El 24 debate con el 31
Llegó la disputa más esperada (y no es si la hoja del papel higiénico debe colgar hacia la pared del baño o hacia afuera). Es que tras discutir en mi familia con quién pasábamos el 24 y con quién el 31, decidí juntar a estas dos fechas emblemáticas para hacer un debate.
Entonces las cité en un territorio neutral: la casa del señor 28 de diciembre, asumiendo así de entrada la inocencia de ambas. El 24 llegó puntual, peinadito y con su suéter de lana. El 31, en cambio, llegó tarde, despeinado, con un trago en la mano y diciendo que no le quitaran las llaves del carro, porque él maneja mejor que chofer de ambulancia. Y así comenzó el debate:
Yo: Ya saben las reglas. Se escuchan, se hablan con respeto y nada de lanzarse a la cara fuegos artificiales. Recuerden que esta es una noche de paz… noche de amor.
El 31: ¡Vendido!… ¡Eso es un villancico del 24!… ¿Qué?… ¿Acaso te dio un regalito para comprarte?
El 24: Para nada. Si él hasta me dijo que iba a recibir el año contigo.
El 31: ¿Ves?… Porque yo soy un tipo de reglas claras. En mi casa se espera hasta las doce, comemos uvas y después todo el mundo rumbea. No como tú, que siempre andas con un misterio y nadie sabe si se pueden abrir los regalos en la noche o en la mañana del 25.
El 24: Pero soy transparente. No como la gente contigo, que hace propósitos de año nuevo a viva voz y a tus espaldas no los cumple.
El 31: Porque se les olvidan gracias a todo el licor que les doy. No como tú, que sólo das vinito y ponche crema…
El 24: Porque yo cuido a la gente. No como tú, que los emborrachas y los dejas con complejo de proctólogo, porque después terminan mandando mensajitos y que “Feliz ano”.
El 31: ¡Claro! Porque yo soy para echar broma. No como tú, que pareces un comunista, racionando regalos. Que si uno hoy y mañana otro… ¡Y eso si se portan bien con Nicolás el rojo, rojito!
El 24: Ajá, pero si todos la pasan tan bien contigo, ¿por qué hay alguien que siempre termina llorando a las doce?
El 31: Por tu culpa, que les hiciste gastar en regalos todo lo que tenían ahorrado.
El 24: ¿Y también es mi culpa que gracias a ti amanezcan con tremendo dolor de cabeza?
El 31: Pero al menos duermen tranquilos. En cambio, contigo tienen que madrugar a las siete de la mañana del 25 porque los niñitos quieren abrir los regalos.
El 24: Sí, pero sigue siendo diciembre y pueden flojear. En cambio, uno amanece el primero de enero y eso parece domingo, que sabes que ya viene el lunes.
El 31: Ay, pero tú, hecho el loco, te sabes todo de mí. ¿Qué?… ¿Te gusto?
El 24: Pero cómo no voy a saber, si mi mascota se la pasa chillando por todos tus fuegos artificiales. Además, yo hasta dejé de comprar uvas porque a la quinta campanada ya me atragantaba y terminaba casi ahogado.
El 31: Bueno, ¿pero esto es para debatir o hacer llorar? Ni que yo quisiera lastimar a la gente.
El 24: Entonces hagamos algo. Ven y recibe el año en mi casa a ver si esta vez te tranquilizas un pelo.
El 31: ¿En serio?… Bueno, yo voy, pero si tú prometes cumplir tu propósito de año nuevo.
El 24: Cuenta con eso, porque de hecho ya tengo uno en mente.
El 31: Sí, ¿cuál?
El 24: Que aprueben una ley para que en tu día haya ley seca.
El 31: ¿¿¿Qué??? ¿¿¿Estás loco??? ¿¿¿Qué te pasa, pues???
Yo: ¡Bueno, bueno, a ver!… ¡Se me tranquilizan! Lleguemos mejor a un veredicto para saber cuál de los dos es mejor. Y para eso consultemos al único testigo que tenemos acá: el señor 28 de diciembre. ¿Qué opina usted? ¿Quién ganó este debate?
El 28: Para mí, hay empate.
El 24, el 31 y yo: ¿¿¿Quééé???
El 28: ¡Ja, ja, cayeron por inocentes!… Porque mejor es el Día de Reyes, que nadie se molesta y uno lo pasa en la playita.
El 24 y el 31: ¡Noooo!
El 28: ¡Que tengan una feliz Navidad!
El 31: ¿Y para mí qué?
El 28: ¡Ah verdad!… ¡Feliz ano!
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