Los “hijos de la patria”
El socialismo pasará a la historia por ser el laboratorio humano más sangriento que alguna vez se haya implementado en alguna sociedad. Los experimentos socialistas, según la teoría revolucionaria, sólo son exitosos y auténticos cuando han conseguido crear un “Hombre nuevo”, capaz de hacer y vivir en una sociedad sin clases. Según los socialistas, el hombre nuevo comunista es un ser humano entregado al colectivo, sin fines individuales, por ende, más solidario y bondadoso con los demás, pues no está atado a los impulsos egoístas que crea la propiedad privada.
Sin embargo, hoy sabemos que el socialismo no sólo ha fracasado en su idea de planificar centralmente la economía, pues lo que consigue es demoler la estructura de incentivos que crea prosperidad; sino que también fracasó en darle sentido a la vida humana que es, en gran medida, la libertad. La libertad de poder perseguir los propios fines sin estar sometido a la voluntad de terceros.
Muchos sobrevivientes del comunismo hablan de la degradación y corrupción moral a la cual es sometida la sociedad y la malformación de ese hombre nuevo; cuestión que para quienes no han vivido en estos regímenes es difícil de imaginar pero que ya hasta tiene categorías de acuerdo a cada país:
Sovok: es un término peyorativo que se refiere a aquel individuo que, aún en la actualidad, se adhiere a los valores, actitudes y comportamientos soviéticos. Bien puede tratarse de alguien que aún no se ha liberado completamente del “mindset” totalitario o aquel que arrastra ciertas prácticas indeseables a la sociedad libre.
Cubanoide: se refiere despectivamente al cubano que en los últimos años, una vez salido de la isla, tiene valores completamente diferentes a los de la sociedad que lo recibe. El cubanoide se expresa, se viste y se comporta completamente diferente del cubano tradicional que salió en las primeras oleadas de la Revolución.
Estos subproductos del socialismo también han aparecido en Venezuela –y pronto los comenzaremos a ver fuera de ella–, son gente que, producto del control social de este tipo de regímenes, tienen una moral y valores completamente invertidos a los venezolanos nacieron antes del cambio de siglo y del advenimiento del chavismo. Su forma de pensar radica en aquello que “puedan sacar del régimen”, pues esa es la estructura de incentivos y la conformación espiritual en la que nacieron y se criaron. Es gente que no puede ni quiere valerse por sí misma y son consecuencia de una sociedad inmoral que ha institucionalizado la envidia y el resentimiento.
Muchos países de América Latina, desde 2001, atraviesan una transición demográfica positiva que significa que la población entre 18 y 45 años supera en cantidad a la población de niños y de viejos, en un crecimiento sostenido hasta por lo menos el año 2030. Este sería el momento para invertir en capital social y desarrollo productivo antes de que comencemos a hacernos una sociedad más vieja. Muchos países están aprovechando esta tendencia en la población para promover iniciativas de desarrollo, lo cual en socialismos, es anatema.
Hace días fue noticia que un adolescente de 16 años asesinó a otro de 17 por una “Canaimita”, que es un ordenador portátil que el Estado venezolano adjudica a los estudiantes del sistema de educación pública. La víctima dejó un bebé de un año y una menor de edad embarazada. Este crimen atroz levanta preguntas y análisis sobre una generación perdida. Ya sabemos que 18 años de “inversión social”, en lugar de montarse en la ola de la transición demográfica, han transcurrido en formar a los “hijos de la patria”.
Central de Venezuela. Sus principales intereses son la economía política, la historia económica y la filosofía de la historia.
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