Del auto-bloqueo
Imposible de olvidar, el ascenso de Chávez Frías al poder, tuvo por contexto unos comicios puntuales, pulcros, transparentes y de resultados inmediatos, al que agregamos el ejercicio de las libertades públicas indispensables por las cuales se luchaba día a día. Ahora, la lenta caída de su sucesor tiene por motivo, entre otros, el desconocimiento descarado del derecho a sufragar en un clima generalizado de persecución y castigo de la aun más modesta disidencia.
Carece la dictadura de toda autoridad moral, frente a un país que ha hambreado inmisericordemente. E incurre en medidas desesperadas al proseguir con el bloqueo informativo y la censura, como si bastara para sobre imponerse con una versión de la realidad que sus cada vez más escasos seguidores, deseando que caiga un mendrugo de la augusta mesa, ni siquiera comparten – la versión y el mendrugo – al sufrirla como el resto de los mortales que claman por una transición pacífica y democrática.
Lo acontecido recientemente con la señal de CNN, ingresando a la lista de bloqueo de más de mil portales digitales noticiosos y varias emisoras televisivas internacionales, difíciles de domesticar como ocurre con las locales, ilustra lo lejos que, desde hace un buen tiempo, llega un gobierno que no repara, o dice no reparar, en la gravedad de una decisión, como la del Departamento del Tesoro estadounidense sobre el vicepresidente, el joven vicepresidente que tendrá toda una vida por delante para responder por sus actos. Leemos con asombro, algunos comentarios provenientes del sector oficialista por los cuales equipara el bloqueo al desagrado e irritación que Donald Trump exhibe ante CNN, como si él no pudiese cambiar de canal o, por un súbito y arbitrario antojo, le fuese posible sacarlo del aire.
Vemos, por curiosidad, la interpretación que hacen los periodistas matutinos de las televisoras del Estado que, en defensa del salario que los convierte en prisioneros políticos, despachan el asunto a través de las consignas, pues, evitando cualquier desliz o la repentina traición del subconsciente, repiten las falacias y hasta el gesto de Diosdado Cabello que, con su programa semanal, marca semanal e imperceptiblemente la pauta, en lugar de Maduro. Éste, les resulta como una suerte de amasijo de interjecciones de fingida emoción, predecible por sus largas peroratas que lo convierten, esta vez, en prisionero de sí mismo al no comprender cabalmente la profundidad de los males que ha ocasionado, banalizando la situación, la propia y la de los demás.
Un profesional de la psicología, podrá disertar mejor sobre las vicisitudes del bloqueo personal que, faltando poco, tratándose de decisores públicos, genera tan nefastas consecuencias. Por lo menos, en Venezuela, nunca antes supimos de tamañas y díscolas obcecaciones, agravadas ante decisiones, como la del gobierno estadounidense, que nos también orientan un poco más sobre el fenómeno globalizador, perfectible, imposible de comprender desde la misma mirada de Lenin.
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