Industria deportiva
A estas alturas del año, las ligas mayores del béisbol estadounidense se acercan al final de la temporada. La Serie Mundial, como llaman comercialmente quizá desde siempre los capítulos conclusivos, suscita la atención, el interés y el gesto fanático en el mismo territorio nacional encaminado a dirimir el campeonato de la liga nacional de fútbol americano.
Nada extraña esa ardua competencia entre diferentes disciplinas deportivas en un país que las puede ampliar a otras, incluso, no convencionales. Se dirá, hay mercado y, no siempre redundante, libertad de mercado para todo.
La premisa anterior podemos complementarla con otra: existe la estructura, organización y gerencia para afrontar los retos de un mercado competitivo. Vale decir, toda una industria que compete a la organización de las franquicias deportivas en todos los niveles, la manufacturación y comercialización de los implementos necesarios, la construcción de las instalaciones más adecuadas para el espectáculo, la promoción y el desarrollo de una identidad local asociada a la correspondiente práctica deportiva, el empleo de una narrativa que la caracteriza y difunde, la conformación de una fanaticada por siempre leal, y hasta la aparición de otras especialidades de la medicina según las modalidades que reporte esa práctica.
En este lado del mundo, sabemos de la emoción que genera el basquetbol, el hockey sobre hielo, las carreras de fórmula uno y el motociclismo, el waterpolo, etc., pero no cabe duda el incremento superlativo que el desarrollo de los medios digitales ha aportado. E, incluso, propulsando numerosas celebridades que compiten con otras provenientes del mundo del espectáculo televisivo y cinematográfico, diríamos que tan complementariamente como lo fueron para la fama Marilyn Monroe y Joe Di Maggio.
Una de estas tardes, escuchamos involuntariamente a un par de adolescentes discutir sobre fútbol americano, mencionando a jugadores y equipos con una extraordinaria naturalidad que nos asombró y, al preguntarles, por cierto, a los típicos representantes de la clase media baja que ilusión alguna tienen por la universidad, respondieron algo así como que mucha gente sigue telefónicamente una determinada y gratuita aplicación digital de televisión y streaming que transmite los juego de una liga gringa con la que mucho se han familiarizado. Cosas de una industrialización deportiva que nos da alcance, por lo menos, más allá de lo que cabe suponer.
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