La crisis eléctrica. Otro indicador del deterioro ambiental venezolano
Durante las últimas semanas hemos vivido una de las crisis energéticas más graves de nuestra historia; de un golpe se apagó todo el país y retrocedimos cien años al pasado. Quedando en evidencia la crisis ambiental, la vulnerabilidad de nuestras ciudades y la insostenibilidad del modelo de “desarrollo” actualmente aplicado.
Un país energéticamente insostenible
Si hacemos un viaje en el tiempo, y nos ubicamos aproximadamente 10 años en el pasado, recordaremos que no es la primera vez que se evidencia la insostenibilidad energética del país.
En 2009 vivimos la primera crisis que nos demostró las consecuencias de un país dependiente en un 70% del embalse el Guri y la falta de inversiones en mantenimientos o en nuevas fuentes de energía.
Para aquel entonces, se dijo que la causa fue el fenómeno climático de “El Niño” que llevó a la represa a niveles que dificulta la generación de energía por falta de agua. A eso se sumaba el aumento en la demanda que, en los últimos 10 años, había aumentado de 12000 a 17000 megavatios.
Para solventar la situación, se impusieron planes de administración de cargas que se aplicarían hasta que el embalse volviera a llenarse, pero, aún y cuando eso ocurrió, se mantuvieron fallas en el sistema. Hasta que en 2011 volvimos a declararnos en emergencia eléctrica alegando que, esta vez, se debía a la sensibilidad sistema tras la primera crisis.
Se habló de realizar inversiones que aumentarían la capacidad productiva de energía en 9000 megavatios adicionales para el año 2012. Pero quienes fuimos observadores, pudimos notar que lejos de mejorar, la situación empeoraba y cada vez las fallas eran más frecuentes.
Así, entre fallas y apagones, se nos pasaron los siguientes ocho años. Hasta que, en los primeros días de Marzo de este año (2019) vimos la cara más oscura de la crisis eléctrica nacional.
Insostenibilidad energética
Si analizamos las crisis en los últimos 10 años notamos que, en las dos primeras, el principal problema fue un aumento en la demanda y la deficiente oferta del sistema nacional.
Aunque “El Guri” en su momento fue un gran avance energético para el país, que desde su inauguración en 1986 hasta la fecha sigamos dependiendo en un 70% de él, es ilógico, sobretodo teniendo un país con un potencial energético increíble y considerando que las proyecciones indicaban que la población aumentaría y, en consecuencia, la demanda al servicio.
Además, no realizar mantenimientos ni inversiones reales empeoraba la situación. Todos los equipos al cumplir su vida útil deben reemplazarse y las limpiezas o revisiones a los tendidos deben efectuarse como prevención de accidentes.
Para agravar este panorama, en Venezuela el servicio eléctrico está subsidiado desde hace más de 10 años. Como ciudadanos debemos entender que la calidad se paga, se deben cobrar cuotas ajustadas a la realidad, para mantener el servicio en óptimas condiciones.
Otro problema que pocos mencionan, es la sedimentación del embalse y la deforestación generada por las actividades mineras. Una correcta gestión sistema eléctrico, debía incluir la conservación de la cuenta, porque en ella, se produce el agua que mantendrá el nivel alto durante todo el año y evitará la sedimentación, manteniendo la capacidad de retención de la represa.
Las termoeléctricas
Dentro del 30% restante del abastecimiento nacional se encuentran las termoeléctricas, que generan energía a partir de la liberación de calor mediante la combustión de combustibles fósiles, como el petróleo o el gas.
El problema actual con ellas es que sufren de la misma falta de mantenimiento que el resto del sistema eléctrico, estando varias hasta inoperantes.
Ahora, si lo observamos desde la perspectiva de sostenibilidad ambiental, tenemos dos grandes problemas con ellas.
Primero, en mi opinión, que quememos lo único que vendemos no es muy inteligente. En un país donde la producción nacional está en picada desde hace varios años, todo el petróleo o gas usado, podría venderse para invertir en fuentes energéticas menos contaminantes y dañinas para la salud de la población.
