Familia que limpia unida, permanece unida
El día de limpiar la casa es irónico, porque a toda la familia se le contamina el humor. Incluso nos hace entender que más abajo del “humor de perros”, está el “humor de limpiar la casa”. Porque el anhelo de quien limpia la casa es que la misma se mantenga resplandeciente por (más o menos y aproximadamente) la eternidad del universo. Aunque no sé por qué a estos seres jamás se les ocurre la genial idea de limpiarla a las once de la noche. Para que pase, al menos, ocho horas limpia y después nos permita amanecer sintiendo que vivimos en el palacio de Buckingham.
Por ello, creo que el mito bíblico del origen del universo está equivocado. Me imagino que el universo originalmente era un desorden todo sucio. Entonces llegó un tal Dios, limpió, organizó, pasó coleto (y creó todos los sinónimos de “pasar coleto”, como trapear, pasar lampazo o pasar mopa) y exclamó: “Hijos míos, podéis recorrer toda mi creación excepto este piso que acabo de coletear”. Ante lo cual Eva dijo: “Adán, baila conmigo pegadito en esa baldocita”. Y así fue como Dios los expulsó del paraíso.
Es que no hay mejor estímulo para caminar, que un piso recién coleteado, ¿no? Incluso creo que el famoso milagro de Lázaro en verdad fue porque Jesús le dijo: “Lázaro, acabo de coletear”. Y Lázaro se levantó y anduvo.
Además, ese día de limpiar la casa en familia siempre es anunciado un día antes cuando uno de sus miembros dice: “¡Mañana se me paran temprano porque voy a limpiar la casa!”. Sentencia ante la cual uno comienza a escribirle a todos sus amigos para ver si alguno, por casualidad, se está mudando y necesita ayuda.
Es entonces cuando una mente brillante de la población oprimida de la casa le propone a ese líder limpiador: “¿Y por qué no nos dividimos las tareas y así limpiamos la casa más rápido?”. Ante lo cual, ese líder responde con un conciliador y armónico “¡NO!”. Porque ese capitán sabe muy bien que en su familia existen personalidades de limpiadores que no le convienen.
Está el limpiador gubernamental, que limpia solo lo que ve la opinión pública. Está el limpiador ecológico, que recicla el sucio pasándolo del piso a debajo de la alfombra, de abajo de la alfombra a debajo del mueble y de abajo del mueble a sentarse duro sobre éste para que el sucio se pegue a la base y desaparezca por siempre. Por último, está el limpiador tipo quirófano, caracterizado porque limpia el piso lavando cada baldosa por encima, por las juntas y hasta es capaz de despegar cada baldosa, limpiarla por debajo y después volverla a pegar. Esta es la personalidad de ese líder limpiador.
Entonces uno, apelando a la lógica, dice: “Hagamos algo mejor. Nosotros salimos para que limpies en paz y volvemos en unas horas.” A lo que dicho líder responde: “¿Creen que van a disfrutar solos mientras yo me mato aquí? Ustedes se quedan, pero sin ensuciar”. Momento en el cual uno pasa a ser un rehén secuestrado sobre una cama de la cual es imposible bajar los pies porque “el piso está recién coleteado”. Y también sabe que es inútil llamar a la división antisecuestros de la policía. Estos no podrán rescatarlo hasta que no se seque el piso.
Aunque lo bueno, es que ese día de limpiar la casa significa toda una prueba de amor para la familia. Porque si ves a tu pareja sudada, en chancletas, con guantes amarillos, despeinada, con la franela vieja llena de huecos y aun así te parece adorable; entonces tu familia tiene un futuro garantizado. Ya que limpiar la casa es como un ejercicio. Lo sufres, pero después sientes la satisfacción de los resultados: un verdadero y renovado hogar, dulce hogar… Hasta que ocurre esto:
- ¡Tengo que ir al baño! ¡Me estoy haciendo del dos!
- ¡Pero si acabo de lavarlo y son las once de la noche!
- Pues lo lamento. En el palacio de Buckingham también cagan.
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