Desoír lo oído, desandar lo andado
Este artículo trata de la importancia de soñar, y soñar en grande. No solo para nosotros mismos, sino para todo nuestro entorno: la familia , la ciudad y el país. Trata de la importancia de apuntar alto y tratar de llegar a esas metas que soñamos para nosotros. De buscar muy profundo dentro de cada uno y encontrar lo que más nos impulsa a seguir adelante, incluso desde muy niños.
Hace unos días tuve el honor de ser invitado a la reunión de los líderes del Centro de Convivencia y Ciudadanía Estudiantil (CCCE) de las escuelas de Fe y Alegria. Les conté de mi experiencia con la publicación de “El Daerin”, y les hice ver lo importante que es, para Venezuela, que ellos se desarrollen y hagan sus sueños realidad. Como siempre digo: “Venezuela nos hizo a nosotros y nosotros hacemos a Venezuela”.
Al llegar las preguntas, un preocupado niño de primaria dijo que su sueño era ser Ingeniero en Petróleo, pero que cómo iba a lograr su sueño de ser el mejor de su área en Venezuela, si el país estaba en crisis. Tuve que tomar unos segundos para pensar qué decir, no fue una respuesta sencilla: ¡los niños y sus ocurrencias dejan en el sitio a cualquiera! Pero fue una excelente oportunidad para responder a él y a todos los que se preguntan lo mismo, lo que opino del momento que estamos viviendo.
Les dije que a pesar de su juventud, ellos tienen una gran responsabilidad: nosotros somos los hombros en los que ellos se apoyarán para escalar más alto en la vida, pero antes deben prepararse. Entender que lo que está sucediendo en el país es momentáneo, no durará para siempre, y mientras tanto, sus estudios y calificaciones deben ser las mejores. Hoy, más que nunca, tienen el DEBER de estudiar y pensar qué harán con el país cuando lo tengan en sus manos.
También reflexioné en la enorme cantidad de información negativa que ese niño debe recibir todos los días desde que amanece hasta que va a la cama, hasta el punto de que aun a su corta edad ya cree que “Venezuela está en crisis” y que por lo tanto no podrá desarrollarse. Quizá crea que deberá dejar a su familia y a sus amigos, y se angustiará al imaginar en su pequeña cabeza cómo será todo aquello y por dónde deberá empezar.
Los niños son como esponjas: absorben todo lo que hacemos y expresamos con palabras o hechos. Animémoslos, empujémoslos. Intentemos que encuentren sus gustos y pasiones, no los frenemos con nuestros temores de padres o hermanos mayores. Deben entender que los adultos en este momento estamos haciendo lo que la historia o la conciencia nos impone, pero ellos deben enfocarse en lo que corresponde: ser niños, imaginar y trabajar por sus sueños. El adoctrinamiento es una losa demasiado pesada para que ellos tengan que llevarla.
No estoy seguro de haber podido transmitir a los niños de la CCCE mi optimismo, pero una cosa sí me quedó clara: lo que les hagamos creer a esa edad será determinante para ellos. Sé que no estoy descubriendo nada nuevo, pero ahora lo veo en algo concreto. Esos niños de hoy serán adolescentes en un pestañeo, y si puedo ayudar a que en esa difícil edad tengan una preocupación menos sobre el futuro, quizás ese sea el camino que me toca seguir. Por mí, por Venezuela y por ellos mismos.
“La única costumbre que hay que enseñar a los niños,
es que no se sometan a nuestras costumbres”
Jean-Jacques Rousseau
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