Argentinos de soporte emocional

En el mundo de los seres y las cosas de soporte emocional, solo conocía a las mascotas de soporte emocional. Aunque también podríamos incluir allí a los implantes de senos de soporte emocional, el cabello injertado de soporte emocional y las sugar babies de soporte emocional. Pero en mi viaje más reciente a Buenos Aires para dar mi taller Aprendo Stand-up, comprendí algo: que los argentinos son los humanos perfectos de soporte emocional.
Porque si estás deprimido y quieres que se te pase, buscáte un argentino (perdón, se me salió ese “búscate”). Además, no te costará nada. ¡Son tan espléndidos que hasta invitan! Yo lo certifico porque he tenido varios argentinos de soporte emocional en mi vida. Amigos como Marta Suárez, Jorge Parra, Guille Díaz, Paula Cosentino, Francisco Leal y Juanette. Este último, un venezolano que se convirtió al Argentinismo y ahora recorre plazas de Buenos Aires con un libro de Borges debajo del brazo vociferando: “¡Maradona es mi pastor! ¡Con él nada me falta!”.
Es que el argentino de soporte emocional tiene métodos infalibles para sacarte de la tristeza, como el menos invasivo: simplemente existir y respirar. Porque si vos estás en uno de esos días en donde todo es tan horrible como un fregadero lleno (ay… ya estoy escribiendo de “vos”), se te puede pasar con tan solo mirar a una argentina o un argentino. ¡Porque son bellos (perdón, “beshos”)!
Son tan perfectos, que hasta creo que Adán y Eva fueron argentinos. Lo cual digo con total responsabilidad, pues vengo de Venezuela, que es de los países con más coronas del Miss Universo (sin incluir mi corona del odontólogo). Es que realmente no sé qué tienen las argentinas y los argentinos. Los ves sin maquillaje, sin gimnasio, sin manicura, sin extensiones de cabello, sin pestañas postizas, sin dinero y hasta calvos y siguen siendo bellos.
Otra manera en la que te puede sanar un argentino de soporte emocional es con un método de shock que cura de inmediato. Digamos que estás ahogado en un vaso de agua, diciendo: “Si salimos ahorita, nos agarra el tráfico. Si salimos en diez minutos, nos agarra la lluvia. Si nos vamos en metro, es inseguro y si agarramos moto, es peligroso”.
Es entonces cuando ese argentino de soporte emocional te frena en seco con un: “¡Dejáte de romper las pelotas!”. Inmediatamente dejás de estar ahogado en un vaso de agua y pasás a ahogarte en uno de fernet (sha como que se me pega la cosa, ¿viste?).
Ahora digamos que te sentís solo y no tenés con quién hablar (¿dije “sentís” y “tenés”? ¿Qué es este quilombo?). Entonces di las siguientes palabras mágicas que eliminan cualquier soledad: “¿Tomamos mate?”.
Inmediatamente sale un argentino de soporte emocional que te brinda una media hora de hablar boludeces (dije “boludeces”, por favor intérnenme). En donde además todos toman de un mismo pitillo denominado “bombisha”, lo cual crea un vínculo superior al de sangre: el vínculo de saliva. Que es más fuerte, che, porque hasta absorbés el ADN de tu argentino de soporte emocional (y a este punto, sha creo que mi apellido comienza a mutar de Morales a Moralini).
Vayámonos a otro caso. Supongamos que estás en Buenos Aires y son las dos de la mañana, pero te es imposible dormir por un ataque de ansiedad. Es cuando entonces debes romper ese vidrio en caso de emergencia y sacar a tu argentino de soporte emocional, quien de inmediato te dirá: “¡Vashamos por pizza!”. Es así como van por la pizza (aunque no descartemos que una milanesa), luego pasan por una librería (¡porque las librerías de Buenos Aires siguen abiertas a las dos de la mañana!), te duermes un par de horas más tarde y luego despertás para ir a laburar como si nada. Lo cual también se da porque a este punto ya cambiaste el sueño americano por el sueño argentino.
Pero planteemos la posibilidad de que no conocés a ningún argentino, ni sabés cuándo irás a la Argentina (¡estoy grave! Digo “la Argentina”). No te preocupés, porque existen unos argentinos de soporte emocional que están disponibles para ti las veinticuatro horas del día. Son Cerati, Antonela, Messi, Cortázar, Sábato, Darín en sus películas o el personaje cómico de Peter Capusotto. Verás que son mucho mejores que una mascota o una sugar baby de soporte emocional (a menos que esa sugar baby o esa mascota sean también argentinos).
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