(ARGENTINA) La desidia de Macri ante los inventos del kirchnerismo
Chantal Mouffe, la exitosa politóloga belga que da la vuelta al mundo enseñando peronismo, aconseja vivamente inventar un pueblo. Considera que la política es partisana por naturaleza y que se necesita, por lo tanto, trazar una línea caliente entre «nosotros» y «ellos». En su flamante ensayo «Por un populismo de izquierda», proclama que este último formato no es una ideología, sino «una estrategia discursiva», con lo que reivindica su carácter ficcional, clave en este caso para movilizar voluntades colectivas y afectos sobre «la base de la frontera pueblo-oligarquía». Sus ocurrencias, y las de su fallecido esposo (Ernesto Laclau), son sopa recalentada con Lacan: ya las había descubierto Perón en Mussolini.
Y de hecho muchas de ellas están en Revolución y Contrarrevolución, de Jorge Abelardo Ramos (sus hijos deberían cobrarles regalías), pero igualmente tienen el renovado atractivo de que hoy hacen furor en una Europa acojonada y de que Chantal es tan ingenua como para ofrecer la fórmula y revelar sus trucos más inconfesables. Extremar la grieta y entronizar a un líder carismático y anticapitalista son algunos de ellos, aunque no el más decisivo: «El pueblo no es la población, no es un referente empírico -pontifica-. El pueblo es una construcción política. Este pueblo no está dado, hay que construirlo». Oda suprema a la retórica y al relato. Olvida en sus páginas que también la «oligarquía» debe fabricarse, tal vez porque descuenta que quienes no piensan como los populistas serán directamente funcionales al «enemigo»: a lo sumo cipayos neoliberales, oligarcas sin plata. Los aspirantes a populistas europeos la escuchan arrobados y toman nota; los cristinistas la leen regocijados, para confirmar que el peronismo cavernícola es la vanguardia universal.
Este panfleto refleja la enorme capacidad para edificar argumentos falaces y transformarlos, a fuerza de voluntad política, en verdades firmes del sentido común. Si es posible crear de la nada hasta un pueblo imaginario, mucho más sencillo resulta instalar en la conciencia colectiva otras falacias menores pero destructivas, sobre todo cuando enfrente el kirchnerismo tiene una coalición que abandona ese terreno en la errada idea de que el «círculo rojo» ya no influye en la sociedad. Esa deserción fatal facilita que los kirchneristas implanten cómodamente un camelo entre los segmentos más politizados, que estos lo expandan y lo hagan masivo por medios y redes, y que un domingo cualquiera un actor popular pero apolítico lo pronuncie con naturalidad en la mesa de Mirtha Legrand o en el living de un programa de chimentos. Así fue como gestaron la consigna «un gobierno de ricos que gobierna para ricos», siendo que la inversión en programas sociales se incrementó, los votos de noviembre demostraron el respaldo de sectores humildes de todo el país y bajo esta misma gestión, por primera vez en la historia argentina, 110 de los empresarios más poderosos fueron procesados por venalidad.
