Pertenezco a la minoría DLQNB
Hoy propongo un brindis (pero con té verde) para celebrar que nosotros, la minoría DLQNB (o “de los que no bebemos”), finalmente nos hacemos visibles en la agenda pública. Una minoría que por años ha sido maltratada y privada de sus derechos a rumbear, salvajemente, hasta las nueve de la noche. Que por años ha sido dejada de lado cuando se despierta un primero de enero a las siete de la mañana, para ver televisión porque ya no tiene sueño. Una minoría que se ha quedado socialmente aislada porque recuerda todas las imprudencias que han hecho sus amigos al estar borrachos y por eso ya no lo invitan a ningún lado.
Esta minoría, de quienes no bebemos, está compuesta por personas que, a simple vista, se ven normales. De hecho, nadie los identifica sino hasta el momento en que es sábado en la noche, estás en un local y de repente escuchas que alguien dice: “Y a mí me trae una limonada”.
Por ello, nosotros, los de la minoría DLQNB (o “De Los Que No Bebemos”) hacemos un llamado para ser respetados. Ya son años que llevamos siendo vejados con frases como: “¿Y a ti qué te pasa? ¿Te metiste a evangélico?” o “Pero bueno, ¿tú eres marico?”. Sin contar que incluso grandes mentes de la humanidad, como Charles Baudelaire, nos estigmatizaron con frases como: “Un hombre que no bebe, oculta un secreto”. Y sí, Charles, ocultamos secretos. Como el secreto para no tener barriga de cervecero, el secreto para tener más dinero a fin de mes y el secreto para amanecer sin dolor de cabeza.
Es que la gente no sabe lo que sufrimos. Ni imaginan lo que es pasar una fiesta bebiendo solo agua. Sí, agua, porque si nos servimos una Coca-Cola, es que nos vamos a terminar la Coca-Cola del ron y si bebemos jugo de naranja, es que se van a quedar sin jugo para el vodka.
Tampoco hablar de cuando nos toca vivir ese incómodo momento de ser interpelados en medio de la fiesta cuando nos dicen: “Ya va, pero cuéntanos con confianza: ¿por qué tú no bebes?”. Ocasión cuando sacamos a relucir ese cuento prediseñado que hemos usado por años para que nos dejen en paz: “No, es que yo tenía un padrastro alcohólico que, cuando llegaba borracho, nos maltrataba obligándonos a escuchar todos los discursos de Chávez”.
Y ante esto, ¿qué nos queda en una fiesta? Pues llevarnos nuestras propias bebidas a escondidas y meternos en el baño para prepararlas. Nos podemos servir un jugo de manzana para luego decir que es un güisqui. Si no, mezclamos jugo de naranja con agua para decir que es vodka. También esperamos que a nuestro vaso de Coca-Cola se le derrita un poco el hielo para decir que es un Cuba Libre. Y si no, es acudir a la medida más extrema de todas: echar agua mineral en un vasito de shot para fingir que es tequila.
Por eso, desde hoy queremos pedir que nos dejen de etiquetar con esos prejuicios que siempre tienen hacia nosotros, los miembros activos de la minoría DLQNB:
- No somos tu conductor designado. De hecho, hay gente que no bebe y tampoco sabe manejar.
- No todos somos evangélicos (ni católicos, porque no nos gusta la hostia mojada en vino).
- No todos somos homosexuales (aunque sabemos de machos que cuando beben, comienzan a disfrutar de ese otro yo que llevan por dentro).
- No le digan a su pareja que van a salir con nosotros, los bien portados. Es una excusa muuuy vieja para ocultar que van a salir con otra.
- Cuando decimos “veámonos para tomar un café”, sí: nos referimos literalmente a un café.
- Para seducirnos no recurran al alcohol. Con una avena caliente, tendrán más chance.
Y si tú eres miembro de esta minoría y te sientes solo (o conoces a un no bebedor enclosetado), invítalo a que nos contacte. De hecho, estamos preparando la marcha del Orgullo No Bebedor para el próximo primero de enero a las ocho de la mañana. Es que como no bebemos, tendremos energía suficiente para marchar ese día a esa hora.
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