Universidad y ciudadanía

En las sociedades libres, toda campaña electoral de la oposición es actualizadora.  Obliga al gobierno a explicar una realidad problematizada, aunque haya olvidos y manipulaciones.

La universidad venezolana ha sufrido y mucho en el presente siglo, caricaturizada por el régimen. Ha sido difícil, duro y arriesgado, denunciar sus realidades.

El régimen implementó distintas estrategias de neutralización que no significó necesariamente la persecución, exilio o aprehensión de sus más destacados dirigentes que, por supuesto,  hubo. Contó también con el silencio, el oportunismo, la complicidad de muchos actores que todavía guardan un extraordinario silencio, o procuran que obviemos las idas para dialogar a Miraflores, demostrando – por lo demás – el fracaso ya previsto de una fórmula tan manida. 

El domingo próximo pasado, la plaza cubierta de la Universidad Central de Venezuela fue escenario de un formidable, nutrido y entusiasta encuentro del estudiantado con el candidato del consenso nacional, Edmundo González.  Así, la casa de estudios, violentada por todos estos años, incluyendo una gama de detonaciones que dañaron la estructura misma de sus instalaciones, o la incursión directa de los llamados colectivos armados, supo recientemente de un hermoso acto de civismo que significa el despertar de una promoción generacional que exige libertad y democracia. 

Por cierto, dirigentes de la federación de centros, luego de tomar todas las previsiones del caso, informaron responsablemente a la opinión pública que el patrimonio arquitectónico fue escrupulosamente respetado, contrariando así la versión de una supuesta afectación que corrió con una intención nada inocente. Voces éstas, igualmente silentes ante la precariedad de la planta física de dos décadas y tantas, por la falta del debido presupuesto que auspició y sigue auspiciando el desinhibido intervencionismo gubernamental para la remodelación masiva de los espacios; o ante el robo confeso de una monumental pieza artística en tributo de María Lionza, por citar apenas un caso. 

Además, surgieron aquellos que interpretaron absurdamente el acto, como lesivo a la autonomía universitaria,  forzando el recuerdo en las redes digitales de los eventos que protagonizó Hugo Chávez en la ciudadela de Villanueva, al igual que en la sede de la Universidad Simón Bolívar.  Peor, confundida la autonomía con el principio de inviolabilidad del recinto universitario, improvisando un alegato pretendidamente jurídico, sectores oficiales y oficiosos que cuestionaron y condenaron el acto en cuestión con una conveniente timidez, en el fondo, insisten en que el problema de la universidad es estricta y eminentemente universitario y sus soluciones pueden arribar con independencia del gravísimo contexto nacional. Vale decir, que no se percatan o juran no percatarse de la depreciación de la universidad como valor, el terrible y dramático empobrecimiento del profesorado y del estudiantado mismo que incentiva la deserción, y el papel que le asigna un contrato colectivo que no involucró realmente a comunidad universitaria alguna, ignorados sus legítimos gremios. 

Por consiguiente, en su sentido más amplio y auténtico, niegan la política, el ejercicio ciudadano y la política universitaria, pasando por gremialistas aquellos que, apenas, cual calendario de evasiones, recuerdan que sus agremiados no ganan un salario suficiente y listo.  Procuraron no decir nada y nada dijeron, a raíz de los acontecimientos suscitados en Caracas el domingo 14 de los corrientes, aunque seguramente prevén un reacomodo que exigirá de otras tácticas y estilos cuando Edmundo González inicie la transición democrática en Venezuela. 

Demasiado grave entre otros tanto o más graves aún, el problema universitario en Venezuela  había pasado por debajo de la mesa hasta que el acto en cuestión puso sobre el tapete sus múltiples facetas, aristas y empeños. Ganarle al oficialismo significa, no hay otro modo, hacerle una verdadera oposición y ésta, en el curso de la atípica campaña electoral, inevitablemente nos actualiza, aunque haya los que desean urgentemente apaciguar el asunto, añadido el gobierno mismo que sabe que tiene todas las de perder; empero, y todo es posible, remodelada la ucevé, nada extrañará que Nicolás Maduro visite la sede antes del 28 de julio y ponga  en tres y dos al actual rector. 

Hubo y habrá universidad en Venezuela, victorioso Edmundo González. Hubo y habrá futuro, con una generación que no ha de temerle a su definitiva ciudadanización. Vale decir, a la política que es, por definición, política democrática. 

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