Cosas que jamás deberíamos traducir

Vivimos en una época que ya perdió esa magia de pedirle un recuerdito a un amigo o familiar que viaja. ¡Ahora todo se consigue donde sea! Un Milky Way de Nueva York también lo venden en Nirgua York. Claro, derretido y parecido a un Rambo setentón, pero lo venden. Y si no lo consigue, entonces existe la opción de acudir a la primera versión que conocimos de Amazon: el abasto de los chinos.
Igual pasa con el entretenimiento. Los coreanos ya bailan reguetón, los reguetoneros ven novelas coreanas y de seguro existen alienígenas haciendo su propia versión de Betty La Fea.
No obstante, hay cosas que deberíamos dejar locales, pues forzar su internacionalización les haría perder la magia. Es que no todo aguanta una traducción. Por ejemplo, el nombre de Chespirito llevado al inglés, sería Little Shakespeare (haciéndolo parecer un programa de Disney Channel). Y el Chapulín Colorado perdería toda su astucia llamándose The Red Grasshopper.
Ocurre igual con la música. La canción infantil de Old MacDonald had a farm, se complicaría llevándola a Latinoamérica. Sería “El viejo MacDonald tuvo una granja”. Como se ve, una frase conjugada en pasado. Ante lo cual uno se pregunta: ¿qué le pasó a la granja del viejo MacDonald? ¿La quebraron los productos importados? ¿El gobierno se la expropió? ¿Los delincuentes lo extorsionaron?
También tenemos la canción Ojalá que llueva café, de Juan Luis Guerra. Ésta, traducida al inglés, sería “I hope it rains coffee”, con lo cual abre demasiadas dudas al consumidor norteamericano promedio: “What kind of coffee? Espresso, drip, americano, latte, capuccino, moka, flat white, decaf?”.
Hay otras canciones a las que se les descuadra la rima si son traducidas al inglés. Tal es el caso de Ciega, sordomuda, de Shakira, la cual pierde toda su magia. Solo intente cantar dicho tema diciendo: “Dumb, blind, deaf-mute. Clumsy, awkward, and stubborn”.
Algo similar pasa con la Macarena, de Los del Río. Al traducirla, la misma sufre un descuadre en la métrica de sus versos:
“Give your body joy, Macarena.
That your body is meant to give joy and good things.
Give your body joy, Macarena.
Hey, Macarena, ooooohhhh!”.
Igual que Los pollitos, cuya métrica se descalabra si cantamos:
“The chicks say…
‘tweet, tweet, tweet’.
When they’re hungry…
when they’re cold”.
Aunque ojalá tampoco se nos ocurra llevar al español canciones como el Gangnam Style, pues conseguí su coro traducido en internet y, leyéndolo, parece todo un bolero:
“Hermoso, amoroso.
Sí, tú. Solo tú.
Hermoso, amoroso.
Sí, tú. Solo tú.
¿Podremos ir hasta el final desde ahora?
Oppan estilo Gangnam”.
Igual pasa con el nombre de algunos raperos gringos, quienes no intimidarían nada si sus apodos fuesen en español. Son casos como estos:
Vanilla Ice: hielo de vainilla.
Ice T: Té helado.
Mos Def: Mayoría sorda.
Ice Cube: Cubo de hielo.
50 cent: 50 céntimos.
LL Cool J: Ele, ele, jota fría.
Kanye West: Kañe del Oeste.
Snoop dogg: Perro olfateador.
Como se aprecia, en esto de la internacionalización también aplica eso del “Leave still, whoever is still” (o “deje quieto al que está quieto”). Por ello, evitaré despedir esta entrega diciendo cosas como “Nos vemos luego, caimán. En un rato, cocodrilo”, pues siempre será mejor decir: “See you later, alligator. After a while, crocodile”.
Así mismo, tampoco diré “We glass”, “Good bye, said Monchito” o “Bye, bye and see you in Chacaito”, pues para despedirse en español, siempre suena mejor “Nos vidrio”, “Adiosito, dijo Monchito” o la frase caraqueña de “Chaíto y nos vemos en Chacaíto”.
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