Quemarse
El gobierno decide e impone, y en ello juega con fuego. Desde los tiempos de Chávez, ha sabido maniobrar para convertir sus derrotas en victorias, pero diera la impresión de que esta vez, cada “victoria“ se le convierte en una incontestable derrota.
Los referentes políticos de la oposición venezolana canalizan la frustración y hacen lo posible porque casi 700 mil venezolanos traguen grueso y desestimen que el organismo encargado de velar por el respeto de la voluntad soberana sea, precisamente, el que desestimule y frustre a quienes creen en una salida democrática, pacífica, constitucional y electoral.
Insuflar ánimos, desde la perspectiva de la heroicidad moral, tiene sentido simbólico, pero ya lo dijo Henrique Capriles (@hcapriles) ni la MUD, ni los referentes políticos son diques de contención.
Mientras el CNE, gobernadores y alcaldes, ministros y vicepresidentes, y hasta Maduro, juegan a mirar para los lados e inventarse trampas y discursos ideológicos vacíos; el país se agota y su gente se desespera hasta la locura.
La cuenta del hastío sobrepasa los límites de la sociedad. Las reuniones del gobierno con los canales de TV para que divulguen los avances en materia económica no pasan de ser el chiste del día, porque no hay gobierno, ni avance ni economía.
La manipulación con los CLAP no les cuajó, y además los bocazas de Istúriz y Farías dejaron claro que esos consejos no son más que herramientas políticas de exclusión, justo lo que hoy sienten aquellos pocos que todavía apuestan por este modelo fracasado.
Así las cosas, quienes hoy deciden e imponen, no han entendido la dimensión de sus jugarretas con fuego.
Cercar a la sociedad en sus esfuerzos de expresión tendrá consecuencias. Ahogar a la gente, la llevará a situaciones impredecibles.
La cuerda se sigue estirando, y la certeza de que “aquí va a pasar algo“ acorrala a la incertidumbre que se vive cada día en la angustia del desabastecimiento general y la inseguridad ciudadana.
Al decidir e imponer la sumisión, también deciden e imponen la reacción. Ellos juegan con fuego y el país, aunque algunos apuesten porque se incendie, no está dispuesto a quemarse.
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