Un paisaje para el Covid19
«Empiezo a vestirme, pero el coronavirus
me ha cambiado la vida. Ahora, antes de
acudir a un interrogatorio, debo someterme
yo mismo a otro»
Petros Márkaris (*)
Todavía no sabemos si el Covid-19 está pasando, tiene otras y más graves variantes, procurando una normalidad en Venezuela que, en definitiva, nunca será posible de continuar el presente régimen. Entre nosotros, muy pocos tienen certeza de las condiciones realmente prevalecientes, por la consabida y activa censura que ha caracterizado el tratamiento de la pandemia.
Observamos con curiosidad el llamado movimiento anti-vacunas suscitado en países de una superior calidad de vida, con servicios de salud convincentes y, en última instancia, un Estado responsable. Ostentan un mínimo respeto a las libertades públicas, en contraste con otros de gobernantes capaces de entretenerse con la prueba de costosas armas, mientras silenciosamente la población soporta los embates del coronavirus.
De no equivocarnos, muchos de los argumentos del referido movimiento obedecen a la convicción de una profunda, extensa y bien articulada conspiración mundial que ya no pasa sólo por la invención del virus, sino por la inoculación de un fármaco que no está orientado a su superación. La versión es la de una suerte de robotización y envenenamiento de las personas para una caprichosa política demográfica de obscuros intereses, faltando las pruebas suficientes y fehacientes.
Tamaña rebelión ciudadana, no guarda comparación con la que se exhibe en Venezuela fruto de una anomia militante y del irresponsable manejo que ha hecho una usurpación que le da igual que funcionen o no los semáforos, a modo de ilustración. El desempleo del más elemental tapabocas, en franco y obsceno desafío e irrespeto hacia quienes procuran una medida mínima para evitar un contagio, es la regla, y más de las veces ya no existe la posibilidad de ejercer reclamo alguno tratándose de los espacios comunes de un edificio, como el propio ascensor, o del transporte público.
Que sepamos, el coronavirus sigue andando, acaso, blindado, como uno de las figuras artísticas de Ghee Beom Kim, pero en el paisaje sociológico y psicológico de los venezolanos sirve para demostrar un cierto y cultivado desprecio a la vida de los demás e, incluso, de la propia, como si fuese posible someterla a un constante juego de dados. Suponemos que si fuere el caso, un movimiento anti-vacuna entre nosotros exigiría una disciplina de la que carecemos, contentándonos con esta anarquía inducida por un Estado que es criminal que no permite preguntarnos si hacemos o no lo correcto, contrario al persona de Márkaris.
(*) «Cuarentena», Tusquets, Barcelona, 2022: 38)
Ilustración: Ghee Beom Kim.
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