su partido, impedirán que gobierne. Le hacen la vida imposible con protestas, movilizaciones, como ocurrió con Illia, Alfonsín, De la Rúa. Pretendieron hacer lo mismo con Mauricio Macri, el único presidente no peronista que logró terminar el mandato en un siglo.
No tienen noción de dos elementos esenciales de la democracia: la alternabilidad y el pluralismo. Cuando los derrotan en las urnas no viven el acontecimiento como algo normal en la vida de una democracia, sino como una tragedia apocalíptica que afecta a la historia de la humanidad.
La verdad es que nadie sabe que existen en otros países, a nadie le interesa su épica, sus líderes van a reuniones internacionales para conseguir fotos con personajes importantes que no saben quiénes son.
En las elecciones para diputados de 2009 Francisco de Narváez derrotó al dream team que encabezaban Néstor Kirchner y Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires. Menospreciaron a un candidato con grandes capacidades, que contaba con una estrategia diseñada científicamente, los dos elementos que Joseph Napolitan señaló como los que determinan el resultado de las elecciones.
Nunca imaginaron que podían perder. La noche del escrutinio, Néstor apareció con la mano fracturada por golpear a las paredes y también a un colaborador al que consideró traidor. Se supo que Cristina quiso renunciar a la Presidencia de la Nación y exiliarse en Venezuela. El mundo se destruía porque ellos habían perdido las elecciones para diputados en la provincia de Buenos Aires. No era para tanto.
Cuando ganó la Presidencia Mauricio Macri, Cristina no lo saludó en el Congreso. Fue un acto de mala educación que la puso en ridículo ante el mundo, y otra expresión de su visión mágica del poder: cuando gana la oposición la historia de la humanidad retrocede, no pueden reconocer una tragedia tan brutal.
Los presidentes elegidos deben cumplir su mandato. Las democracias importantes del continente, México, Chile, Uruguay, Colombia, entre otras, han respetado la sucesión presidencial. Sus mandatarios han sido elegidos para un período que han cumplido, y termina cuando el pueblo elige en las urnas a quien quiere.
Destituyentes. En Ecuador, desde que se destituyó a Bucaram, se instaló la costumbre de derribar al presidente. Ocurrió con todos los que sucedieron al populista, hasta que llegó Correa e instaló la “muerte cruzada”. Actualmente cuando el Congreso destituye al presidente, termina también el período de los legisladores y se convoca a nuevas elecciones para todo. Gracias a esto, no ha sido destituido ningún otro presidente, porque muchos tribunos aman más a su empleo que a las epopeyas.
En Perú existe una disposición constitucional que permite declarar la vacancia presidencial por elucubraciones subjetivas. En los últimos años los presidentes se han sucedido uno tras otro, provocando una inestabilidad política que ha contrastado con su desarrollo económico. Ojalá no destituyan a Pedro Castillo. Fue elegido en elecciones competitivas, es bueno que complete su período.
Chile, con gobiernos de distinto tinte político, ha sido ejemplo de estabilidad política y desarrollo económico durante muchos años. A partir de la rebelión iniciada con el incremento del precio del metro de la ciudad de Santiago, el país entró en una espiral de cambios desconcertantes.
Las formaciones políticas tradicionales, tanto la Concertación como la derecha, entraron en crisis.
En uno de los países más partidistas de la región, eligieron miembros de una Asamblea Constituyente, y más de la mitad de los que triunfaron son independientes. Un partido que sorprendió, relativamente, por su éxito, fue el Comunista, que pocos meses después, con un buen candidato, el intendente Jaude, perdió las internas de la izquierda frente a Boric, un independiente. La centroderecha se unificó detrás de un seguro candidato, el exitoso intendente Joaquín Lavin. Las primarias lo dejaron fuera y ganó Sebastián Sichel, quien inicialmente lideró las encuestas, y ahora está cuarto.
