Una reducida geografía

El planeta se ha hecho demasiado pequeño para los venezolanos y, cuidado, si no es plano. La presencia de lo que genéricamente llamamos diáspora en los más apartados rincones del mundo, no significa que – acá – sepamos y pormenoricemos el globo terráqueo. 

Degustando una taza de café en una panadería de urbanización de clase media, le escuchamos preguntar a un niño: ¿dónde queda Mongolia?, y el padre seguidamente dijo que en África. 

La escena es tan reiterada que no valía la pena comentarla, sino – mejor- comprenderla. Obvio, la escuela de hoy no es la de nuestra infancia en la que debíamos saber cuáles eran las principales capitales del mundo entero, porque la maestra las conocía hasta de los lugares que ni siquiera imaginamos.

El niño en cuestión preguntaría por el país del Asia oriental, porque Vladimir Putin visitó recientemente a Ulán Bator, su capital, aunque no pudimos explicarnos cómo se coló la noticia en los juegos de un móvil celular del que aparentemente es propietario el muchacho de aproximadamente diez años de edad. Evidentemente, le dio pereza preguntarle a Alesa o ir a la Wikipedia, o se cuela una cierta campaña subliminal. 

La escolaridad únicamente confiada a la recreación digital, la otra paradoja, reduce dramáticamente la geografía. Únicamente existe Disney, el país donde reside o pretende llegar un familiar directo, o, siendo muy lejano el caso para los mongoles, Bad Bunny o Miguelito Jagger y sus amigos se presentan; acotemos, excepto se tenga un primor-hermano por Guasdualito, Rubio, Lagunillas, Zaraza, Los Pijiguaos, Tucupita, o Macuro, estas localidades no existen, ya que, faltando poco, con el precio de la gasolina, nadie osará turistear por estas localidades. 

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