Prejuicio deportivo

Evidente, hay prácticas deportivas que requieren de un costoso equipamiento y de exigentes instalaciones; por cierto, solemos asociarlas con una determinada estructura de clases. Y ésta, lejos de la vieja simplificación entre burguesía y proletariado, se multiplica sorprendentemente,  como las ha estudiado Roberto Briceño-León, incluso, con mejor convicción, afán y sobriedad que los propios marxistas de estas décadas.

Por citar tres de las disciplinas que son, o fueron, populares en Venezuela, el fútbol requiere de balón y un campo tan adecuado como el de béisbol, más la pelota, bates y guantes, y el basquetbol de cancha, cestos y pelota. De poca, mediana o extraordinaria calidad, es de suponer el elevado costo de los implementos, pero – valga el detalle escolar – al hacerse masivas sus prácticas, la tendencia fue al abaratamiento, y, así, el béisbol pasó a ser un deporte de las élites de principios del siglo pasado que podían costearlo, a las multitudes que lo celebraron. 

La pérdida del mercado deportivo en Venezuela, ha significado el encarecimiento de espacios e implementos. Acaso, ¿no hubo una exitosa liga profesional de baloncesto que promovió la disciplina entre propios y extraños, permitió llenar las canchas y vender balones, como canastos, a amplios sectores de la población, dinamizando un importante sector de la economía?, o, ¿no hubo un auge del tenis, el ski, el motociclismo en sus más variadas modalidades, el waterpolo, el bowling y, en alguna medida, el golf que dejaron de pertenecer al ámbito exclusivo de las clases más pudientes, permitiendo adquirir a precios razonables la raqueta, la tabla, la moto de trial o de velocidad, el uso de la piscina, etc.?

¿Quién puede hacer velerismo en un país también caribeño, donde sería hasta lógica esa afición?, o, si fuere el caso, alguien pretenderá que el Estado anime y subsidie esa afición para una suerte de populismo orientado hacia  la clase media de acuerdo al prejuicio de los años de auge petrolero? Valga acotar, ¿acaso, Chávez Frías no ordenó  personal y abiertamente el patrocinio de un piloto de fórmula 1 finalmente fracasado, teniendo por contexto una inexistente política pública para  disciplina tan particular?  

No poca cosa tratamos, pues, además del costo de la embarcación, una reciente reseña de El Mundo de Madrid (18/10/2024), advierte que los competidores de la Copa América, actualmente en desarrollo, suele gastar seis mil calorías diarias, recurriendo al pescado azul, proteínas en polvo, antioxidantes y suplementos de creatina. ¿Entonces, renunciamos a practicar – incluso – los más novedosos deportes, manís de millonarios,  y a limitarnos a las carreras de maratón y de velocidad, o a los sencillos y triple saltos largos, porque salen buenos  bonitos y baratos al no exigir implementos esenciales?

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