Civilidad

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La barbarie ha hecho gala. Todos los esfuerzos de agresión y represión, desde sentencias amañadas hasta el uso sin límite de la fuerza y el poder que representan las armas. El abuso en su máxima expresión, desde alocuciones interminables y absurdas hasta la discrecionalidad en la decisiones sobre distribución de alimentos, salud, educación y empleo.

Pero así como donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; así mismo la civilidad se ha crecido, ha sido superior y se ha sobrepuesto a la desesperanza y la sinrazón.

Lo que se inició como un ejercicio de humillación, de sumisión e ingenuidad. Lo que se planteó como una demostración más del poderío autoritario de parte de quienes controlan el dinero y las armas, se transformó en la manifestación plena de la voluntad de cambio, en la decisión individual de incidencia colectiva capaz de multiplicar motivaciones y de trascender como prueba inequívoca para la historia no contada, sino recién escrita.

Hasta ahora la historia del país se ha vertido sobre pergaminos y lienzos con gestas militares, con héroes a caballo, con el orden impuesto por una bota y un fusil. En adelante, sin que hubiera sospecha previa; la historia se escribirá desde la iniciativa ciudadana, desde el riesgo personal materializado en atravesar un río a pie, en tomar una curiara, en enfrentar a los bandidos con una, diez, mil, cuatrocientas mil firmas y millones de voluntades.

En rigor, nada de esto debió pasar. La falta de separación de poderes y la obstinación de lo mediocre lo provocó. Sin embargo, la reacción no ha podido ser mejor.

El país, en medio de la peor crisis de su historia –y vaya que se han vivido crisis- tomó el camino más largo y peligroso, pero el camino de la construcción de una nueva posibilidad, el camino de la gestación de una épica real, vívida, de sumatoria, de sacrificio y esfuerzo individual y colectivo a la vez.

Como dibuja con sus letras Ana Teresa Torres, los militares y sus guerras de gesta patriótica irán a sus cuadros, museos y edificios, y en adelante el país podrá erigirse como tal, gracias a los civiles que fueron capaces de desplazar con voluntad y la fuerza de los objetivos comunes a la barbarie enquistada.

Ahora es cuando vendrán obstáculos, trabas, atropellos, decisiones absurdas, imposiciones, discrecionalidades, pero está claro que este 1% inicial es la puerta abierta de un dique de voluntades, de decisiones, de esperanzas.

Las más de 400 mil firmas validadas, muestra mínima de las casi dos millones iniciales, y prólogo de las cuatro millones necesarias para la activación definitiva del Referendo revocatorio son demostración de la esperanza en gerundio, son prueba viva de que el país no se embarca más por la invitación altisonante de un caudillo.

Cada cual tuvo un motivo, cada cual firmó con la convicción de que es necesario un cambio real, de esos que transforman, que modifican de verdad; y con esas motivaciones, y todas las que surgieron a lo largo de esta primera fase del proceso, se construirá el camino hacia lo nuevo, hacia el país en el que la barbarie –así se vista de seda- estará sometida a la fuerza de la convicción que supone la civilidad.

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