Hacer que pase
Lo que corresponde es dejar el espacio en blanco. Ya el país no está para leer diagnósticos, ni propuestas contemplativas. Tampoco para el dibujo libre.
Venezuela sabe desde hace mucho qué es lo que tiene que hacer. Nunca lo ha hecho, jamás se ha enfrentado a su verdad, siempre ha sabido lo que se debe hacer, pero le ha faltado voluntad para poner la cara en serio, reconocer sus errores, desafiar sus propias virtudes, y definir lo que toca.
Doscientos años de apego a un caudillo. El que grite más, el que la tenga más grande. Al país, orgulloso de su cultura, nunca la ha interesado un gerente que ponga orden, no por su fuerza bruta, sino por su inteligencia, por su capacidad de liderazgo, por su vocación de servicio.
Hoy, otra vez, como siempre, el país aguarda por un caudillo. Y los aspirantes a caudillo se retan; porque lo que les importa es fortalecer la unidad de unos cuantos en su entorno.
El país –los escombros del país- sigue ahí mendigando una bolsa de comida… Bien porque hace cola, firma planillas o escarba en la basura, bien porque sale a trabajar cada día, básicamente para recibir como sueldo bastante menos de lo necesario solo para comer.
El país –los escombros del país- sigue ahí muriendo de mengua, bien porque en los hospitales no hay insumos, porque en las farmacias no hay medicinas, o bien porque la angustia y la desesperación se somatizan.
¿Alguien tiene que venir a decir qué hacer?¿De verdad es necesario una convocatoria a reaccionar?¿En serio todavía es pertinente el chantaje de la paciencia, la resistencia?¿Se puede permitir que algunos aun sustente este desaguisado en función de “desnudar” a un régimen?
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No se trata de un salto de página, ni de un error. Ese espacio de arriba, es para que cada quien escriba sus respuestas a las preguntas. Todos creemos que algo va a pasar; está en el escenario de cada uno. Corresponde entonces hacer que pase.
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