Erotismo en los tiempos de la doble pandemia
En los setenta y noventa del XX la prensa venezolana reporta la irrupción de la sexualidad también como un asunto de opinión pública, destacando como especialistas muy conocidos Felipe Carrera Damas y Fernando Bianco, quienes tensaron el arco entre la moderación y el desparpajo. El mayor conflicto pareció escenificarse en la televisión y sus confusos instantes de sensualidad, reclamados constantemente por el survey.
Progresivamente, en la siguiente centuria, ha desaparecido de los medios el tema e, incluso, los medios mismos, libres y democráticos. Ya no sabemos cómo se las ingenia el humorista y testarudo pornógrafo, pero Rubén Monasterio sobrevive en Facebook que, por cierto, suspendió nuestra cuenta personal en dos ocasiones al reseñar un par de desnudos femeninos al óleo.
En tiempos de la pandemia del Covid-19 y sus variedades, es sólo una presunción la del incremento de la vida sexual del venezolano, porque sobran los motivos para la angustia permanente por la asistencia médica y los fármacos que no se tienen, tan encarecidos como los alimentos, la vivienda y el transporte. Y, en los tiempos de la otra pandemia, la de un régimen conculcador de los más elementales derechos humanos, la sola distribución gratuita de anticonceptivos entre amplios sectores vulnerables de la población, disminuidos los placeres de la vida, sólo significaría que el incremento pudiera ser meramente mecánico, carente de sentido y trascendencia, dependiente de la mera circunstancia.
La orientación especializada que alguna vez tuvo un auge en la programación radial, ha disminuido dramáticamente, reemplazada por las redes digitales que colocan el acento en el detalle pornográfico, industria clandestina ésta que posiblemente ha provocado grandes cambios en la cama venezolana. Desechada inmediatamente la perspectiva religiosa, o el recato de las viejas costumbres, tampoco hay un mínimo de reflexión sobre un acto tan capital de la vida misma.
El totalitarismo suele desterrar la sensualidad, considerándola peligrosa a través de una ilustración, unos versos, un video, unas notas melódicas. Las pandemias que nos afectan física y psicológicamente, pretenden confinarnos a la barbarie y son muchos los que no comprenden ya poemas como los de Octavio Paz o Gioconda Belli, en la hondura de una almohada, prefiriendo la áspera y burda letra de un reguetonero.
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