Los estudios dicen que en este momento va a la cabeza José Antonio Kast, un candidato que ha declarado su simpatía por el gobierno de Pinochet y ha dicho cosas políticamente incorrectas, que hasta hace pocos meses era imposible mencionar. Enfrentará a Boric en una segunda vuelta de difícil pronóstico.
El Congreso aprobó una resolución demagógica, dando paso al juicio político a Sebastián Piñera. Otra vez políticos irresponsables jugando con miopía, tratando de ganar votos con demagogia. Destituir a un presidente en vísperas de las elecciones es tan poco serio como regalar electrodomésticos envueltos con las fotos de los candidatos. No parecía posible con el nivel de la política chilena, pero es propio de la pospandemia.
Los mandatarios no deben gozar de impunidad, pero si se cree que han cometido irregularidades, debe estudiarlas la Justicia.
El tema no debe ser material para partidos que hacen circo.
En este mundo que, como hemos dicho repetidamente, se precipita en el caos, los demócratas sufrieron una derrota contundente en el estado de Virginia.
Mientras Trump es aclamado en los estadios, la imagen de Biden se desploma, al igual que la de mandatarios latinoamericanos recién electos. Solo falta que después de la entrevista con el Papa, Biden se haga pobrista, hable en contra del consumo y lleve a algún funcionario vaticano para hacer una reforma agraria e invadir con pobres de Nueva York propiedades de los farmers del medio oeste. Lo encerrarían en una casa de enfermos mentales, pero ayudaría para que vuelva el reality show de Trump.
El caso argentino. Hay que analizar algunos números que indican que la crisis global se está expresando en Argentina de varias formas. Como dice Carlos Pagni, “en la provincia de Buenos Aires, el Frente de Todos perdió entre las generales de 2019 y las últimas primarias 2.500.000 votos, el 47% de los votos de su principal base electoral. Juntos por el Cambio, perdió en el mismo lapso 490 mil votos. Quiere decir que en el principal distrito del país las dos fuerzas que controlan el sistema tuvieron una fuga de tres millones de electores. ¿Adónde fueron? Esta reducción del consenso de las dos principales fuerzas coincide con la aparición de expresiones nuevas, como la derecha de Javier Milei y José Luis Espert. O la expansión de la izquierda radical: en la misma provincia de Buenos Aires el trotskismo creció un 24% respecto de las elecciones generales de dos años atrás.”
Coherencia, alucinaciones y elecciones
La crisis de fondo de la democracia representativa en el continente se expresa en nuestro país. Las columnas que mantienen vivas a las instituciones, los partidos, los sindicatos, la Justicia, las organizaciones empresariales, están siendo corroídas porque los electores son cada día más distintos. La autoridad en la familia cambió. La mujer tiene una autoridad semejante a la del padre, los niños tienen derechos.
Los beneficiarios de planes sociales no quieren vivir así para siempre, no quieren que sus hijos sean piqueteros. Se dan cuenta de que, con la tercera revolución industrial, no se necesitan enormes capitales para poner un emprendimiento. Lo que necesitan es educación de calidad que les permita avanzar sin límites.
Un partido que gana con más del 90% de los votos en las cárceles y da garantías a los delincuentes para que asesinen a un vendedor de una panadería o a un quioskero, provoca reacciones en La Matanza. Los que más sufren la inseguridad son los pobres y están cansados de la impunidad.
Los trabajadores tampoco quieren seguir a dirigentes que hacen enormes fortunas en su nombre. Muchos quieren tener también los coches, yates y aviones de los Pata Medina.
Los dirigentes de la CGT tienen olfato político y sienten que esta hecatombe se agudiza con las tesis anticuadas de quienes no saben que se acabó la Guerra Fría y provocaron una mortandad defendiendo vacunas revolucionarias en contra de las imperialistas.
Los sindicalistas saben que no vamos a ningún lado siguiendo el liderazgo de una vicepresidente bruja, que gobierna a la sombra de un militar decrépito. Somos algo mejor que discípulos de los militares nicaragüenses.
Fuente: Perfil
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