Plagio: entre el crimen y la mediocridad
Ser profesor universitario se traduce en una brillante experiencia que nos permite estar en contacto con los próximos profesionales que harán vida en distintas áreas, muchas de ellas indispensables como la docencia. Formar a los futuros profesores, abogados o médicos de la República significa una responsabilidad de honda consideración, no sólo el conocimiento y las técnicas de estudio se convierten en protagonistas, es necesario (imperioso) también una formación en valores, ética y responsabilidad, en suma una real conciencia ciudadana.
Todo aquel preámbulo es señalado para advertir sobre una recurrente y creciente actividad que sin titubeos es aplicada por muchos estudiantes en diferentes universidades del país (y el mundo); el plagio. Vulnerar los derechos de autor, emplear de forma indiscriminada la información, atribuirse contenido intelectual es sin lugar a dudas un crimen, para muchos el más común y el menos importante. No desarrollaré acá una teoría de orden jurídico, en consecuencia no explicaré las consecuencias legales que implica la acción del clásico “corta y pega”, en su lugar, señalaré otros aspectos que considero más relevantes.
El plagio en términos simples representa la extracción de ideas para atribuirlas como propias. Esa acción ha sido el dolor de cabeza de mis pocos años en la docencia, a pesar de existir cada vez mejores formas de comprobar el plagio (a través de plataformas que detectan el origen de textos e imágenes) los estudiantes (universitarios) continúan presentando trabajos donde sólo se tomaron la molestia de redactar la portada, en este sentido, el extenso de aquellos trabajos proviene de tres o cuatro sitios alojados en la web. Al momento de recibir las calificaciones los jóvenes se sorprenden al observar que “sus” textos no fueron revisados y únicamente aparece en la primera hoja la palabra “plagio” seguido de unas direcciones electrónicas. Ellos, estupefactos suelen preguntar; ¿qué significa eso?, lo cual me hace pensar que desconocen que el “copy/paste” es incorrecto y deshonesto.
Un estudiante universitario que recorra su vida académica valiéndose del plagio representa indiscutiblemente un futuro profesional de corta efectividad y de gran mediocridad. Será una pieza inútil dentro de un engranaje que no funcionará. Plagiar, se traduce en la aceptación del menor esfuerzo, implica engañar, intentar burlar al profesor, vencer los canales de aprendizaje y obtener un título sólo en su forma física, mientras el conocimientos y las herramientas necesaria para progresar son dejadas atrás. Lamentablemente, en el marco de fragmentación y destrucción en el cual se encuentra sumido el país, sigue imponiéndose (ahora más que nunca) la efigie de aquellos guardianes del fracaso y futuros escollos para la vanguardia. El plagio es un crimen y nos hunde en el abismo más oscuro: la mediocridad.
- Un alemán en el Instituto Pedagógico de Caracas - 27 abril, 2020
- El petróleo como problema histórico - 18 noviembre, 2019
- Aquel otoño de 1989 - 11 noviembre, 2019