Marxismo y chavismo
El 5 de mayo de este año se cumplen dos siglos del nacimiento de Karl Marx y a propósito de esta fecha se realizarán diversos homenajes y actos conmemorativos en su ciudad natal, Treveris, en Alemania, así como en otras partes del mundo. En ese sentido, no sorprende que aún sigan vivas discusiones tanto en el plano académico como político sobre la aplicación de la teoría marxista y sobre la vigencia de esta ideología en el mundo contemporáneo.
Marxismo, socialismo y comunismo han sido categorías bastante manoseadas y a menudo utilizadas indiscriminadamente. Según el filósofo venezolano Ludovico Silva, las fuentes del marxismo han sido la ideología alemana, la economía política inglesa y el socialismo utópico. Silva interpreta que el marxismo no es más que una simple guía para la acción y que en sí mismo implica una conciencia revolucionaria. El marxismo sería entonces una teoría que buscaría transformar el mundo, como lo había dicho el mismo Marx en su Tesis XI sobre Feuerbach (1888). Por otra parte, el socialismo, según explica también Marx en Formaciones económicas pre-capitalistas (1858), es un modo de producción superior al capitalismo, que no es más que un tránsito hacia su fase final, que es el comunismo, de acuerdo a una interpretación materialista-dialéctica de la historia de la humanidad.
¿Qué viene a representar el marxismo en el mundo de las ideas?, en palabras del filósofo judío George Steiner, no es más que un credo sustituto consecuencia de la crisis de la Modernidad. Sin dudas, en el marxismo están presentes similitudes con los relatos de muchas religiones: por ejemplo, en el famoso libro de Engels de El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), vemos una reminiscencia muy obvia con la “pérdida del paraíso” del Génesis judeocristiano, que en el marxismo la apreciamos en la idealización de la comunidad primitiva en donde se supone que no existía escasez, había propiedad común de la tierra, cooperación desinteresada entre los individuos y por ende la distribución igualitaria, hasta la aparición del “pecado original” que no es otra cosa que la propiedad privada como fuente de todos los males del mundo hasta nuestros días.
También podemos analizar al marxismo como el revestimiento racionalista moderno del axioma moral de la envidia y al socialismo como su praxis política indisoluble. El socialismo no es más que la concreción esa pulsión atávica colectivista dentro de la civilización llamada envidia igualitaria, tal y como refiere el economista Guillermo Rodríguez en su libro Libres de envidia. La apología a la envidia igualitaria la podemos evidenciar claramente en un panfleto político de Marx y Engels titulado Trabajo asalariado y capital (1849), en donde encontramos textualmente lo siguiente:
“Sea grande o pequeña una casa, mientras las que la rodean son también pequeñas cumple todas las exigencias sociales de una vivienda, pero, si junto a una casa pequeña surge un palacio, la que hasta entonces era casa se encoge hasta quedar convertida en una choza. La casa pequeña indica ahora que su morador no tiene exigencias, o las tiene muy reducidas; y, por mucho que, en el transcurso de la civilización, su casa gane en altura, si el palacio vecino sigue creciendo en la misma o incluso en mayor proporción, el habitante de la casa relativamente pequeña se irá sintiendo cada vez más desazonado, más descontento, más agobiado entre sus cuatro paredes…”
De manera que, en su devenir histórico, el marxismo siempre se ha planteado como teoría y práxis revolucionaria. Los que separan la teoría de la práctica en el marxismo como una forma de “limpiar” o absolver las inmensas crueldades que ha perpetrado esta ideología en un siglo de historia, desconocen la propia teoría marxista pues ella misma sostiene que la práctica social, y ante todo la práctica material, es la fuente de la teoría. Teoría y práctica son indisolubles. Fue a partir de la Segunda Internacional, en 1889, que se originó la famosa ruptura entre la teoría y la práctica revolucionarias, lo cual consideramos que puede ser el origen más remoto de esa idea de que existe un “socialismo bueno” o progresista, distinto de un “socialismo borbónico”, que le ha dado tantos insumos a la izquierda Latinoamericana para seguirse camuflando y permanecer como opción política hasta el presente. A pesar de esta separación forzada, la historia demostraría que la comunión entre la teoría y la práctica marxistas alcanzaría su expresión máxima en la actividad del partido bolchevique, siendo el marxismo-leninismo una verdadera unidad de la teoría y práctica revolucionarias ya que -explicaremos muy a grandes rasgos- si el fin que se persigue es la abolición de la propiedad privada, para conseguirlo, necesariamente se tendrá que recurrir a la aniquilación de quienes posean propiedad y de quienes defiendan su derecho a tenerla. Y como el hecho cierto es que nadie se va a separar de su derecho a la propiedad de forma voluntaria, el exterminio como medio para conseguir ese fin está implícito dentro de la premisa.
Ahora, aterrizando la discusión a la Venezuela de 2018, sorprendentemente, y tras 20 años de destrucción socialista en Venezuela, muchos intelectuales y políticos todavía cuestionan que realmente el chavismo tenga algo que ver con los socialismos y comunismos del siglo XX y mucho menos con la teoría marxista. Habrá que explicarles con detenimiento y escarbar en los elementos que contradicen esa opinión:
La idea de lucha de clases como producto de la división social del trabajo y de la propiedad privada de los medios de producción. Para ello véase:
La crítica a la economía política clásica -o crítica al modo de producción capitalista- que sostiene que en el socialismo el excedente de explotación, el cual el capitalista “roba” al trabajador, debe ser devuelto a éste a través de la expropiación de la propiedad privada a los empresarios y dueños de capital. Para ello véase:
La ideología como medio de transformación de las relaciones sociales de producción y, por ende, de la estructura económica de la sociedad, que es la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. Para ello véase:
Por último, la planificación central de la economía a través de leyes como la Ley de Costos y Precios Justos (2011) con sus sucesivas reformas e instancias como la SUNDDE.
No sólo eso, sino que las señales de “totalitarización” del Estado venezolano desde el año pasado han sido inequívocas y contundentes, desde la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente y el aumento de la represión, ilegalización y exterminio de cualquier oposición política democrática. De hecho, las similitudes con el período de totalitarización de la URSS son impactantes, desde la disolución de la Asamblea Constituyente y el exterminio de los mencheviques en 1921 hasta sus propias purgas internas en los juicios de Moscú durante la década de los años 30. También sucedió en China durante 1949 y 1953 cuando el PCCh tomó control definitivo de las instituciones civiles y pasó a la exterminación del Kuomintang. Es que hasta la iconografía típica del realismo socialista, la estamos viendo en estos momentos en la “campaña” de Maduro para su próximo fraude presidencial.
Por todo lo anterior, aún resulta pasmoso e increíble que en pleno año 2018 (a 200 años del nacimiento de Marx y 101 de la Revolución Bolchevique), aún existan intelectuales que se atrevan a sugerir, que lo que sucede en Venezuela desde el chavismo “pertenece a una realidad distinta al comunismo”. No. Se trata de la aplicación exacta y cabal de la teoría marxista y, por ende, de las experiencias soviética, china, cubana, norcoreana, etc. Tampoco puede ser que varios intelectuales y actores políticos venezolanos se asombren del reciente apoyo del Partido Comunista de Venezuela a la “candidatura” de Nicolás Maduro para el fraude electoral de los próximos meses, cuando lo cierto es que un partido que históricamente ha apoyado al estalinismo y al castrismo, realmente es coherente a su historia totalitaria al subordinarse al chavismo-madurismo.
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