Música y músicos de exportación

Reproducción: Portada de Momento, Caracas, 1957.

Antes, la radio nos universalizaba en materia musical. Ahora, la pésima prestación y los altos costos del servicio, suelen impedir una necesaria actualización digital. No obstante, impedidos de una confiada atención al transcurrir el día en un vehículo propio o público, además de la censura del dial, por los retos impuestos por el hampa, solemos escapar por unos instantes del tedio y de la enfermiza cautela.
Brevemente, @Vzlasinfonica, en Instagram, nos informa sobre el movimiento musical y sugiere espléndidas piezas en las que, por las noches, profundizamos de vez en cuando y constituyen toda una alternativa terapéutica tras la intensa jornada.  Nos ha llamado poderosamente la atención, orgullosos, por el profesional desempeño de las juventudes musicales forzadas al exilio que el particular dial virtual reseña, por ejemplo: directores, como Enluis Montes, José Agustín Sánchez y Efrén Romero, por Barcelona, París y Nueva York; el oboísta Vicente Moronta, en Bogotá; el violonchelista Miguel Hernández, en México; el violinista Samuel Jiménez, en Quito; o  lo ideado por Yvette Géraud, respecto a la pedagogía de iniciación; y, en fin, incontables nombres que nos prestigian en relación a la música académica.
Son largos los años de formación teórica y práctica, sintetizados por el extraordinario esfuerzo de los muchachos que se vieron obligados a viajar. Puede decirse de la exportación neta de muy calificados recursos humanos que le aportamos al mundo, asfixiados acá por la dictadura socialista.
En Buenos Aires, se habla de músicos que se agrupan para la enseñanza, probando el éxito en sus interpretaciones; o de la Bolívar Phil de Miami, llevada adelante por diestros intérpretes. Revelan además un dato importante: tienen vocación por el trabajo, al igual que miles de compatriotas de un talento definido y de una persistencia loable, a pesar de las dificultades.
La transición democrática ha de cifrar sus mejores esperanzas en la pronta reindustrialización cultural del país, reivindicadora del trabajo como valor y compromiso. Por cierto, fue lo que hizo Aldemaro Romero, por citar un caso, en el ámbito popular y en el académico, con una capacidad creadora avalada por otra superior: la constancia y la eficacia del esfuerzo.
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