Entrevista al hueco de mi calle
Luego de esquivarlo, de ver cómo otros caían en él y de presenciar cómo se tragó enterito un
Volkswagen Escarabajo; decidí que ya era suficiente. Entonces me bajé a hablar con él para ver si
llegábamos a un pacto de no agresión:
REUBEN: Hueco, disculpa, ¿podríamos hablar?
HUECO: Claro, aprovechemos que no hay mucho tráfico y llenemos este hueco en mi agenda.
R: El único que sí podemos tapar, por lo visto. Aunque comencemos por el principio, porque llevo
toda la vida viéndote aquí en mi calle. ¿Cuánto tiempo ya tienes acá?
H: Hoy estoy cumpliendo treinta y cuatro años, tres meses y doce días.
R: ¿En serio?
H: Sí… Ya son varias generaciones que han pasado por aquí.
R: La de mis abuelos, la de mis papás y la mía.
H: ¡No, chico! Carros a gasolina, carros eléctricos y ahora, los benditos scooters.
R: Tú sí sabes lo que es la inclusión.
H: Y desde antes de que estuviera de moda, porque aquí caben todos sin distingo de raza, credo o
nacionalidad. Es más, mejor llámame “hueque”.
R: Ok, hueque. Y otra pregunta: ¿siempre fuiste de ese tamaño?
H: Bueno, me han tratado de hacer cirugías estéticas pero que va… al final la edad se nota igual.
R: De hecho, a mí me parece que te has vuelto más grande, ¿no?
H: Sí, aunque bueno: sigo siendo más pequeño que el hueco fiscal del país.
R: Es verdad.
H: Y ni me toques el tema de la comunidad científica, que en un año yo chupo más materia que un
agujero negro y no aparezco ni en los libros de Stephen Hawking.
R: Entonces deberías hacerte una cuenta en redes sociales.
H: Sí, ya yo tengo una en Tinder.
R: ¿¿¿En Tinder???
H: Sí, porque ahí todo el mundo anda es pendiente de buscar un hueco.
R: Bueno, sí… ¿Y tienes muchos seguidores?
H: ¡Muchísimos! De hecho, mis fanáticos más fieles son los mecánicos.
R: ¡Qué pervertidos!
H: ¡No, vale! Lo que pasa es que, gracias a mí, han prosperado muchísimo los talleres de
amortiguación y tren delantero. Si vieras a cuántas familias les doy de comer.
R: ¿Tienes estadísticas que comprueben eso?
H: ¡Claro, mira! Yo genero cinco mil empleos directos y ciento cuarenta mil empleos indirectos.
R: Aunque lo que más debes generar son odios.
H: Y si supieras que eso está cambiando porque en medio de la pandemia, gracias a mí, muchos
conductores al menos pudieron romper la cuarentena para verse con un mecánico.
R: ¿Y qué me dices de los de la Alcaldía? Esos sí te deben odiar.
H: Ni tanto porque ellos, hechos los locos, se dieron cuenta de que yo le traigo muchísimos
beneficios al municipio.
R: ¿Cómo así?
H: Porque yo soy un todo en uno, mira: sirvo de reductor de velocidad. Gracias a mí, los
conductores tienen que dejar de ver el teléfono para no caer aquí. Al conductor que se está
quedando dormido, lo despierto rapidito. Cuando llueve, dreno el agua y así no patinan los carros.
Para dar una dirección, siempre me usan de referencia diciendo: “Donde está el hueco, a la
derecha”. ¡Ah!… y en temporada de lluvia, los niños y los perros me usan de piscina. ¿Qué más
quieres, pues?
R: ¡No, chico!… ¡Lo menos que te mereces es que te pongamos un nombre, así como les ponen
nombres a los asteroides!
H: Yo ya tengo un nombre.
R: ¿En serio? ¿Y cómo te llamas?
H: Huequeros
R: ¿Huequeros?
R: Sí: Huequeros Ramazotti.
R: ¡Es más, chico! Hagamos algo. Desde hoy, me pongo de tarea que te hagan el merecido
homenaje que aún no te han hecho. ¡Un día festivo en tu honor, pues!
Entonces me paré frente al hueco y comencé a desviar los carros. Más nadie podría caer en él
hasta tanto no llegara la UNESCO y lo declarara Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Inmediatamente un policía me vio en mi locura y se acercó para quitarme de la calle, pero yo
comencé a gritar: “¡Con mi hueco no te metas!”. Y así fue como terminé detenido en la
Comandancia porque el policía pensó que yo era un trabajador sexual protestando por mis
derechos “huecales”. ¿Ven? Eso me pasa por cabeza hueca.
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