Con la misma desidia, el oficialismo dejó que le cristalizaran en la opinión pública la imagen de «ajustador perverso» y la certeza del fracaso económico , cuestiones difíciles de remontar. Para empezar, ¿quién no fracasó económicamente en la Argentina moderna? Alfonsín, Menem, Duhalde y Cristina Kirchner fracasaron de manera diferente, pero igualmente estrepitosa. Más allá de cierta mala praxis instrumental y de estériles polémicas alrededor del shock, Cambiemos es incapaz de explicar lo que sucede en serio en esta Argentina detonada. Permite, por lo tanto, que sus antagonistas ocupen la cancha vacía con sus explicaciones parciales e interesadas acerca de la actualidad, que para ellos por supuesto está formada por el puro presente y elude el pasado pesado, como si cada uno de nosotros fuéramos únicamente lo que hicimos este año, o la semana última, y no el fruto de toda una formación y una serie concreta de acciones y antecedentes desacertados. Miguel Ángel Pichetto , por insólito que parezca, fue más eficiente que todo el aparato oficial: analizó con realismo en la revista Noticias nuestros padecimientos, y admitió que se deben a la pésima gestión de «los últimos cuatro años del kirchnerismo». Según Pichetto, «estaban dados todos los factores para anidar una crisis profunda que no se concretó por el cambio de gobierno». Macri se endeudó, mientras pudo, para que esa bomba no explotara y el dolor fuera digerible; el ideólogo del peronismo federal lo acusa de haber encarnado así un «kirchnerismo blanco». El gran economista Ricardo Arriazu le dijo a José Del Rio que, durante los dos años de gradualismo, «la gente creía que estábamos en un ajuste salvaje, cuando en realidad seguíamos de fiesta». El problema es que el crédito se acabó y la «Argentina no tenía más alternativa que aceptar el programa del FMI»: no nos estamos cayendo a un lugar extraño e inmerecido, sino al pozo donde las políticas de saqueo y quebranto kirchneristas nos habían destinado desde el comienzo. ¿Era evitable esa caída? Media biblioteca dice que sí, media que no. Pero lo indiscutible es que el oficialismo no quiso esclarecer los hechos y ahora es víctima de esa equivocación garrafal: le achacarán a Macri la crisis profunda que premeditó y amasó Cristina. A cantarle a Gardel.
La construcción de una «oligarquía vendepatria» encontró algunas dificultades durante el G-20, ese raro acontecimiento que nos permitió ser durante 72 horas lo que no somos: un país normal. La Pasionaria del Calafate se equivocó al impulsar una contracumbre, porque demostró que estaba rodeada de anacrónicos y despechados, y porque allí se vivaba con fuerza al chavismo y a la próspera revolución cubana; mientras la televisión mostraba el lujo y la potencia de los líderes más importantes del mundo, Ferro exhibía una república bananera. Es por eso que la jefa envió a la camporista Cecilia Nahón a reescribir apresuradamente los sucesos. El libreto refería que el Gobierno recibió apoyo internacional porque favorece al imperialismo occidental, olvidando taimadamente que Xi Jinping y Putin -antiguos aliados de la doctora- también formaron parte sustancial de la partida. Después Nahón añadió que la Argentina había aceptado su triste destino de «inserción primarizada», como si el cristinismo hubiera erigido en sus doce años de poder absoluto y viento de cola una industria nacional pujante y diversificada con gran capacidad de exportación. Zonceras criollas que se estrellan en Angola.
En el plano donde las cosas más se les complican a los incansables inventores populistas es en el espinoso y controversial código para las fuerzas federales. Su reacción automática consistió en lanzar consignas rápidas y a ciegas, como «licencia para matar», «fascismo» y «gatillo fácil». Un sector del electorado de la arquitecta egipcia es de clase media, abolicionista de salón, cheguevarista de café, pobrista cultural y romantizador del lumpen, al que considera de manera tilinga como una víctima del sistema y como una especie de «sujeto histórico». Ese simpatizante resulta, por supuesto, sensible a cualquier avance punitivo. Pero otro electorado potencialmente cristinista y mucho más amplio vive en zonas pauperizadas del conurbano, y tiene la idea de que ya lo han convertido en blanco del fascismo callejero y el gatillo fácil de los delincuentes, a quienes jueces permisivos les otorgan licencia para matar. Para matar laburantes. El conflicto es evidente: Chantal Mouffe recomienda hacerse cargo de las demandas ocultas de la sociedad, y la inseguridad es una de las más acuciantes. Lula y Dilma no le hicieron caso, y la consecuencia fue el alumbramiento de una tragedia política. Se pueden construir un pueblo imaginario y una oligarquía falsa, pero no se puede ignorar a los muertos con nombre y apellido. Porque como en La pata de mono, de W. W. Jacob, el muerto luego toca a tu puerta.
Crédito: La Nación
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