Lo segundo es, justamente lo contaminantes que son. Recordemos que estamos suscritos a diferentes convenios internacionales donde nos comprometemos a adoptar medidas para la reducción de Gases Efecto Invernadero (GEI) que contribuyen al calentamiento global y agrava fenómenos climáticos como “El Niño” al que se le atribuyó el inicio de la crisis en 2009.
Las consecuencias ambientales de los mega apagones de Marzo
La energía eléctrica mueve a nuestras sociedades, por eso, que un país se apague lo paraliza y, puntualmente en estos últimos donde pasamos días sin luz, el paso del tiempo desencadena otros problemas sociales, económicos y ecológicos.
Una crisis económica
Lo primero que vivimos fue una paralización de las pocas actividades económicas que quedan en el país.
Sabemos que el efectivo está escaso y, cómo al irse la luz se cayeron las comunicaciones, los puntos de venta no funcionaban, por eso los venezolanos no podían comprar comida o agua y los comercios no podían vender.
Se produjeron saqueos en varios estados del país. El más afectado fue el Zulia donde se estiman millones en pérdidas para la economía regional.
De igual forma, es importante mencionar la pérdida de alimentos. Se denunciaron pérdidas en leche, carnes y otros productos de refrigeración.
Para empeorar todo, en un país con una economía en decadencia, se suspendieron las actividades laborales una semana completa, aún después de haber regresado la luz.
La crisis ecológica
Con la falta de luz quienes la tenían una planta eléctrica, durante el apagón las encendieron, quien no la tenía pero tenía como comprarla, cuando regresó la luz salieron a ello y ahora las encienden cada vez que aplican el plan de administración de cargas. Generando altos niveles de ruido y gases efecto invernadero
Otra consecuencia que se observó fue que muchas personas tuvieron que cocinar en fogón y usar fogatas para alumbrarse. La leña la consiguieron cortando árboles de los alrededores en parques, calles o avenidas. Eso afectó la diversidad biológica de las ciudades y los pocos espacios verdes que poseen, además, aumentó la emisión de gases contaminantes.
Las consecuencias sociales
Todo lo que hemos hablado forma parte de las consecuencias sociales, porque todas afectan directamente la calidad de vida de los habitantes y las dinámicas de nuestro sistema social.
Pero, para ser más específicos, en Venezuela la sociedad vivió la paralización de todos sus servicios básicos.
La luz se desapareció 3 días, con eso los electrodomésticos de refrigeración de alimentos no funcionaron y se perdió la poca comida almacenada; los sistemas de potabilización y bombeo de agua dejaron de funcionar dejando las ciudades sin una sola gota, llevando a las personas a recurrir a fuentes de aguas no seguras, sin tratamiento y de dudosa calidad.
Esta misma situación nos puso en puerta de una emergencia sanitaria, pues pudimos observar videos de personas tomando agua de quedabas presuntamente contaminada por aguas residuales, además, los centros de atención médica no contaban con generadores eléctricos en condiciones como para mantenerlos en funcionamiento.
El transporte dejó de funcionar, en ciudades como Caracas donde el principal medio de transporte es el metro, las personas no encontraban cómo movilizarse, porque además, el suministro de gasolina solo se realizaba en estaciones de servicio con generadores eléctricos, y para llenar el tanque, una persona podía pasar desde 2 a 5 horas esperando su turno.
La solución
Debemos replantearnos el sistema de desarrollo nacional. Fuimos testigos de las consecuencias de años de improvisación con el sistema energético de la falta de planificación y cultura para atender emergencias de nuestra instituciones del estado.
Y la solución parte de allí, de la planificación de nuestras ciudades, sus fuentes energéticas y de agua. No podemos seguir dependiendo en un 70% del embalse “El Guri” es hora de descentralizar las fuentes de energía y desarrollar nuestro potencial en energías alternativas. Debemos encaminarnos hacia ciudades y regiones más autosustentables.
Allí es donde quienes se encuentran en la elaboración del “Plan País” tienen el mayor reto. Será que ellos ¿Seguirán con sistemas de planificación y desarrollo tradicionales o van a ponerse a nivel de países desarrollados? ¿Planificaran sólo dos tipos de energías o desarrollarán todo nuestro potencial energético?
Esperemos que tomen las decisiones correctas, aprendan de las experiencias pasadas y nos encaminen hacia una Venezuela Sostenible.
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