Honor Militar

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Como venezolano, como bolivariano, como sucrense, como oriental, exijo respeto al honor militar. Para comenzar, reivindico la gloria de los libertadores, civiles y militares, al tiempo que exijo que no se sigan haciendo comparaciones desgraciadas. No acepto que el ejército de libertadores siga siendo la mampara para la comisión de todo tipo de tropelías, delitos y traiciones actuales. Me indigna que se mancille la memoria ciudadana y se manipule la historia para justificar las depredaciones contemporáneas. Me voy a explicar con claridad.

En la Guerra de Independencia prestaron servicio nueve (9) Generales en Jefe sin incluir a un Generalísimo reconocido en los campos de marte europeos. El primero de ellos se llamó Simón Bolívar, elevado a Capitán General de Venezuela por la Municipalidad de Caracas, el 14 de octubre de 1813; y a Capitán General de la Nueva Granada, por el Congreso de aquel Estado, el 21 de enero de 1815. Tal ascenso no merece explicación después de la Campaña Admirable y mucho menos por sus acciones posteriores.

Santiago Marino fue reconocido como General en Jefe por Bolívar, en Caracas, el 4 de noviembre de 1813. Su designación fue por el hecho de que el oriente del país resistió como bastión de libertad después del desastre de los años 1812-13; y él era nuestro jefe indiscutido. José Félix Ribas fue ascendido por Bolívar a General en Jefe, en San Mateo, el 23 de marzo de 1814, luego de su momento de máxima gloria. Moriría poco tiempo después de la forma más canallesca torturado y decapitado. Le sigue Pedro Luis Brión, elevado al grado de Almirante por Bolívar en el mismo teatro de operaciones del combate naval de Los Frailes, el 2 de mayo de 1816. Posteriormente, Manuel Carlos Piar fue ascendido a General en Jefe por Bolívar, frente a Angostura, el 2 de mayo de 1817, después de la Batalla de San Félix y una campaña que nos dio a Guayana y nuevamente una patria.

La Campaña que llevó a la victoria de Carabobo y a la independencia definitiva tuvo sus protagonistas. Rafael Urdaneta fue propuesto como General en Jefe por Bolívar, en San Carlos, el 6 de junio de 1821; y ascendido como tal por el Congreso de Cúcuta, el 17 de julio del mismo año. José Antonio Páez, proclamado como General en Jefe por Bolívar, en el propio campo de batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821; y con ratificación del nombramiento por el Congreso de Cúcuta, el 23 de julio del mismo año. José Francisco Bermúdez, propuesto como General en Jefe por Bolívar, en San Carlos, el 6 de junio de 1821; y ascendido como tal por el Congreso de Cúcuta, el 12 de agosto del mismo año.

Como han podido observar, los orientales fueron siempre la diferencia. Pero nos falta el más grande de todos, por genio militar y por humanidad. Antonio José de Sucre fue elevado por Bolívar a Gran Mariscal de Ayacucho, en Lima, el 26 de diciembre de 1824; ratificado como tal por el Congreso Peruano, el 12 de julio de 1825; y formalizado previamente como General en Jefe por Colombia, el 14 de febrero del año 1825.

Hace pocas semanas, en ocasión a la celebración del 5 de julio, al ver la pomposidad y circunstancia con la que se desarrolló el desfile de “Los Próceres”, se me ocurrió hacer una pregunta a mis amigos: ¿Cuántos militares firmaron el Acta de Independencia? La respuesta inmediata y casi unánime, inclusive aquellos contactados en las redes, fue que ningún militar suscribió el documento. Aunque el 19-A y la formal declaratoria de independencia fueron acontecimientos de una esencia civilista incontestable no se puede concluir que entre los protagonistas de momentos tan estelares no se encontraran personajes con experiencia militar.

Solo para ejemplificar, Miranda suscribió el documento; y no se puede desconocer su legendaria hoja de servicios en la carrera de las armas. También firmaron otros con formación y mando militar, antes del 19-A, como Francisco José Rodríguez del Toro e Ibarra, conocido como el marqués del Toro, desempeñándose como coronel del batallón de milicias de los Valles de Aragua; Lino de Clemente quien fue Teniente de Navío en la marina española; el Coronel Fernando del Toro con altas responsabilidades organizativas; el Comandante General Nicolás de Castro y el Capitán José de Sata y Bussy. Pero la inmensa mayoría eran civiles y hasta los militares eran civilistas y humanistas.

Después de constatar la entrega de la soberanía a los Cubanos; la donación de las riquezas nacionales a potencias extranjeras y a China, en especial; la barbaridad que significa el arco minero y los negociados con las transnacionales, los pactos con las FARC y el narcotráfico; la depredación y corrupción que ha llevado a este pueblo a la más absoluta marginalidad y a una hambruna inédita, me surge una pregunta sencilla: ¿Quién puede proclamarse heredero legítimo de esos nueve libertadores? Pero sobre todo me azota una duda: ¿Cómo carajo puede alguien ponerse hoy un uniforme y hacerse llamar General en Jefe?

 

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