Busco donantes de memoria para mi celular

Escribo este mensaje desde una boda que justo coincide con el cumpleaños del novio, que además coincide con el reencuentro de un poco de familiares, que aparte coincide con que estamos en una casa colonial campestre que parece la discoteca donde rumbeaba Simón Bolívar. El tema es que, cuando fui a tomar el primer video con mi celular para atesorar este evento tan emotivo, me apareció ese mensaje que se ha vuelto más incómodo que vecino chismoso: “El almacenamiento del dispositivo está lleno”.
Las compañías de teléfonos como que olfatean cuando estamos felices, ¿no? Justo cuando vamos a grabar ese video memorable, el celular se convierte en una alcabala de policía y nos dice: “A la derecha, ciudadano. Si quiere más memoria, páseme algo”. Lo cual da más ganas de llorar que cuando estás en el nacimiento de tu hijo y te pasan la factura del parto.
Porque la memoria de un celular ha llegado al punto de merecerse un comercial como el de la famosa aseguradora venezolana: “Es mejor tenerla y no necesitarla, que necesitarla y no tenerla”. Obviamente soy del segundo grupo y dicha falta de memoria me pone en esa posición en donde todo el legado histórico de mi archivo fotográfico está supeditado a la ley marcial e inclemente del “Tin marín de do pingüé”.
Ley que nunca falla para liberar memoria, pues elimina con un 99,99 % de efectividad todos los videos y fotos de ositos que dicen “Ten un grandioso día”, los videos con reportajes de teorías de conspiración (que ya me hacen creer que las mismas teorías de conspiración son otra teoría de conspiración), las cuarenta y tres fotos que tomé de la colección de Pokemon que nunca se vendió en internet y la app del banco (pues igual ni alcanzaba a ahorrar).
Porque hemos llegado al punto en que las fotos, los videos y las aplicaciones son para el teléfono, lo que la comida a los seres humanos. La que más nos gusta es la que más engorda. ¿Entonces por qué no sinceran la venta de teléfonos de una vez? Que mejor regalen el aparato y por la memoria nos cobren un ojo de la cara (más la nariz y una oreja). Aunque creo que ya les estoy dando muchas ideas a los fabricantes de teléfonos, ¿no?… Mejor me callo.
Y pensar que uno antes guardaba las fotos en cajas de zapatos. De hecho, era la verdadera razón por la que uno compraba zapatos. Menos mal que los grandes momentos de la historia universal no dependieron nunca de un celular. No me imagino a Jesucristo reunido con todos los apóstoles en la última cena para tomarse una selfie grupal y… “El almacenamiento del dispositivo está más lleno que el infierno”. Neil Armstrong a punto de tomarse la foto pisando la luna por primera vez y… “El almacenamiento del dispositivo tiene mucha gravedad”. Pensándolo bien, quizás fue por eso que ningún indígena pudo sacarle alguna foto a la ciudad mítica de El Dorado.
¿Qué tocará hacer entonces para rendir la memoria del teléfono? ¿Será que antes de grabar un video habrá que consultar el tarot, la inteligencia artificial, lanzar los caracoles, deshojar una margarita y jugar a la güija para comunicarnos con esa nube de memoria en donde está Steve Jobs?
Lo cierto del caso es que sigo aquí en la boda y mi teléfono todavía está lleno. Por eso acudo a ustedes para ver si algún alma caritativa me dona algo de memoria o me regala algún celular nuevo para respaldar la información de este celular que ya respalda la de mi otro celular. Si no, entonces al menos tomen bastantes fotos y videos de la boda para que me las envíen luego a mi correo. Mientras tanto, yo estaré borrando y borrando cosas, a ver si tengo un teléfono digno para cuando llegue la hora loca.
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