Del novel héroe deportivo
Muy recientemente, ha ganado el Roland Garros dándole un inmenso motivo de satisfacción a los paisanos que vienen de celebrar el campeonato de la liga con el Real Madrid. El joven Carlos Alcaraz, una curiosidad para este lado del mundo, recuerda a nuestras viejas glorias deportivas en el celebrado camino de ascenso.
El triunfo llega de nuevo a los ibéricos que atraviesan una grave crisis existencial detonada por Pedro Sánchez que muy bien distrajo a todo el país con el escandaloso beso de Luis Rubiales a la futbolista Henni Hermoso, encontrando cualesquiera otros motivos consecutivos para la atrevidísima supervivencia en el poder. Expresión misma de la sociedad civil que le sobrevive al Estado, el triunfo del tenista reivindica así una autonomía que a la vuelta de cualquier esquina la industria puede perder, como ocurrió en la Venezuela de este siglo.
El deporte profesional luce extraordinariamente vigoroso en la península, por ahora, imposible de arruinar, pero – atención – puede ocurrir. Salvadas las proporciones respecto a España, Venezuela ostentó sendas ligas profesionales y amateurs de una gran rentabilidad y atención, desde los ochenta experimentó un auge el basquetbol y volvió el interés masivo por el fútbol, declinó mucho el boxeo y las artes marciales suscitaron mucho interés, el golf ya era noticia frecuente en la prensa especializada en el deporte que, por cierto, caló holgadamente en el mercado de los medios. Sin embargo, excepto los artificios de un Estado que construyó un estadio de béisbol de impresionantes dimensiones en La Rinconada, en medio de la crisis humanitaria compleja, el deporte como oficio y profesión perdió independencia.
Desde hace bastante tiempo, Alcaraz es un héroe de multitudes, como aún lo es Rafael Nadal que comenzará a trillar el retiro. Y, es necesario subrayarlo, de uno y otro saben los españoles desde muy temprano, porque – ocurría con naturalidad en el campo político – la trayectoria nunca fue una exigencia caprichosa: el mundo siempre fue testigo de sus esfuerzos, entrenamientos, disciplina, etc., tejidos de éxitos y de fracasos.
A los héroes deportivos, verdaderamente tales, no se les prefabrica, como hizo Chávez Frías con un corredor de fórmula al que agració con el aval de PDVSA y del que nadie ahora sabe nada. Cierto, sabremos de Alcaraz por muchos años: nada casual fue aquél triunfo frente Novak Djokovic en Winbledon, el año pasado.
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