Parlamento y maniqueísmo aldeano

Reproducción: Detalle de una ilustración de Pedro León Zapata para El Nacional (Caracas,11/07/1980).

La sobresaturación noticiosa, privilegiado – incluso –  morbosamente un acontecimiento frente a otros tanto o más importantes, pero subestimados y finalmente relegados, constituye una de las características esenciales del régimen. Obviamente, el fenómeno es incompatible con lo que universalmente se entiende por parlamento.

El pretendido allanamiento de los diputados Requesens y Borges, por consiguiente, tiene un contexto de macabra confusión. Tratada la inmunidad parlamentaria como un privilegio personal, definitivamente delictivo, en lugar de una indispensable prerrogativa de protección de la institución, facilita el arrollamiento de la maquinaria propagandística y publicitaria oficialista, en clave de cine negro.

Consideremos el deliberado y sistemático propósito de desvirtuar a la Asamblea Nacional, realizado por todos estos años, ahora deslealmente competida por la tal constituyente. Estudios de opinión revelan que, siendo tan intensa y sostenida la campaña radiotelevisiva desde los tiempos de Chávez Frías, éste y su gabinete fungieron como una suerte de órgano deliberante frente a la propia instancia especializada del Estado, por más que la Constitución la estampase.

Evidentemente, la oposición ha de defender, en el caso concreto del diputado Requesens, indebida e injustamente capturado y apresado, sometido a asombrosas torturas, la reputación de sus diputados, propugnando la inmediata salida del régimen. Salida demasiado obvia, aunque haya sectores que, en la práctica, deseen postergarla, pero también hablar, explicar y defender a la institución parlamentaria: no comprendemos que cubra una faceta, sin la otra.

Además de romper o intentar romper con el maniqueísmo aldeano, a lo sumo, resultado de una eficaz terquedad monotemática, contrarrestando el linchamiento moral cebado sobre cada parlamentario, ha de difundir y defender la noción misma del parlamento y, específicamente,  la inmunidad o el complejo de impunidades como institución.  Vale decir, darle el mínimo de racionalidad requerida al esfuerzo de resistencia y superación del régimen que tan bien ha sembrado el disparate.

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